Anónimas, provincianas ciudades
de tonos grises y cielo violeta,
en las que siempre había una veleta
tornadiza y un grupo de cofrades.
Brujuleando buscábamos del hades
la puerta oculta o la sulfúrea grieta.
En sus calles tocábamos retreta.
¡Oh gozosas y lejanas ciudades!
Anduvimos sin rumbo, como lobos,
por sus aceras y por sus zaguanes,
venteando los embriagantes arrobos.
Cayeron las ilusiones inanes.
Ya de noche, un porfiado calabobos
ahuyentó a los intrépidos galanes.
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Mágicamente bello: » Brujuleando buscábamos del hades la puerta oculta o la sulfúrea grieta.»…¿ Siempre es una llamada de atención la intencionalidad de buscar?, tierno final del poema.
El final del poema es bastante realista. Uno pretende vivir a tope, perderse incluso, pero la lluvia acaba aguando la fiesta, el viento acaba llevándose «las ilusiones inanes». Pero queda, eso sí, el recuerdo de «esas gozosas y lejanas ciudades» en las que amamos y sufrimos y soñamos…en las que vivimos en suma.
¿ Y si nos encontráramos un ángel por la calle sin esperarlo?
Gracias por la canción de Eros Ramazzotti.
En aquella época buscábamos más a los demonios que a los ángeles. Encontramos a unos y a otros. El que busca, si pone un poco de empeño, acaba encontrando.
Siempre es un placer considerar tus sencillas y sobresalientes palabras, Gran Maestría la tuya Antonio.