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Archive for the ‘Anotaciones’ Category

356.-Me cuenta Emma que su cuñada ha aborrecido el vino. “Se ha vuelto abstemia” “Ni hablar. Se ha pasado a la cerveza, pero a la auténtica: a la alemana, a la belga, a la irlandesa, no a esta que estoy tomando que, en su opinión, no es más que una bebida de cebada” “No sabía que fuera una entendida” “De eso se las da.

“Pero a mi hermano le sigue gustando el tinto. El otro día fue al supermercado y compró un Rioja crianza de 2015 que estaba a buen precio. Para almorzar descorchó la botella. Pues bien, señalándola con dedo acusador y frunciendo el ceño, mi cuñada preguntó: ¿tú me has pedido permiso?».

357.-Una amiga de Emma, mientras tomaban el té con galletitas inglesas en uno de sus encuentros “at five o’clock” de los jueves, en plan poético-intelectual con un toque “new age”, soltó: “Los sentidos son cinco farolas. Cuando se apagan se hace la oscuridad” “Supongo que algo replicaste” “Sí, y no se lo tomó a bien. Dije que ella era una radio. Con apagarla era suficiente para no escuchar tantas pampiroladas.

“En otra ocasión esa misma amiga que, cuando está en vena, no hay quien la pare, hablando de la evolución, nos recordó que el hombre desciende del mono. Como nadie se inmutara, preguntó: ¿No lo creéis así? Depositando gentilmente mi taza en el plato blanco de filo dorado, respondí: Esa teoría está anticuada. El hombre está emparentado con la langosta”.

358.- Estaban sentadas en la terraza de un bar, tomando una copa, hablando animada e ininterrumpidamente. El tema de conversación era los maridos, en activo o fuera de servicio, que no salían bien parados. Al que no le sobraba le faltaba algo. El que no era autoritario era un cantamañanas. El que no se llevaba todo el santo día tirado en el sofá, se iba y regresaba a las tantas.

Una de ellas confesó que su ex no fumaba ni trasnochaba ni era mujeriego ni borracho ni manirroto pero que ella, sencillamente, no lo soportaba.

Otra, harta de las arbitrariedades de su media naranja, pilló un enfado monumental y le comunicó que no estaba dispuesta a seguir con él ni un día más, que lo aguantara su madre. «Con su cachaza habitual, que me ataca los nervios, replicó que eso mismo dirían a nuestro hijo cuando llegase el momento”.

Por ocupar una mesa cercana, cada vez más incómodo, asistía a ese repaso que una morenita pizpireta resumió así: «Los hombres son unos seres básicos, predecibles y rutinarios». Me levanté. Las mujeres callaron.

Luciendo la más encantadora de mis sonrisas, no pude contenerme y pregunté: “¿No se cansan de poner a parir a los maridos?” “Por favor. No son ustedes tan importantes” «Por supuesto. No merecemos que se nos preste tanta atención. Hay temas de conversación mucho más interesantes».

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355.-Maquiavelo convierte el mal en una eficaz herramienta en manos de su príncipe. No nos engañemos. No nos perdamos en especulaciones. Puesto que las cosas son así, saquemos el mayor provecho posible. Al más depravado se le concederá el título de bienhechor de la humanidad si sale airoso de sus bellaquerías. Lo que cuenta es el resultado, como en los partidos de fútbol. Lo que haya ocurrido durante el encuentro se acaba olvidando o diluyendo con el tiempo.

El mal, que es inherente al ser humano, con mayor razón lo es al poder. El planteamiento que hace maese Nicolás es absolutamente práctico. En la misma línea, por lo demás, que la sabiduría popular: “Quien da primero, da dos veces” “Quien ríe el último, ríe mejor” “No te fíes ni de tu sombra” etc.

Probablemente el diplomático italiano riza el rizo. El mal hay que utilizarlo bien. No se trata de hacer más estropicios de los necesarios sino de rentabilizarlo, de gestionarlo adecuadamente. La oportunidad es un factor de primera importancia. El hachazo hay que darlo en su momento. Esta diligencia incluso lo hace menos doloroso.

La mano del príncipe no debe temblar a la hora de cometer un crimen que es indispensable para la conquista o la permanencia en el poder. Su única preocupación deber ser mantener la cabeza fría para actuar sin dilación y con habilidad.

El príncipe no es más perverso que el resto de los mortales. Sólo es más listo y más rápido. Alguien que no se duerme en los laureles porque sabe que ese sueño le puede costar caro.

