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Posts Tagged ‘libertad’

328.- “Nada hay más maravilloso que la enumeración, instrumento privilegiado para componer las más perfectas hipotiposis (=descripción de una persona o cosa)” Umberto Eco.

329.-El mal se cobija en la multitud desde donde ejerce su dominio sobre el individuo.

330.-La crítica social en conjunción con una propuesta utópica abre las puertas del infierno.

331.-La paradoja no falla. La mejor forma de incardinarse en la realidad es la imaginación. El camino más seguro para lograr un objetivo es el opuesto.

332.-El apasionamiento no es tanto una prueba de amor como de soledad interior.

333.-El ser humano tiene conciencia de la brevedad de su vida, de su soledad, de su desvalimiento. Nada tiene de extraño que aspire a evadirse de esa prisión.

334.-Si abolimos el mundo exterior sobreviene la locura. Si hacemos lo propio con el interior, nos cosificamos.

335.- Yo y los demás. El uno y el otro. La identidad y la diferencia. Esa zanja no se salva mediante la fusión orgiástica, que es uno de los avatares de la filosofía de la intensidad, ni mediante el conformismo.

336.-El objetivo de las sedicentes sociedades avanzadas parece ser eliminar las diferencias. Y a esa uniformización encamina el cúmulo de leyes y normas.

337.-Desde el punto de vista religioso igualdad significa que todos somos hijos de Dios. Desde el punto de vista legal que la justicia es la misma para todos. Desde el punto de vista kantiano que los seres humanos son fines, no medios. ¿Qué más se puede añadir que tenga sentido?

338.-La creatividad es una respuesta o una reacción individual con repercusión a nivel social. Partir de la superestructura conduce al gulag.

339.- “El amor que no engendra amor es una desgracia” dijo Marx. Si el amor es una expresión de vitalidad, un acto gratuito de afirmación y reconocimiento del otro, una prueba de superabundancia, ¿por qué iba a sentirse desgraciado si no obtiene una respuesta? Cabe preguntarse si el amor al que alude el filósofo es un sucedáneo o una transacción. Desde luego no es el que describe san Pablo en su Primera Carta a los Corintios, capítulo 13.

340.-Libertad de hacer lo que me dé la gana versus libertad para andar mi camino. La primera es embrutecedora, la segunda es creadora.

341.-Pasar por el aro significa interiorizar la ideología inherente a un sistema y hacer propias sus reglas del juego, de forma que se oscila entre las obligaciones y las gratificaciones sancionadas sin cuestionar esa dicotomía.

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Este psicoanalista de origen alemán se ocupó también del problema del mal o, según su planteamiento, de la capacidad del ser humano para el bien y para el mal, que es el subtítulo de esta obra.

¿En esencia el hombre es bueno o malo? Esta es la controvertida cuestión a la que quiere dar respuesta. ¿Somos lobos, que es lo que sentenció Hobbes, o corderos? ¿O somos unos mutantes que podemos revestir una u otra piel? ¿Unos híbridos que unas veces atacan y se alimentan de carne y otras veces rumian mansamente?

Fromm parte de un análisis de la violencia, la cual constituye un hecho innegable. Distingue cinco clases y expone las motivaciones inconscientes que las desencadenan, a saber, la juguetona o lúdica (no es destructiva ni está impulsada por el odio), la reactiva (es defensiva, no es tampoco destructiva, su raíz es el miedo, es la más corriente), la vengativa (su función es devolver el daño recibido, el desengaño y la desilusión pueden ser también su causa), la compensadora (como la anterior es destructiva, su raíz es la impotencia, el sadismo es una de sus manifestaciones) y, por último, la sed de sangre arcaica (animalización del ser humano, implica una profunda regresión).

Estos tipos de violencia van “in crescendo” hasta llegar a la alegría de matar. Así pues, la patología es cada vez más grave.

Tras bucear en los sustratos inconscientes sobre los que se levanta el precario edificio humano, Fromm introduce el tema de la libertad.

