Si miramos en dirección a Oriente y hacemos un pequeño cotejo, las diferencias existenciales y literarias saltan a la vista. La actitud del poeta oriental y la del occidental frente a la vida se podrían resumir diciendo que la del primero es de abandono y la del segundo de desconfianza. De la primera brota una genuina alegría de vivir. De la segunda la tentación de trampear y burlarse de las normas establecidas. En la primera está presente el sentido del humor, que supone una aceptación de la realidad tal cual es. En la segunda asoma la ironía, que es distanciamiento de lo real, cuando no abierto rechazo.
El poeta oriental no tiene que huir al campo porque vive allí. Ése es su hábitat natural y el vagabundeo es su estilo de vida.
El que más y el que menos tiene su vena de lunático o de borrachín, que le hace contemplar las cosas con benevolencia y un cierto fatalismo, pero la rebelión y la crítica están ausentes. A menudo experimenta un alborozo que se manifiesta en un asombro impensable en un poeta occidental del tipo de Pessoa o Baudelaire.
El poeta oriental no realiza deprimentes tareas burocráticas o académicas que ahogan su espontaneidad, sino que es un mendigo o un pescador. Un caminante que, con su hatillo al hombro, va de un lado a otro. Un gozador del paso de las estaciones. Un gourmet de paisajes.
El ansia de libertad alienta tanto en la poesía oriental como occidental, pero en ésta, concretamente en el poema de Pessoa, acaba en un gesto inconcluso, en un deseo truncado, en una felicidad incompleta, en un acto que revela cierto nerviosismo.
En aquella, sobre un fondo de montañas verdes y nubes blancas, se ve avanzar al poeta andariego viviendo esa libertad que se traduce en sencillas y exultantes constataciones poéticas:
Invierno
Ni una gota de rocío
cae
del crisantemo helado
Otoño
Día de apacible felicidad
el monte Fuji velado
por la lluvia brumosa
Verano
La libélula
intenta posarse en vano
sobre una brizna de hierba
Primavera
Desde el fondo
de la peonía
de mala gana sale la abeja
Matsuo Basho, Haiku de las Cuatro Estaciones
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Pessoa y Basho, dos poetas indispensables de la cultura universal porque con su obra nuestra mente se afina y nuestro espíritu se eleva. Bravo por esta serie, querido Antonio. Abrazote.
Así es. Son dos poetas pertenecientes a dos mundos con visiones distintas sobre la naturaleza y la cultura, a veces encontradas, lo cual no quita para que nos reconozcamos en ambos, que es el mérito de todo gran escritor.
En “Budismo zen y psicoanálisis” D.T. Susuki compara las dos actitudes vitales de Oriente y Occidente, sirviéndose también de un poema de Basho:
“Cuando miro con cuidado
¡Veo florecer la nazuna
junto al seto!”
La nazuna es una planta silvestre insignificante.
Y de un poema de Tennyson:
“Flor en el muro agrietado,
te arranco de las grietas –
te tomo con raíces, en mis manos,
florecilla- pero si pudiera entender
lo que eres, (…)
sabría qué es Dios y qué es el hombre”.
Puede que en el fondo ambos poetas sientan lo mismo, pero el oriental se limita a contemplar la flor; el occidental la arranca.
Es un estudio muy interesante (pág 9 y ss). El libro está editado en Fondo de Cultura Económica, México. Un abrazo.
Me pareció muy interesante y gracias por la ficha del libro, Antonio. Fuerte abrazo.
Hola Antonio, te he nominado para este premio http://reikiessalud.com/2014/02/19/premio-bloggywog-chrispmouse-cracking/
Un abrazo!
Gracias, Cristina, por acordarte de El Bosque Silencioso. Es un honor. Feliz miércoles.
Enhorabuena! Quién mejor que tu y tu bosque silencioso! El honor es mío, el de poder seguirte siempre que me lo permite el tiempo. Feliz día
Antonio, al leerte, no he podido evitar pensar en el yin y el yang, el día, la noche, la actividad, el sosiego, son diferentes pero se complementan. Además, si profundizamos un poco más, dentro de cada uno de ellos, se vuelve a dividir en estos mismos.