La maldad justifica las maldades. Esto lo entiende hasta un rorro. Se trata, además, de una maldad congénita, constitutiva. Mentiras, crueldades, violencia, envidias, hipocresía…son el cañamazo de la condición humana. Si acaso, podemos darle una capa de barniz para enmascarar tanta fealdad. Podemos proclamar que el fin justifica los medios, aunque esa coartada no convencerá nunca a quien le rebanan el cuello. Pero así y todo tiene sus defensores. Queda bonita.

El príncipe no retrocede ante nada. Para comprobarlo basta ver la serie “House of Cards” en la que nos presentan a un egregio representante de la filosofía maquiavélica que no descansa hasta llegar a la Casa Blanca y acomodar sus posaderas en el sillón del despacho oval. Este objetivo lo consigue con la inestimable colaboración de su lady Macbeth, que no es menos ambiciosa ni desalmada que él.

Hacer un mal para evitar otro mayor es el argumento por antonomasia que esgrimen los gobernantes. Crímenes se han cometido antes y crímenes se cometen ahora. Así que la única cuestión que vale la pena abordar es cómo reducir la cuantía. A quien actúa con esta altura de miras sólo cabe felicitarlo.

Este razonamiento capcioso, y otros por el estilo, es moneda corriente no sólo en política sino en los intercambios sociales en general. Chapotear en el mal es algo insoslayable. Así que hagámoslo con talento.

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352.-Alice Miller en “El drama del niño dotado” distingue un narcisismo patológico y un narcisismo sano. Al segundo pertenecen la autoestima y el autorrespeto. El primero se puede manifestar como depresión o como grandiosidad. Una y otra son la cara y la cruz de la herida narcisista.

Ese trastorno es el efecto de circunstancias externas que obligan al niño a sacrificar su verdadero yo y a fabricarse uno falso que satisfaga, en primer lugar, las expectativas maternas.

Para la psicoanalista de origen polaco la madre tiene un papel primordial en este drama. Ella es la única realidad para el niño en sus primeros meses de vida.

La inmolación del verdadero yo se realiza en aras de la supervivencia física. Aquí está la raíz no sólo del síndrome maníaco-depresivo, sino de las neurosis obsesivas, de las compulsiones y de las perversiones.

La terapia propuesta es propiciar un trabajo de duelo. La curación se produce cuando el paciente revive los sentimientos y las emociones que ha reprimido, ignorado o deformado largo tiempo.

353.-En el ensayo que le ha dedicado, Alice Miller presenta el desprecio como una expresión de debilidad. Lo considera “el arma del débil y la capa protectora contra ciertos sentimientos propios que resultan desagradables”. Reconoce asimismo que en su base hay un ejercicio de poder, fácilmente identificable en los tratos discriminatorios. Indefectiblemente el desprecio conduce a la humillación.

354.-Emma me cuenta una anécdota familiar mientras tomamos una copa en la terraza de La Fragata, ella una cerveza y yo un blanco seco frío.

Su hermano y su cuñada fueron de compras a Mercadona. “Al que está en la calle Salado” precisa. “Si has ido a ese supermercado, habrás visto que a la puerta hay un mendigo.

“Cuando mi hermano y su mujer salieron, a ella se le ocurrió hacer una buena acción y echó la calderilla del cambio en la caja de cartón que el indigente tenía en la mano. Este, tras observar críticamente esos pocos céntimos y a la donante, exclamó: “¡Es usted un ángel!”. Ella que, con todo su saber, es incapaz de detectar la ironía cuando sahúman su ego, tomó al pie de la letra ese comentario mordaz y replicó: “No, no lo soy”.

“El mendigo, francamente asombrado, miró a mi hermano que aprovechó la ocasión para ratificar dicho punto: “No, no lo es”.

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328.- “Nada hay más maravilloso que la enumeración, instrumento privilegiado para componer las más perfectas hipotiposis (=descripción de una persona o cosa)” Umberto Eco.

329.-El mal se cobija en la multitud desde donde ejerce su dominio sobre el individuo.

330.-La crítica social en conjunción con una propuesta utópica abre las puertas del infierno.

331.-La paradoja no falla. La mejor forma de incardinarse en la realidad es la imaginación. El camino más seguro para lograr un objetivo es el opuesto.

332.-El apasionamiento no es tanto una prueba de amor como de soledad interior.