El filósofo humanista habla de orientaciones o tendencias que podemos dirigir a favor o en contra de la vida. Las segundas constituyen el núcleo del mal, cuya quintaesencia la representa el denominado “síndrome de decadencia”, al que se opone el “síndrome de crecimiento”.

Esas tendencias u orientaciones son las siguientes: necrofilia versus biofilia (amor a la muerte frente a amor a la vida), tristeza versus alegría, narcisismo versus amor, y fijación incestuosa en la madre versus independencia y libertad.

Partiendo de este supuesto, Fromm define la naturaleza humana “no como una cualidad o una sustancia dada, sino como una contradicción inherente a la existencia”.

Para vencer nuestros miedos y nuestra soledad damos o una respuesta regresiva (retrocedemos) o una respuesta progresiva (avanzamos). Y este es el quid. El hombre no es ni bueno ni malo sino una contradicción que exige tomar partido. Y no olvidemos que la nueva situación creará otras contradicciones a las que será necesario buscar solución.

Así que, finalmente, desembocamos en la libertad de elegir. Para este envite hay que tener una correcta percepción de las posibilidades reales e irreales. Hablamos de los indeterministas. Para los deterministas tal libertad no existe.

“La maldad es un fenómeno específicamente humano. Es el intento de regresar al estado pre-humano y de eliminar lo que es específicamente humano: razón, amor, libertad. Pero la maldad no sólo es humana sino trágica. Aun cuando el hombre regrese a las formas más arcaicas de experiencia, nunca puede dejar de ser humano; de ahí que nunca puede sentirse satisfecho con la maldad como solución. El animal no puede ser malo; sus actos están de acuerdo con sus tendencias intrínsecas que sirven esencialmente a su interés por sobrevivir. La maldad es el intento de trascender la esfera de lo humano a la esfera de lo inhumano, pero es profundamente humana porque el hombre no puede convertirse en un animal, como tampoco puede convertirse en Dios”.

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XXIII

Habían colocado el cadáver dentro del ataúd y el ataúd en mitad de la habitación. Tu abuelo, con las manos unidas sobre el pecho y un pañuelo alrededor de la cara sujetándole la mandíbula, parecía dormir apaciblemente.

Los sufrimientos de los últimos días lo habían demacrado, su pelo negro y brillante del que tan orgulloso estaba, se había puesto blanco.

La tensión de sus rasgos se había esfumado, las canas le daban un aire de beatitud, la lividez de la piel resaltaba lo evidente.

Vosotras estabais sentadas a su vera: tu abuela, tu tía, tu madre, tu hermana y tú. Tu tío andaba por allí lloriqueando porque la muerte de su padre le había afectado sobremanera.

Chocaba ver al engreído y autoritario de tu tío sonándose los mocos a menudo, con los ojos hinchados y rojizos, hablando con un hilo de voz.

A él le gustaba alardear de falta de sentimientos para reforzar su imagen de hombre duro y de vuelta de todo. Una actitud diferente la consideraba una merma de su masculinidad.

Afligidas, esperabais el momento en que os desharíais en lágrimas, en que os levantaríais temblorosas, traspasadas de dolor.

XXIV

A la muerte de tu abuelo siguió un luto riguroso. La puerta y las ventanas de tu casa se cerraron al mundo y quedasteis enclaustradas.

Se impuso un nuevo ritmo de vida donde no eran posibles las escapadas, a las que tanta afición les tenías. De esa época data el alejamiento de tus amistades.

Ignoro si te adaptaste bien o mal. En cualquier caso nunca manifestaste desacuerdo ni disgusto. Si al principio tuviste que luchar contigo misma, es algo que yace en el olvido.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que no destacabas por tu ingenio ni por otras cualidades que hiciesen de ti una compañía apreciada. Ocurría más bien lo contrario.

Siempre fuiste un poco pava. Pertenecías a la clase de niñas que se enganchan del brazo de otra y pasan todo el rato riendo sin motivo y diciendo bobadas. Por esa actitud fuiste blanco de bromas y te bautizaron con diversos motes en los que se combinaban la penetración psicológica, el humor y la crueldad, siendo “la Tonta” el que gozó de más aceptación.

