II
El punto de partida es un bar azulado,
un bar donde se espesa el humo del tabaco
en las noches lejanas, en los días de antaño.
Un bar en una esquina, un bar en el que hablamos
del presente y sus penas, del futuro dorado,
un bar donde las horas a veces se estancaron.
Por un tramo sin nombre, un anónimo tramo,
inicio mi camino, mi íntimo itinerario.
Delante de una casa primorosa me paro,
donde vive una virgen en solitaria espera,
insomne vigilante y leal cancerbera,
que siempre está en su puesto como buena guardesa.
Sin tener que pagar óbolo ni gabela,
ni decir contraseña,
ni llamar a la puerta,
ni a través de la abierta
ventana pegar la hebra
con la hacendosa dueña
que como cada día realiza sus tareas,
con tan sólo pararme ante su alba vivienda
recibo el memorándum que es la llave secreta
de un mundo naufragado en antiguas galernas.
Con temor, con respeto, en esa calle estrecha,
de suave curvatura, como arco de ballesta
que se tensa y dispara su aterradora flecha,
me adentro encomendándome a mi propia entereza.
Con temor, con respeto, en esa calle estrecha,
de suave curvatura, como arco de ballesta
que se tensa y dispara su aterradora flecha,
me adentro encomendándome a mi propia entereza,,,,,,me gustaron mucho esas cuatras lineas.
Gracias, Tatiana. Esos versos reflejan la determinación de alguien que ha de recorrer un camino complejo, difícil, y sabe que sólo cuenta con su propio valor. Un abrazo.
Tu magnifica descripción sobre el sentido estrictamente individual de la vida, lleva implícita nuestra actuación durante las 3 transformaciones: el crecimiento, la maduración y el envejecimiento personal. Para Elizabeth Jelin, «cada persona, las nuevas experiencias y el horizonte de expectativas se transforman con el tiempo. Las memorias de lo vivido, los olvidos y amnesias, las urgencias, cambian. Cambia también el sentido de urgencia de trabajar sobre las herencias y los legados, sobre la conservación de huellas».
Un abrazo.
La salvación (la transformación, la metanoia) es una asunto personal, un compromiso de todos y cada uno de nosotros. Es nuestra responsabilidad. Otra cosa es nuestra incapacidad para realizar esa tarea que nos supera, y para la que es necesaria conectar con lo divino. A menudo los demás son un obstáculo que dificultan y hacen más arduo el camino.
Elizabeth Jelin tiene mucha razón: nuestra vida cambian con el tiempo y debería hacerlo en el sentido de una mayor espiritualización. Un abrazo.