333.-El ser humano tiene conciencia de la brevedad de su vida, de su soledad, de su desvalimiento. Nada tiene de extraño que aspire a evadirse de esa prisión.

334.-Si abolimos el mundo exterior sobreviene la locura. Si hacemos lo propio con el interior, nos cosificamos.

335.- Yo y los demás. El uno y el otro. La identidad y la diferencia. Esa zanja no se salva mediante la fusión orgiástica, que es uno de los avatares de la filosofía de la intensidad, ni mediante el conformismo.

336.-El objetivo de las sedicentes sociedades avanzadas parece ser eliminar las diferencias. Y a esa uniformización encamina el cúmulo de leyes y normas.

337.-Desde el punto de vista religioso igualdad significa que todos somos hijos de Dios. Desde el punto de vista legal que la justicia es la misma para todos. Desde el punto de vista kantiano que los seres humanos son fines, no medios. ¿Qué más se puede añadir que tenga sentido?

338.-La creatividad es una respuesta o una reacción individual con repercusión a nivel social. Partir de la superestructura conduce al gulag.

339.- “El amor que no engendra amor es una desgracia” dijo Marx. Si el amor es una expresión de vitalidad, un acto gratuito de afirmación y reconocimiento del otro, una prueba de superabundancia, ¿por qué iba a sentirse desgraciado si no obtiene una respuesta? Cabe preguntarse si el amor al que alude el filósofo es un sucedáneo o una transacción. Desde luego no es el que describe san Pablo en su Primera Carta a los Corintios, capítulo 13.

340.-Libertad de hacer lo que me dé la gana versus libertad para andar mi camino. La primera es embrutecedora, la segunda es creadora.

341.-Pasar por el aro significa interiorizar la ideología inherente a un sistema y hacer propias sus reglas del juego, de forma que se oscila entre las obligaciones y las gratificaciones sancionadas sin cuestionar esa dicotomía.

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332.-Emma y yo comentamos un hecho reciente. A un hombre que llevaba separado de su mujer cinco años le tocó la lotería, un premio importante. Ella, que fue quien forzó la ruptura, había cortado completamente la comunicación con él.

Cuando se enteró de los miles de euros con que había sido agraciado, le faltó tiempo para coger el teléfono y ponerse en contacto. Después de cinco años de no querer saber nada, estaba deseosa de tener noticias suyas. ¿Cómo se encontraba? ¿Qué hacía? Y por supuesto quería felicitarlo por ese morrocotudo golpe de suerte, del que se alegraba un montón. Acabó sugiriéndole que podían verse y tal vez reanudar su relación.

“¿Adónde la mandó él?” pregunta Emma. “A ningún sitio. Le recordó que habían acabado hace tiempo, y colgó”.

Pero ella insistió. Se puso pesada y él, medio en serio, medio en broma, le dijo que la denunciaría por acoso si no lo dejaba tranquilo. Aquí la señora se enfadó y recurrió a un grupo feminista que la apoyó. Ella sólo quería hablar. ¿Qué había de malo en eso?

Sin comerlo ni beberlo el hombre se vio involucrado en una situación desagradable. Su único pecado era su repentina riqueza. Su ex le pidió una entrevista personal. Él estaba tan confundido que, poniendo como condición que su abogado estuviera presente en ese cara a cara, accedió. Ella replicó que nanay…

El respaldo del grupo feminista consiguió que la actitud rastrera de la mujer no pudiera ser siquiera criticada. Gracias a Dios la pareja no había tenido hijos porque en ese caso ella le habría sacado hasta la cerilla de los oídos.

Como era ridículo alegar amor e incluso amistad, argumentaron que la estaban censurando y marginando por ser mujer. El periódico ABC fue acusado de mentiroso, manipulador y otras lindezas por airear esa historia deplorable.

“Fíjate hasta dónde hemos bajado. La ideología, como siempre, lo guarrea todo y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, reparte mamporros”. Emma asiente.

Llegamos a la conclusión perogrullesca de que ni todos los hombres son unos miserables ni todas las mujeres son unas santas. También coincidimos en que el pensamiento dominante no tolera los cuestionamientos ni la imparcialidad.

“¿Qué solución ves a esto?” me pregunta Emma. “Quizá ha llegado el momento de sustituir la igualdad por el respeto. Todos somos iguales ante la ley, o deberíamos serlo. Y todos somos dignos de respeto. Este concepto se presta menos que el otro a la demagogia y a los usos torticeros.