De tu paso por la escuela y de tu adolescencia sobrenadan algunas anécdotas que rememoras en las contadas ocasiones en que te encuentras con una compañera de entonces.

“¿Te acuerdas de…?” Y habláis de la maestra baja y gruesa, entrada en años, que os tiraba la regla cuando se encolerizaba. “La pobre se ponía histérica” “Pero es que no nos callábamos” “Gritaba como una loca” “Decía que no éramos niñas sino cafres” “Al pasar despedía cierto tufillo” “Y nos obligaba a ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar” “Cuando llegaban los primeros calores, se ponía colorada y no paraba de abanicarse” “¿Qué ha sido de ella?” “Nos castigaba de cara a la pared” “Por la tarde echaba una siestecita” “Cuando llegaba el mes de María, nos mandaba traer flores para adornar el altar que montaba en la clase”.

Tu tío afirmaba que no te gustaba la escuela, que no servías para los estudios, que eras corta de entendederas. A lo mejor lo decía solamente por meterse contigo, por satisfacer esa manía suya de hacer chistes a costa de los demás.

Tú no eras una lumbrera, pero tampoco un tarugo. Eras normal.

Aun siendo sosa, no dejabas de captar la poesía de los días lluviosos en los que, sorteando charcos, llegabas jadeante y feliz al colegio. Ni dejabas de saborear el placer de la libertad cuando salías por la tarde después de dos horas de no hacer nada, pero en las que había que guardar la compostura so pena de que la regla voladora se estrellase en tu cabeza.

Tumultuosas estampidas y gritos de júbilo coronaban la jornada escolar. Una vez fuera del recinto, arrojabais las carteras en la acera y os poníais a jugar al tejo, a los cromos, a lo que fuese, olvidadas del mundo, disfrutando plenamente de ese periodo de tiempo comprendido entre la salida y la vuelta a casa.

La libertad se podía tocar con las manos. No era un concepto abstracto. Era un hecho real. Libertad era vivir esos minutos absorbidas en dar al tejo el impulso justo.

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270.-Primero dice una cosa, luego se desdice. Se atiene al clásico refrán: “Donde dije digo, digo Diego”. Esta es una de las características del poder y sus acólitos. El revés y el derecho se confunden o se intercambian a placer. Toman una medida y dan un porqué. Si otro hace lo mismo, ni la medida ni el porqué valen. Ambos son barridos con un despectivo golpe de mano. El poder es justificación plena de sí mismo. Esto significa que no tiene fundamentos o que los tiene todos, desde el primero hasta el último.

La misma situación puede recibir diversos tratamientos que serán aptos si quien los pone en práctica está dotado de poder, y que serán arrojados al cubo de la basura si quien los propone es un don nadie o por tal es tenido.

El poder dice y se desdice, hace y deshace, ata y desata. Esa es su esencia, tanto a nivel doméstico como social. Su enemigo mortal es el respeto, al que odia más que a nada en el mundo porque es el espejo donde ve reflejadas sus siniestras facciones.

Pero el respeto, como todas las demás virtudes y principios, se lo pasa por el forro, por la piedra o por donde haga falta si molesta demasiado. Se podría resumir la historia de la humanidad como un intento, hasta ahora infructuoso, de hacer entrar en razón al poder. Pero es que, no hay que señalarlo, el poder y la razón se llevan fatal. Son incompatibles. Nadie conseguirá nunca mezclar homogéneamente el agua y el aceite más allá de cinco segundos.

El poder tampoco tiene que dar explicaciones. O si se quiere, tiene tantas para cada momento, para cada lugar, para todos los gustos, que es como si no tuviera ninguna. Hoy da una, mañana otra y pasado mañana emite un comunicado en el que afirma solemnemente que todo lo ha hecho por el bien de la ciudadanía, del pueblo o de la humanidad en pleno. Y tan pancho.

Por supuesto infunde miedo. Hoy sí, mañana no. Sartas de mentiras pronunciadas con la mejor intención. Arbitrariedades sin cuento. Esa es el meollo del poder, que se camufla continuamente, que es camaleónico.

