355.-Maquiavelo convierte el mal en una eficaz herramienta en manos de su príncipe. No nos engañemos. No nos perdamos en especulaciones. Puesto que las cosas son así, saquemos el mayor provecho posible. Al más depravado se le concederá el título de bienhechor de la humanidad si sale airoso de sus bellaquerías. Lo que cuenta es el resultado, como en los partidos de fútbol. Lo que haya ocurrido durante el encuentro se acaba olvidando o diluyendo con el tiempo.
El mal, que es inherente al ser humano, con mayor razón lo es al poder. El planteamiento que hace maese Nicolás es absolutamente práctico. En la misma línea, por lo demás, que la sabiduría popular: “Quien da primero, da dos veces” “Quien ríe el último, ríe mejor” “No te fíes ni de tu sombra” etc.
Probablemente el diplomático italiano riza el rizo. El mal hay que utilizarlo bien. No se trata de hacer más estropicios de los necesarios sino de rentabilizarlo, de gestionarlo adecuadamente. La oportunidad es un factor de primera importancia. El hachazo hay que darlo en su momento. Esta diligencia incluso lo hace menos doloroso.
La mano del príncipe no debe temblar a la hora de cometer un crimen que es indispensable para la conquista o la permanencia en el poder. Su única preocupación deber ser mantener la cabeza fría para actuar sin dilación y con habilidad.
El príncipe no es más perverso que el resto de los mortales. Sólo es más listo y más rápido. Alguien que no se duerme en los laureles porque sabe que ese sueño le puede costar caro.
La maldad justifica las maldades. Esto lo entiende hasta un rorro. Se trata, además, de una maldad congénita, constitutiva. Mentiras, crueldades, violencia, envidias, hipocresía…son el cañamazo de la condición humana. Si acaso, podemos darle una capa de barniz para enmascarar tanta fealdad. Podemos proclamar que el fin justifica los medios, aunque esa coartada no convencerá nunca a quien le rebanan el cuello. Pero así y todo tiene sus defensores. Queda bonita.
El príncipe no retrocede ante nada. Para comprobarlo basta ver la serie “House of Cards” en la que nos presentan a un egregio representante de la filosofía maquiavélica que no descansa hasta llegar a la Casa Blanca y acomodar sus posaderas en el sillón del despacho oval. Este objetivo lo consigue con la inestimable colaboración de su lady Macbeth, que no es menos ambiciosa ni desalmada que él.
Hacer un mal para evitar otro mayor es el argumento por antonomasia que esgrimen los gobernantes. Crímenes se han cometido antes y crímenes se cometen ahora. Así que la única cuestión que vale la pena abordar es cómo reducir la cuantía. A quien actúa con esta altura de miras sólo cabe felicitarlo.
Este razonamiento capcioso, y otros por el estilo, es moneda corriente no sólo en política sino en los intercambios sociales en general. Chapotear en el mal es algo insoslayable. Así que hagámoslo con talento.
«Hacer un mal para evitar otro mayor es el argumento por antonomasia que esgrimen los gobernantes.»…y los simples mortales también.
En fin , cada uno debe responder por sus propios pecados . Un abrazo.
Das una respuesta trascendente. A menudo no se paga por los delitos que se cometen. Aquí o allí, donde sea, puesto que somos responsables de nuestros actos (no vale echarle la culpa a papá, a mamá, a las estructuras socio-económicas o a la novia que me dejó por otro), debemos responder de ellos. Y no debemos olvidar que un crimen no justifica otro crimen. Un abrazo.
Pues con lo poco que vamos a estar aquí ya son ganas de perder nuestro tiempo en maldades y ambiciones.
Que es frecuente ya lo sé.
Maquiavelo fue, según se afirma, el padre de la Ciencia Política. Fue quien dio carta de ciudadanía al mal al convertirlo en un elemento o factor más de las estrategias y planificaciones de los gobernantes.
