
Como fichas de dominó alineadas unas detrás de otras que caen progresivamente con sólo empujar la primera, la voladura del edificio resquebrajó y cuarteó los colindantes, quedando todo reducido a escombros.
Sobre la ciudad en ruinas, donde las ratas campaban a su antojo, un cielo plomizo y bajo se cernía sobre los cascotes, las cacerolas abolladas, las muñecas descoyuntadas y de pelo enmarañado, las puertas arrancadas de cuajo, las sillas cojas, los jirones de ropa, los papeles volanderos…
Y yo me había limitado a contemplar cómo se consumaba la destrucción sin pestañear, sin mover un dedo.
Con indiferencia.
In illo tempore (XXVII)
septiembre 27, 2011 por Antonio Pavón Leal
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