El poder, al igual que el viento, cambia de dirección cuando le parece, chaquetea a su antojo, tiene una consumada habilidad para maquillarse y ponerse moños.

Y no se vaya a incurrir en la simpleza de asociar el poder a una clase, a un estamento o a quien más coraje dé. Porque el poder es sólo suyo y de quien se pliega a él, que puede ser cualquiera con ambición y escasos o nulos escrúpulos, cualquiera con la conciencia y la manga igual de anchas.

El poder ignora la objetividad. O sea, se ríe de la verdad que, según declara sin empacho, no sabe lo que es o niega su existencia o le clava el estoque de su mordacidad. La verdad es, junto con el respeto, el otro Pepito Grillo al que el poder aplasta de buena gana a las primeras de cambio. Ambos le producen urticaria, los soporta a duras penas, sólo si no hay más remedio. Pero en cuanto ve dos dedos de luz, o más bien de sombra, les da el zapatazo.

El poder se nutre de los motivos personales, de las mezquindades de cada uno, de sus frustraciones, de sus sueños de grandeza, de todo aquello que excluye al otro, que lo acoge sólo en la medida en que comparte o se presta a su juego. Los poseedores del poder no quieren iguales. Como mucho, colaboradores o, más exactamente, colaboracionistas. La verdad del poder es que crea lacayos.

Nadie comparte el poder voluntariamente. Por eso se producen tantas guerras y refriegas, por eso hay tantas tensiones. El poder se arrebata y esta es una de las raíces, tal vez la más importante, de las calamidades que nos asolan.

El poder tiende, pues, a la perpetuación y a la imposición, a hacer prevalecer sus intereses.

Negación de la objetividad, martillo del respeto, el poder, que nunca da su brazo a torcer, hocica tan pronto como emerge una de esas dos realidades con la suficiente fuerza.

El poder, que no parte peras con nadie, tiende a engordar, como un insaciable animal de aspecto cada vez más monstruoso. Su destino es el despotismo absoluto. Esa charca cenagosa es su medio natural, es ahí donde encuentra su perversa realización, su ponzoñosa felicidad, alcanzadas a costa de hundir en la miseria a los demás. El despotismo no es otra cosa que la imposición de la propia voluntad, es decir, una ilegitimidad por contraposición a la legitimidad, basada en unos conocimientos o un estatus adquiridos objetiva, libre y respetuosamente.

El poder lo apetecen los individuos aquejados de una subjetividad hipertrofiada, dominados por la soberbia, el poder sin cortapisas, el poder que hace saltar los goznes y que cambia las reglas del juego para retroalimentarse.

Resumiendo, el poder es un abrevadero del mal. A beber esa agua turbia van aquellos cuya caracterología o patología se ha reseñado en el párrafo anterior. Su campo de acción se extiende a todos los ámbitos. No reconoce al otro. Niega la verdad pero admite las verdades siendo la suya la que pita. Así que a callar y a obedecer.

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224.-Me pregunta Emma: “¿Sabes cómo se hacen los descubrimientos?” “¿Cuáles?” “Los científicos, los artísticos” “Nunca me he planteado esa cuestión” “Yo sí”.

Me quedo mirándola expectante. En vista de que ha callado, la animo a seguir hablando. “No se hacen a través de la lógica ni de la razón” “De la razón lógica” “Me he expresado con propiedad: de ninguna lógica ni de ninguna razón. Los caminos trillados no conducen a ningún hallazgo realmente novedoso sino a resultados probables, los cuales constituyen aportaciones importantes desde luego.

“No me estoy refiriendo a la raciocinación. La capacidad deductiva y el conocimiento de los datos son presupuestos ineludibles para el trabajo intelectual, sea de la clase que sea. Eso está admitido. Sabemos asimismo que la modorra de la razón engendra monstruos.

“Pero las grandes ideas que desvelan horizontes insospechados no germinan en esa tierra. Visualizo la lógica y la razón como líneas verticales y horizontales que se entrecruzan formando una cuadrícula o una rejilla que nos aprisiona.

