Lo que tengas que decir, dilo directamente, sin jugar a responsabilizarme, a pillarme en falta, a dejarme en evidencia por algo que he hecho o he dejado de hacer. Sin buscarle tres pies al gato. Sin circunloquios. Sin reticencia.
Esa estrategia de culpabilizar es un pésimo recurso.
Seguramente se trata de un automatismo, de una grabación introyectada en la primera infancia que salta sola.
Tengo, según creo, suficientemente asumidas mis obligaciones. Tengo defectos y olvidos. Pero no tengo una conciencia deliberada de escaqueo o de inhibición.
Por eso no me gustan esas actuaciones sesgadas cuyo objetivo es mostrar o demostrar que no estoy a la altura de las circunstancias.
Te ruego que no me busques las cosquillas, que no conviertas cualquier asunto en una cuestión de honor o, todavía peor, en una cuestión de poder. Te ruego que no te enzarces en una discusión por una bagatela.
Esa es la forma más eficaz de destapar la caja de los truenos o, cuando menos, la de las mezquindades y los rencores.
Este proceso trae de reata el malestar y los reproches a uno mismo por haberse dejado arrastrar a otra trifulca, por no haberla cortado a tiempo, por no haber sido capaz de mantenerse en su sitio.
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Ricardo calló y se quedó mirando la estructura móvil que colgaba del techo. Bastaba que alguien pasase a su lado para que las plumas de colores se estremeciesen y las varillas metálicas resonasen. Según Raquel, era una escultura muy receptiva. Quizás por esa razón, él se había puesto a darle unas explicaciones que no le estaban destinadas.

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Magnífica tu concretización de una verdad Antonio, espléndido tu magia de hacerlo tan perfecto y sencillo. Siempre la manía de responsabilizar a los demás de nuestras debilidades o defectos, o el defecto de llevar constantemente sobre nuestro ser la palabra Responsabilidad, llega un momento en la vida que te cansa tanto de esa palabra tan llevada a cuestas en demasía que ya terminas por dejarte ir un tanto y a Vivir más ligera de equipaje, a lo que tenemos derecho.
Las cosas directas mejor aunque duelan, porque si nos andamos con rodeos el perjuicio a la larga es peor con toda seguridad. Existen personas que prefieren siempre las mentiras piadosas a la verdad, a veces está bien, pero no en todas las ocasiones, fingir cuesta en sumo grado si eres mal actor o actriz…y terminas diciendo la verdad…en fin cansa muchas cosas y la vida son dos días…cada cual es responsable de sí mismo…y punto.
Esa expresión es clave: «Vivir ligero de equipaje». Es, por cierto, una expresión machadiana. Cuanto más livianos vayamos, más disfrutaremos del viaje. Yo me llevaría solamente el sentido del humor. El de la responsabilidad es también importante a condición de no convertirlo en unos grilletes que nos impidan movernos. O en un arma arrojadiza con la que paralizar al prójimo. No podemos pretender que los demás respondan a nuestras expectativas. Por definición los otros no son «yo» (lo que yo quiero, lo que espero, lo que yo pienso que…).
Así que no juguemos ni encubramos nuestros deseos y frustraciones para obligar al otro a comportarse o a hacer lo que consideramos conveniente.
Lo expresas todo perfectamente en tu comentario.
Debemos aprender a vivir sin tantas ataduras…
Sin tantas ataduras y con más respeto.
Y aprender a restar seriedad a lo serio, aunque resulte difícil conseguir…
https://www.youtube.com/watch?v=SSCBznIC-NM
Restar seriedad a lo serio es una buena definición de «sentido del humor», que es la capacidad de distanciarse lo suficiente para no tener que pelearse con la realidad a todas horas, y ver las cosas con benevolencia y sin acritud.
Escuchar a la tuna (¡cuánto tiempo hacía que no disfrutaba de esta canción!) es una buena forma de vivir más ligeramente.
¡Lo ves Antonio, lo bonito que está quedando el Libro de Conversaciones!