
En el cuerpo de miss Breuer predominaba sin discusión la línea curva. Sobre sus amplias caderas de matrona bávara que se estrechaban acusadamente en la cintura, se alzaba un busto majestuoso.
El día señalado estaba más nerviosa que yo, pero menos que mamá. Pasó toda la mañana probándose vestidos delante del espejo. Al final se decidió por unos pantalones verdes y un suéter de cuello alto con varias vueltas.
De esta guisa hizo irrupción en mi dormitorio, andando con dificultad a causa de lo ceñido del conjunto.
Mamá, que ya estaba de tiros largos y dirigía la tarea de mi engalanamiento, la criada, que la obedecía sin rechistar, y yo nos quedamos de una pieza.
Por lo general, miss Breuer mostraba una sabia predilección por las faldas que, sin anular los rasgos más sobresalientes de su anatomía, no los subrayaban tampoco.
“Estás encantadora” le dijo mamá, que fue la primera en reaccionar. “¿No es verdad, Juana, que esas prendas la hacen más joven?” La criada respondió con un “sí, señora” apenas audible.
Mamá tenía razón, aunque más que rejuvenecida, miss Breuer parecía aniñada.
La sonrisa que esbozó no disimulaba, sin embargo, su falta de convencimiento ante los halagos de mamá. Luego, a pasos cortos, se acercó a la ventana.
Como nos tenía acostumbrados a bruscos desplazamientos, pensé en un lógico temor a que las costuras estallasen.
Estaba indecisa. Había observado que yo no le quitaba los ojos de encima. Así que acabó preguntándome en alemán si me gustaba su atuendo. Me encogí de hombros y negué con la cabeza.
Miss Breuer suspiró y salió de la habitación tan de prisa como se lo permitían sus ajustados pantalones.
Mamá me reprochó mi impertinencia. Pero era el retraso en la partida lo que de verdad le molestaba
Teníamos concertada una cita con el presentador de un programa radiofónico. Dicho señor era amigo de un conocido de mamá. Nos esperaba en una cafetería céntrica a las once.
De allí nos encaminaríamos a los estudios de la emisora donde sería grabada la entrevista, en la que estaba previsto que participásemos mamá, miss Breuer y yo.
Por mi parte, además de contestar a las preguntas, debía mantener una pequeña conversación en alemán con mi institutriz, así como también recitar poemas en esta lengua, en inglés y en francés.
In illo tempore (L)
febrero 15, 2012 por Antonio Pavón Leal
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