“Una buena medida sería crear el ministerio y las correspondientes consejerías “ad hoc”, desde los que se vigilase que todo el mundo es tratado con la debida consideración. Desde los que se abordase los casos de violencia y discriminación sin adjetivarlos previamente para convertirlos en un arma política.

“La violencia se manifiesta de variadas maneras. Unas veces la cara que presenta es la de la brutalidad. Otras veces la de la insidia. La primera resulta escandalosa, la segunda no es menos mortífera”.

“¿Eres feminista?” “No soy machista. He sido testigo de las vejaciones sufridas por algunas mujeres de mi entorno. Esa actitud caracterizada por un comportamiento arbitrario, por una afirmación personal basada en el desprecio del otro, me ha provocado siempre nauseas” “No te he preguntado eso” “Feminista tampoco. Después de haber vivido las nefastas consecuencias de la prepotencia masculina, ¿cómo me va a gustar su contrapartida femenina?”

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331.-En un momento de debilidad Emma se dejó convencer por una amiga muy implicada en el crecimiento personal y la acompañó a la charla que daba un reputado gurú de Minnesota.

Emma lo describió como un hombrecillo vanidoso que pasaba más tiempo callado que hablando. En uno de esos prolongados silencios estuvo a punto de levantarse e irse, pero estaba en el centro de la sala y habría tenido que molestar a muchos asistentes para alcanzar la salida, así que aguantó mecha.

“No fui por curiosidad sino por complacer a mi amiga que estaba ilusionada con ver y oír a ese dechado de sabiduría, a pesar de que el inglés lo entiende poco y mal. Afortunadamente para ella y para mí, que tampoco descuello en idiomas, había un traductor.

“Me pasé el rato haciendo prácticamente lo mismo que el santón. Él nos observaba con indiferencia desde el estrado donde estaba arrellanado en una butaca. Y yo lo observaba críticamente, más derecha que una vela, desde mi incómoda silla plegable.

“Se apreciaba claramente que estaba acostumbrado a que lo admirasen, lo venerasen y lo reverenciasen. Y él pagaba tanta devoción castigando a la audiencia con sus frases cortantes o cerrando la boca durante interminables minutos.

“El gurú se dedicó a echar por tierra todas las creencias, a repartir mandobles filosóficos a diestro y siniestro, a no dejar títere con cabeza. Incluso yo, que soy escéptica por naturaleza y que estaba allí, digamos, en plan turista, me sentí aludida por ese discurso implacable. Me estaba llamando, y no de una forma encubierta porque bonito era el maestro para tomarse esa molestia, tarada.

“Esa inflexibilidad que provocaba el arrobo del público, a mí me enervaba y fue motivo de que me replantease abandonar la sala. También me fastidiaba el masoquismo de sus seguidores que soportaban estoicamente cualquier mamporro dialéctico.

“Según el nativo de Minnesota, recocido en un asram de la India durante varios años, rezar no servía de nada. Esa actividad era una lamentable pérdida de tiempo, un tiempo que uno haría mejor en invertir leyendo novelas policiacas. Que conste que el ejemplo es suyo. Mi amiga, y supongo que más asistentes, es religiosa y me ha hablado a menudo del poder de la oración sincera y desinteresada, la que brota del corazón como un chorro de agua incontenible. No comprendí cómo nadie replicó al maestro yanqui que una lamentable pérdida de tiempo era escucharlo a él.

“Pero no detecté cuestionamiento sino sumisión. Allí estaban para decir amén. Ni rezar ni recitar mantras servía de nada. El famoso “om mani padme hum” repetido con fervor por tantos fieles budistas de oriente y occidente no era más que una concatenación de sílabas perfectamente sustituible por otra cualquiera puesto que el efecto iba a ser el mismo: ninguno. Igual daba decir eso que “Enjoy Coca Cola” o “Ya es primavera en El Corte Inglés”. En lo que a él respecta, ni rezaba ni hacía yoga ni meditaba ni practicaba cualquier otra disciplina asociada a la espiritualidad.

“Así se las gastaba el gurú de rostro pétreo, que ni sonreía ni gesticulaba.

“Después de largarnos la acostumbrada monserga de que lo alto está en función de lo bajo, lo buen de lo malo y lo bello de lo feo, o sea, después de dejar sentada la relatividad de nuestros conceptos y de mostrar que todo es apariencial, que no hay nada en lo que apoyarse ni intelectual ni moralmente, tuvo un rasgo de humana sensatez que rebajó mi nivel de antipatía.