Pienso que en la literatura Oriental y Occidental pasa lo mismo, existen matices que hace que sus lecturas sean atractivas para el que las lee, independientemente de su origen.
Es una buena reflexión, un buen análisis. En efecto, esas dos actitudes fundamentales habitan dentro de todos nosotros. No se puede decir que la contemplación sea privativa de Oriente y el activismo de Occidente, aunque se pueden apreciar tendencias generales en ese sentido.
Pero si profundizamos, como tú propones, encontramos ese juego de luz y sombra (y el resto de los contrarios) en todas las civilizaciones.
Siempre he visto la cultura oriental como circular, el yin y el yang forman una circunferencia, la rueda que no cesa de girar, el eterno retorno (de las estaciones, de los días y de la historia).
Mientras que la cultura occidental la asocio a la linea recta. Hay una creencia en el progreso y, filosófica y religiosamente hablando, un deseo de trascendencia.
Así es Antonio, comparto tu opinión también, a pesar de que en Asia, esta última década, se va perdiendo la tradición oriental dejando paso tristemente, al menos para mí, al progreso. Mientras, pasaremos del crisantemo helado a las peonias en flor. Que por cierto, es mi flor preferida! Abrazo
Bonita entrada, Antonio, con una deliciosa reflexión y con comentarios de calidad. Los ‘occidentales’ siempre parecemos tan insatisfechos, pa no decir quejicas, pero el ‘control’ o desapego oriental, que admiro, a la vez me parece ‘mu soso, mu soso’ (con palabra de la Pili). Me hiciste reir con ‘un gourmet de paisajes’.
Admiro la literatura, sobre todo la poesía, y la filosofía orientales. Yo destacaría su afinada sensibilidad, su amor y respeto a la naturaleza, su bonhomía.
El hombre oriental, que pienso está ya contaminado (occidentalizado), tiende más a la contemplación. La idea de progreso le ha sido ajena durante siglos, es decir, los avances científicos y tecnológicos. Está más apegado a la tierra y a los trabajos manuales. Su universo es circular, repetitivo.
Los occidentales vivimos más tensos, más proyectados hacia el futuro y, por supuesto, más insatisfechos. Y seguramente más infelices.
En los orientales hay aceptación mientras que nosotros siempre queremos más y mejor. Su visión de la realidad tiene poco que ver con nuestro carácter, como la Pili pone de manifiesto en su apreciación.
Pero yo creo que los orientales tienen un gran sentido del humor, y que son unos grandes gozadores de la vida en un plano más discreto, más íntimo.
No lo sé, tengo miedo a las generalizaciones e idealizaciones, pero puedes tener razón. Sólo he podido constatar que todas las cultures vividas desde adentro son tan diferentes a lo imaginado, que al final, la diferencia, es a menudo una mera proyección.
Por favor, medio kilo de vinagritos. 😛
El campo está alfombrado de vinagritos. Así que medio kilo o más. Todos los que tú quieras para acidular la vida.
Muy interesante tu análisis.
Yo, aun con mil limitaciones, me identifico con el poeta oriental.
Pessoa era un escritor sedentario. Su centro de operaciones era Lisboa. Gustaba más de los sutiles placeres de la imaginación. Basho, más andariego y rural, de exquisita sensibilidad por cierto, supongo que, por esas razones, resulta más atractivo para un navegante como tú. Ambos son dos grandes poetas.
Brillante artículo Antonio, toda la razón. Es más sincera la poesía oriental, colma más el alma, la occidental se queda como esperando ese ” Algo”, insatisfecha. Considero la ironía como elemento de inteligencia.
Oriente y Occidente son dos visiones de la realidad (y hay más). Disfruto leyendo a Pessoa y a Basho. Y escuchando a Joan Báez.