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Archive for the ‘Anteo’ Category

Anteo (VI)

VI
Por fin me atrevo, avanzo. El milagro se acerca.
Paladín esforzado,
sólo con la certeza
por espada y escudo, por túnica y emblema.
Acólito obediente
que se atiene a las reglas.
Feliz turiferario
que con su aliento inciensa
estos últimos metros de la hermética senda.

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Anteo (V)

V
Pero antes de llegar a tal encrucijada
donde se comba el tiempo y se conturba el alma,
un obstáculo se alza,
una prueba de sangre, una efusión amarga
de esa tintura roja con que se firma el acta
del debe y del haber, de la forzosa paga.

Y miro la capilla
y antes de seguir
me arrodillo y desgrano
la plegaria infantil
bajo la inmensa bóveda
coloreada de añil.

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Anteo (IV)

IV
Sigo andando por esa calleja curvilínea,
calleja de los sueños,
donde mana la vida
en un punto concreto,
donde está la salida
del mundo rutinario,
donde el júbilo anida
cual ave de los trópicos
cuyas plumas se irisan
con la luz matinal, con la luz vespertina.

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Anteo (III)

III
Como los penitentes avanzo paso a paso,
olores aspirando a rancios comistrajos,
a humedades, a lutos, a tenaces hierbajos
creciendo en las junturas del gris adoquinado,
creciendo entre las tejas de los viejos tejados
de alero y caballete levemente ondulados.

Cuando miro a la izquierda en el cruce primero,
como un aldabonazo en mitad de mi pecho,
como el gong de la infancia vibrando en el silencio
de esta mañana clara, como los polvorientos
volúmenes guardados con amoroso esmero,
inapelable surge la voz de mis ancestros.

 

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Anteo (II)

II
El punto de partida es un bar azulado,
un bar donde se espesa el humo del tabaco
en las noches lejanas, en los días de antaño.
Un bar en una esquina, un bar en el que hablamos
del presente y sus penas, del futuro dorado,
un bar donde las horas a veces se estancaron.

Por un tramo sin nombre, un anónimo tramo,
inicio mi camino, mi íntimo itinerario.
Delante de una casa primorosa me paro,
donde vive una virgen en solitaria espera,
insomne vigilante y leal cancerbera,
que siempre está en su puesto como buena guardesa.

Sin tener que pagar óbolo ni gabela,
ni decir contraseña,
ni llamar a la puerta,
ni a través de la abierta
ventana pegar la hebra
con la hacendosa dueña
que como cada día realiza sus tareas,

con tan sólo pararme ante su alba vivienda
recibo el memorándum que es la llave secreta
de un mundo naufragado en antiguas galernas.

Con temor, con respeto, en esa calle estrecha,
de suave curvatura, como arco de ballesta
que se tensa y dispara su aterradora flecha,
me adentro encomendándome a mi propia entereza.

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Anteo (I)

I
Como Anteo poniendo
los pies sobre la tierra
para recuperar
la confianza y la fuerza,
y volver a la lucha,
a la dura refriega,
al centro, al origen,
de la misma manera
recorro el laberinto
de calles sin acera,
de angostillos y cuestas, de vueltas y revueltas.

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