Por supuesto, el mal siempre había sido un instrumento, pero ahora era algo de cuya utilización no había que avergonzarse.
Tu razonamiento, ¡ay, Paloma!, peca de ingenuidad. Yo lo comparto. Ojalá lo compartiésemos todos. Un abrazo.
Conviene leer «El principe» en la edición que acompaña la obra de Maquiavelo con las anotaciones que Napoleón hizo a la misma. La conjunción de ambos cerebros resulta fascinante y muy ilustrativa. La editorial Aguilar tiene esa edición, o la tenía. Es la que yo conservo. Es posible que haya alguna más.
Muy buenas reflexiones, Antonio.
Se cree que Fernando el Católico suministró el modelo a Maquiavelo para su refinado príncipe. En cualquier caso, el florentino admiraba al aragonés. Lo que está claro es que Napoleón leyó y anotó la obra de Maquiavelo, a quien admiraba. Los tres forman un triángulo inquietante.
Gracias por tu comentario y por apreciar esta reflexión en torno al mal pasado por el tamiz del sagaz y pragmático Niccolò.
Sigo aprendiendo. No todos tenemos talento para ejercer el mal, desde luego, ni muchos lo deseamos, pero muy pocos tienen poder para ejecutarlo. Hablo de poder político, claro. En las relaciones personales hay también una lucha de poder. Pero Maquiavelo, es claro, no pensaba en esa clase de poder. Interesante. Gracias, Antonio, por ilustrarnos.
En efecto, para ejercer el mal hay que tener cualidades, igual que para ser alpinista. Pero, a mi juicio, lo más importante es el límite.
Todos podemos ser inescrupulosos, cínicos, crueles…pero nuestra conciencia acaba alzando un límite.
El mal se puede practicar a escala doméstica. Para ejercerlo a gran escala es necesario acumular cuanto más poder mejor (es decir, peor).
Gracias a ti, Eladio, por leer y comentar. Que tu confinamiento sea llevadero. Productivo ya veo que lo es.
Reblogueó esto en Ramrock's Blog.
Gracias por rebloguear. Saludos cordiales.
Es cierto que en toda relación de «poder» está planteado que «Hacer un mal para evitar otro mayor» es lo más sensato, por lo menos así es como lo «venden» y por desgracia convence a muchos . Y sí es triste pero «Lo que cuenta es el resultado… como en los partidos de fútbol.» 🐾
El quid radica en romper la cadena del mal. Hay males abominables (los genocidios) y males de poca monta (sustraer unos euros del monedero de mamá). Pero todos son males y, en cuanto tales, igualmente rechazables.
Ese distingo lo abordó Mr. Allen en su película «Delitos y faltas». Fino hiló para demostrar que sólo los primeros son condenables. O sea, Mr. Allen dejó abierta la puerta por donde el mal podía entrar y seguir haciendo de las suyas. Saludos cordiales.
Ya, solo que caemos en tema delicado: definir el mal. Según quién, en qué contexto … y es en esta relativismo que están estos «menores o mayores» también en los absolutos sin contexto ni atenuantes… Lo que ayer era malo, hoy resulta bueno y viceversa, lo define el poder y su panóptico que todo lo ve.
En un mundo privado de trascendentalismo, en el que la fe no es más que una forma de optimismo barato, en el que pocos asumen el desafío socrático (su esperanza en el más allá), la única respuesta posible es la tuya: el poder tiene la última palabra. Por eso es tan codiciado. Por eso estamos metidos en un callejón sin salida.
Totalmente de acuerdo, a falta de fe como la esperanza en el más allá (y agrego) de futuro, de la perspectiva del largo plazo, el legado… solo el poder responde a las necesidades básicas… y hasta allí llegamos. Básicos y manipulables por el Maquiavelo de turno. En todas las épocas y países hay por lo menos uno (aunque afortunadamente no tan brillantes😉) 🐾