Soneto XXIII
Gallardetes movidos por el viento,
escolleras donde rompen las olas,
nacaradas, sonoras caracolas
salmodiando su treno largo y lento.
Y un blanquecino y corrosivo ungüento
destiñendo purpúreas amapolas.
Y el malecón donde gaviotas solas
escrutan el cielo con ojo atento.
Allá arriba Dios en azul se baña.
Aquí abajo se siente el cimbronazo
de la retama y de la enhiesta caña
apresadas en el funesto abrazo
de los médanos, que la luna estaña
con la luz de su frío fogonazo.
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