“Para que se produzca un descubrimiento genuino hay que liberarse de esas coordenadas. No es la verticalidad y la horizontalidad las que lo propician sino la oblicuidad y la lateralidad. Ambas son esguinces que con gallardía realiza la mente. Es de esta forma como se consigue escapar y abrir una nueva vía”.

“¿Y ese movimiento oblicuo o lateral es voluntario o tienen que darse unas condiciones determinadas?” pregunto. “Esos movimientos, como tú los has llamado, o quiebros son el producto de vislumbres intuitivos y oníricos. Es en el terreno de la intuición y de los sueños donde salta la chispa de la genialidad.

“Ese material incongruente y surrealista es el caldo de cultivo donde surgen las grandes ideas. En ese magma la lógica y la razón pintan poco o nada.

“Posteriormente hay que objetivar y elaborar esos atisbos para extraer de ellos todas sus consecuencias, las cuales deben ser contrastadas y sometidas a los análisis pertinentes y a la piedra de toque de la crítica.

“Partimos de la base de que uno domina el área de conocimiento correspondiente. Yo, que nunca he puesto los pies en un laboratorio, no voy a descubrir ningún elemento químico desconocido hasta este momento.

“Pero es en esa parte oculta de la mente, la que no se deja acotar mediante coordenadas, la que se manifiesta a través de la intuición y los sueños, donde se hallan las claves o las luces capaces de iluminar parcelas inéditas de las ciencias y de las artes. O simplemente de la realidad”.

“Las personas que proceden de esa manera” replico, “corren el riesgo, me temo, de que las tomen por chifladas” “Muchas de ellas son, en efecto, especiales. No son como el común de los mortales. Es posible incluso que abunden los “borderlines”. Pero son ellas, en todos los ámbitos, las que mantienen viva la llama de la creación.

“La mayoría de nosotros estamos atrapados en la red geométrica como peces moribundos, atravesados por los ejes cartesianos como mariposas clavadas con alfileres. La libertad y la inventiva exigen una huida en diagonal”.

 

 

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XXIII
Es como estar cruzando
constantemente un río,
sintiendo en la garganta un apretado nudo.
Y los ojos nublados y acelerado el pulso.

Sin retorno posible,
sólo queda avanzar
y al menos la otra orilla
intentar alcanzar.

Sintiendo la emoción
como un ave enjaulada
que locamente ansía
su libertad perdida.

Sintiendo los latidos,
el río embarrancado,
las aguas espumeantes,
el cielo encapotado.

 

 

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XXI
Mi libertad consiste en afinar mi oído,
en ponerme al servicio,
para que de mí broten,
pujante chorro de agua en mil gotas abriéndose,
fruto maduro y grávido soltando su simiente,
espíritus alados recorriendo la tierra
y otorgando la vida,
para que de mí broten
mágicas, cristalinas,
refrescantes, precisas,
convertido yo en cauce por donde corran raudas,
torrente fecundante,
para que de mí broten, para que por mí corran
las sílabas sagradas,
las que nacen tan hondo y vienen de tan lejos
que insensatez sería decir que tienen dueño,
las que siguen su curso
como un río infinito,
las que un día me hicieron la gracia y el honor
de dejarme escuchar su bendito rumor.

 

 

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Y todo para qué
me pregunto y miro
a través de la ventana
los campos lejanos
el azul infinito
una libertad imposible
más allá de las copas de esos árboles
que cabecean al unísono
una paz que se aleja
sin atender a ruegos

Entonces sobreviene
ese golpe capaz de desnucarte
ese pájaro de alas cenizosas
ese iceberg a la deriva
en el océano del tiempo
esa amenaza atenazante
ese pico infernal
ese ángel geométrico y frío
ese emisario de la nada
la pavorosa nada
en cuyo honor se apagan
los colores del mundo

Y todo para qué
me pregunto y miro
un punto distante
tal vez inexistente

Y pienso
esta larga agonía
que sellará la muerte
este largo penar
para acabar pudriéndose

Y yo aquí
mirando a través de la ventana
contemplando aleros desagües y veletas
soñando con árboles que mecen sus copas
observando mis manos a la par que mi boca
se me llena de hiel