“Afirmó que, a pesar de los pesares, había que elegir la honestidad en la vida cotidiana.

“Mi amiga salió encantada de la disertación. Ella dijo “transformada”. No hubo preguntas ni comentarios. Cuando se acabó la función, el hombrecillo de Minnesota, que vestía ropa holgada de lino, se puso en pie y, cruzando el estrado a menudos pasos, hizo mutis”.

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329.-En el Menón Platón pone en boca de Sócrates el famoso aforismo: “Nadie hace el mal voluntariamente”. Es por ignorancia que cometemos malas acciones. La sabiduría nos abre los ojos. Quien sabe, no obra en contra de los demás porque eso equivale a obrar en contra suya. Nadie se lesiona conscientemente, salvo los ignorantes.

Parece derivarse de este planteamiento que, en el fondo, todos los hombres desean el bien, pero algunos lo buscan erróneamente, lo cual se explica por la falta de conocimiento. Buscamos lo que nos conviene y lo que nos conviene es el bien.

La experiencia demuestra, no obstante, que el mal es un fin en sí mismo, y también que sus perniciosas consecuencias recaen sobre terceras personas y no sobre el agente que ni sufre daño ni es más infeliz. Teniendo en cuenta esta evidencia, Platón corrigió su teoría en el diálogo “Las Leyes”.

A un profundo nivel filosófico la tesis platónica es seguramente cierta, pero desde un punto de vista práctico, a un nivel existencial inmediato, no es más que una especulación (por ello ha sido calificada de intelectualismo moral) desmentida por la realidad cotidiana. Por esta razón ese planteamiento puede ser visto como un simple escamoteo del mal, al igual que hace también san Agustín por diferentes motivos.

El robo de peras enfrentó al doctor de la Iglesia católica a esa apabullante realidad del mal por el mal. Esas peras que ni comió ni vendió están en la base de su proceso de conversión. La gratuidad del mal (a la que Hannah Arendt añadirá más tarde la banalidad) lo trastornó y lo apartó de él, haciendo de san Agustín un referente para las generaciones venideras.

El mal es ante todo desobediencia y transgresión. El hombre antepone ciegamente sus deseos e intereses coyunturales, privándose así de lo que en verdad lo beneficia. El pecado es esa obstinación en preferirse a sí mismo en lugar de a Dios, que es el “summum bonum”. El mal es, en justa correspondencia, “privatio boni”.

330.-El mal y el sufrimiento ocupan un lugar central en la obra de Dostoievski. Uno y otro son para el autor ruso la piedra de toque en la que se mide el hombre. Son también dos experiencias inevitables que conllevan, como ya demostrara Sidarta Gautama cuando salió de su palacio e hizo su descubrimiento, un posicionamiento neto en la vida.

Si la fe resiste esa confrontación, saldrá fortalecida y podrá hablarse de victoria. Pero las pruebas a que se ve sometida son duras. Lo normal es que la partida quede en tablas o que se adopten actitudes nihilistas, ateas o escépticas.

Desde “Crimen y castigo” a “Los hermanos Karamazov”, pasando por “Los endemoniados”, el tema del mal es tratado en profundidad. En la segunda de las novelas mencionadas, abrumado y sobrepasado por su presencia, Iván Karamazov declara que no comprende por qué el mundo es así. Pero esta deprimente constatación no le impide añadir que él es un hombre de fe. Su único deseo es comprender por qué las cosas son así.

Ese deseo anida en el corazón de la mayoría de los seres humanos y constituye la base de las religiones. En palabras de san Agustín: “Creo para comprender y comprendo para creer”.

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329.-La India es uno de los países que más fascinación ejerce. El griego y el latín, de los que derivan las actuales lenguas romances, son ramas del indoeuropeo cuya cuna es ese superpoblado país asiático. Muchos son los escritores que se han sentido atraído por él, entre otros Henri Michaux que le dedicó una parte de su libro “Un bárbaro en Asia”, y Octavio Paz que fue embajador en Nueva Delhi, y que en 1995 publicó “Vislumbres de la India”.

El sistema de castas, la literatura védica y las numerosas divinidades que integran el panteón ario, son indudables centros de interés.

Pero no es de sus dioses buenos ni de sus demonios, de Indra, el señor de la fuerza, de Agni, el señor del fuego, ni del soma, de lo que queremos hablar, sino de algunos conceptos clave de la filosofía y de la religión hindúes ampliamente difundidos en Occidente.

Es posible que el primer lugar lo ocupe la creencia en el karma, según la cual todo acto tiene efecto. Todo acto produce resultados positivos o negativos. El karma se podría definir como el peso que generan nuestras acciones.

El Brahman es la gran fuerza cósmica. Es el Universo, el Todo, el Absoluto.

El atman es una personalidad propia, un yo. Es también la conciencia, el alma.

El samsara es la gran rueda del destino, que recuerda y es en gran medida semejante a nuestra rueda de la fortuna. En el hinduismo representa el inacabable ciclo de renacimientos, muertes y reencarnaciones.

Para escapar de esa despiadada “imperatrix mundi”, para detener sus demenciales vueltas que nos condenan una y otra vez a chapotear en el fango, debemos comprometernos con nuestra propia liberación (moksa).

La liberación de las miserias humanas consiste en lograr que atman sea uno con Brahman. Este objetivo no se consigue así como así. Hay tres caminos que requieren un alto grado de concienciación y de responsabilidad.

La madre del cordero es la “avidya”, palabra sánscrita que significa ignorancia. Es ella la causa de que procedamos incorrectamente acumulando cada vez más energía nociva. Nuestras acciones regidas por el egoísmo, la codicia, la gula, la envidia, la lujuria, etc. van conformando un karma de plomo que permanecerá enganchado a la infernal noria del samsara.

Si pasamos al budismo, que apareció en el subcontinente indio entre los siglos VI y IV a.C., a pesar de las diferencias con el hinduismo, la meta es la misma: la liberación. El término utilizado en este caso es nirvana, que significa extinción. Ambas religiones coinciden en que bueno está lo bueno. Lo sensato es cortar y volver a Brahman, o poner punto final a este disparate mediante la iluminación.

Para alcanzarla Sidarta Gautama propone la vía media de conducta. Alejada de los extremismos ascéticos y ritualistas, esta prudente opción ha seducido a miles de occidentales.

Dharma es el vocablo polisémico que se emplea para designar la doctrina budista que acepta las nociones de karma, samsara y moksa, pero que rechaza las de Brahman y atman.

El núcleo de esta enseñanza lo constituyen las cuatro nobles verdades. La cuarta es un camino de ocho sendas, el óctuple camino, que lleva al despertar. Es decir, al nirvana. ¿Y después qué?

Después el paranirvana, la extinción total, la nada. Eso es lo que nos espera tras el arduo trabajo de la liberación. Buda no era de los que condescienden a dorar la píldora.

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328.-Juan Ramón Jiménez regresa a Moguer para convalecer. Y regresa también a su infancia. Aprovechando esa coyuntura escribe Platero Y Yo. Eran el momento y el lugar adecuados. Uno de esos afortunados azares que se pueden contar con los dedos de una mano.

El poeta se pasea y pasea la mirada por ese escenario primigenio. Uno a uno van aflorando los personajes, desde Aguedilla, a la que dedica el libro, al viejo Darbón. Los mira de frente y traza su perdurable retrato.

Estas estampas, como indica el subtítulo, son una elegía. La definición que de esta palabra da María Moliner es la siguiente: “composición poética en que se lamenta la muerte de alguien u otra desgracia”.

La omnipresencia de la muerte culmina en la de Platero, entremedias hay otras que confieren a esta obra su punzante tono melancólico a la par que la convierten en una fuente de vitalidad. La muerte y la vida se dan la mano desde la primera hasta la última página.

El tema de la finitud, es decir, del inexorable paso del tiempo, se palpa en las numerosas descripciones de paisajes a diferentes horas del día y en las diferentes estaciones.

La nostalgia viene servida también por el niño del que no podemos prescindir. Platero Y Yo es la depuración extrema de su mirada. No es una liquidación sino una evocación. No es un muestrario de fantasmas sino una revivificación. De esta manera el pasado queda incorporado al presente, se hace presente cada vez que se recorren las líneas del libro.

El poeta se adentra en el Moguer de su infancia y rescata sus recuerdos. Los libera y se libera él mismo de lastres y cárceles.

La comparecencia de los niños es tan importante como la de la muerte. Son los dos pivotes de la obra.

Los niños viven directamente, sin teorías ni anteojeras. Viven el mundo y sus emociones. La adultez es un proceso de anquilosamiento. La adultez equivale a la pérdida de esa capacidad. El poeta la conserva, razón por la cual es tomado por tonto.

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