Ese vómito amargo
me coloca en el acto
donde me corresponde
gracias a esa lanzada
en mi costado izquierdo
reconozco quién soy

 

 

 

 

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Si miramos en dirección a Oriente y hacemos un pequeño cotejo, las diferencias existenciales y literarias saltan a la vista. La actitud del poeta oriental y la del occidental frente a la vida se podrían resumir diciendo que la del primero es de abandono y la del segundo de desconfianza. De la primera brota una genuina alegría de vivir. De la segunda la tentación de trampear y burlarse de las normas establecidas. En la primera está presente el sentido del humor, que supone una aceptación de la realidad tal cual es. En la segunda asoma la ironía, que es distanciamiento de lo real, cuando no abierto rechazo.
El poeta oriental no tiene que huir al campo porque vive allí. Ése es su hábitat natural y el vagabundeo es su estilo de vida.
El que más y el que menos tiene su vena de lunático o de borrachín, que le hace contemplar las cosas con benevolencia y un cierto fatalismo, pero la rebelión y la crítica están ausentes. A menudo experimenta un alborozo que se manifiesta en un asombro impensable en un poeta occidental del tipo de Pessoa o Baudelaire.
El poeta oriental no realiza deprimentes tareas burocráticas o académicas que ahogan su espontaneidad, sino que es un mendigo o un pescador. Un caminante que, con su hatillo al hombro, va de un lado a otro. Un gozador del paso de las estaciones. Un gourmet de paisajes.
El ansia de libertad alienta tanto en la poesía oriental como occidental, pero en ésta, concretamente en el poema de Pessoa, acaba en un gesto inconcluso, en un deseo truncado, en una felicidad incompleta, en un acto que revela cierto nerviosismo.
En aquella, sobre un fondo de montañas verdes y nubes blancas, se ve avanzar al poeta andariego viviendo esa libertad que se traduce en sencillas y exultantes constataciones poéticas:

Invierno

Ni una gota de rocío
cae
del crisantemo helado

Otoño

Día de apacible felicidad
el monte Fuji velado
por la lluvia brumosa

Verano

La libélula
intenta posarse en vano
sobre una brizna de hierba

Primavera

Desde el fondo
de la peonía
de mala gana sale la abeja

Matsuo Basho, Haiku de las Cuatro Estaciones

 

 

 

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20.- ¿Se puede concebir la izquierda sin la derecha, el día sin la noche o la mortalidad sin la inmortalidad?
Vivimos en una época sesgada que propone todo eso y se queda tan ancha. Y que nadie chiste.
Las grandes creencias han sido barridas. Vivimos en una época desalmada, en el sentido de carente de alma. También propone esto: cuerpos sin alma. Las realidades espirituales son, a lo sumo, objeto de mercadeo o de burla.
Sus lemas son dos: “Todo está permitido” y “Esto es lo que hay”. La única opción viable, correcta y aplaudida es recocerse en su propio jugo aderezado con la salsa del “carpe diem”, con ese delicioso ajilimójili.
El reconocimiento y el aprecio del mundo manifiesto no implican la negación de su opuesto complementario. Pero hablar de ese otro mundo no visible mueve a risa. O sea, hablar de la verdad, de la bondad y de la belleza como atributos divinos y como vías de salvación, hablar de la trascendencia, hablar de Platón, que es de quien parte la filosofía occidental, de la que se ha dicho que sólo son anotaciones a pie de página de la obra del pensador ateniense.
Para rellenar esa laguna de dimensiones oceánicas, proliferan las propuestas de goce inmediato. La reclusión en el aquí sin allá y en el ahora sin antes ni después. La glorificación de la tierra sin cielo. Lo que contemplamos sobre nuestras cabezas son los espacios siderales, el éter, el vacío.
El mundo es un lugar cerrado, un castillo con siete murallas alrededor. Fuera no hay vida, no hay nada.
Este estatus exige la aniquilación del impulso trascendente, el desarraigo de todo brote espiritual.
Nos encontramos en la paradójica situación de querer alcanzar nuevas cotas de libertad sofocándola.

 

 

 

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