28.-Es una cantinela monótona, un ritornelo machacón, una muletilla que surge por doquier, eso de que hay que vivir en el aquí y en el ahora, como si se pudiera vivir en otra parte.
Se mire como se mire y nos pongamos como nos pongamos, no queda otro remedio que atenernos a esas coordenadas. Ya estemos sanos o enfermos, ya seamos inteligentes o estúpidos, ricos o pobres, guapos o feos, ya tengamos o no tengamos ilusiones, ya estemos atravesando una buena o una mala racha, todos vivimos en el aquí y en el ahora, nos guste o no nos guste.
Repetir una y otra vez esa consigna, como si ésa fuera la panacea universal, la solución a todos los problemas, no conduce a ningún sitio. Es solamente una pejiguera más, la confirmación de que Perogrullo anda suelto.
El aquí y el ahora es una realidad tan rotunda, tan axiomática como afirmar que el todo es mayor que las partes. Así que cuando se recomienda ubicarse en la intersección de esos dos ejes, se está incurriendo en una obviedad.
Una gran falacia es identificar el tan cacareado aquí y ahora con el presente, que es otra cosa.
El presente es un periodo de la vida que corresponde a la infancia, es decir, a la edad de la inocencia. El pasado y el futuro, que son otras formas del presente, corresponden a otras etapas cronológicas del ser humano.
El pasado y el futuro no son abstracciones o quimeras sino manifestaciones vivenciales del presente. Afirmar de ellos que son falsos o engañosos es un ataque al presente, un intento de empobrecerlo o mutilarlo. De hecho, una negación del presente que quedaría reducido a ese aquí y ahora de nuestros pecados.
El pasado y el futuro son extensiones, proyecciones, dimensiones del presente, que es el lugar de convivencia de las edades del hombre, donde todas se dan cita, donde todas se manifiestan y hacen valer sus derechos. La riqueza y la complejidad del presente están en relación directa con esos aportes de distintas fuentes.
El presente de Proust estuvo constituido en su madurez por un análisis minucioso de su pasado, una recreación tan vasta y prolija que cualquiera puede rentabilizar su presente con la lectura de “En busca del tiempo perdido”. Por supuesto, es una tarea que hay que tomarse con calma. Se podría decir que Proust vivió un presente impregnado de pasado.
Otros escritores o simples ciudadanos colman el suyo de planes, proyectos y utopías, orientándolo hacia el futuro, imprimiéndole ese tono. Muchos ejemplos se podrían poner al respecto, sobre todo en el campo de las reformas sociales. La formulación de leyes y la creación de las condiciones necesarias para los cambios son los medios utilizados para propiciar el advenimiento de un rutilante porvenir.
El trabajo de Proust y el de los ciudadanos comprometidos tienen en común que se realizan en la edad adulta, que es a la que pertenecen el pasado y el futuro.
El presente sin mezcla de otros elementos, el más puro, es el de la infancia. San Mateo cuenta que Jesucristo puso un niño en medio de sus discípulos, y les dijo: “Yo os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18,3).
Cabe interpretar el Reino de los Cielos como el presente eterno, quedando el pasado y el futuro no abolidos sino subsumidos en esa totalidad trascendente.
Si nos atenemos a la enseñanza evangélica, no habría que dar la matraca con el aquí y el ahora, que tan a menudo no es más que un camuflaje del rancio “carpe diem”, sino insistir en la necesidad de volvernos como niños, de ser niños de nuevo para vivir realmente en plenitud.

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«Insistir en la necesidad de volvernos como niños, de ser niños de nuevo para vivir realmente en plenitud.» , me encantó !
Es una referencia al pasaje evangélico que contiene,a mi juicio, la clave de la felicidad. Los niños no juzgan, son espontáneos, aceptan la realidad, viven plenamente el presente. Un abrazo.
Asi es ! así son ! Un abrazo también.
Tienes razón, decir que hay que vivir el aquí y el ahora es una tontería…, no podemos estar en otro lado, pero hay veces que lo decimos porque nos creemos «profundos» porque lo leímos en no se donde…., saludos.
Yo creo que esa monserga forma parte de la ideología dominante. La realidad es mucho más compleja. No todo se limita a comer, beber, etc. Cuando miro a mi alrededor, a ciertos seres con tantas limitaciones y que, sin embargo, disfrutan de la vida, la frasecita de marras me parece la punta del iceberg de una gran manipulación (contra la que debemos rebelarnos). Un abrazo.
De acuerdo amigo.
Esto es hablar con coherencia y mantener los pies en el suelo. Brillante Antonio! Un abrazo fuerte.
Gracias, Cristina. Estoy seguro de que tú vives en el presente, en esa intersección espacio-temporal en que se dan cita lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos. Un abrazo.
Querido Antonio. Me ha gustado mucho tu bien elaborada propuesta de reflexión. Creo ver aquí uno de tus temas recurrentes :-). La rebellión contra el hedonismo ‘barato’ (jajaja, barato por supuesto no es, es carísimo 😉 ).. Hedonismo como ‘ideología dominante’ del poco esfuerzo y del nulo sufrimiento, que, personalmente creo, ha logrado absorber y retorcer un tanto el ‘carpe diem’.
El carpe diem se podría entender bien. Pues, si se entiende como método de concentración. Es decir, el procurar de hacer lo que realmente quieres hacer en la vida y no dejarlo siempre para ‘mañana’, pero, con ello me refiero precisamente a proyectos de futuro (o de vida) que tienen más bien un alto grado de profundidad. Proyectos que se han pensado en base de experiencias del pasado y que te permiten soñar sobre el futuro. Esto, creo que encajaría con la siguiente frase tuya: «El pasado y el futuro no son abstracciones o quimeras sino manifestaciones vivenciales del presente.» Con esto le doy ‘otro debatico’ al pobre carpe diem (como dice Leonor).
Por el otro lado, estaba pensando que los niños tambien tienen a veces mucho pasado. En los niños maltratados, por ejemplo, se puede ver. ‘El pasado’ tal vez guarda un secreto (?) y es el de la intensidad. La intensidad con que se han vivido cosas buenas o malas o la compleja mezcla entre estos dos. La importancia de los años reales (contables) que dejaste atrás (la edad) puede que no sean tan tan importantes sino más bien el cómo los viviste y qué aprendiste (para bien o para mal). No sé, me cuesta un poco ‘idealizar’ demasiado el estado transitorio de ‘niño’. La verdad, me encuentro más con (muy) mayores que viven ‘en plenitud’ (y no me refiero a la consumista).
Espero haberme podido explicar bien (si esto es español :-D). Feliz noche.
La infancia es el estado primigenio, la caída en el presente. Desde ese mismo momento empezamos a tener pasado y futuro, que están incluidos en el lote. Desde el momento en que caemos en la vida (creo que la palabra “caída” es la más exacta), estamos expuestos a multitud de contingencias que son vivenciadas por el niño con una gran intensidad, no sería exagerado afirmar que al cien por cien.
Haces referencia a nefastas experiencias tempranas que sólo pueden ser definidas como canalladas. En efecto, hay niños maltratados, abusados y explotados. Y el resto de sus años han de vivir con ese lastre. Mejor que vivir o convivir prefiero utilizar la palabra gestionar. Hay quien queda atrapado en ese cepo y quien es capaz de escabullirse y transformar esa infamia en una forma de vida aceptable.
No soy maximalista. Tengo claro que no somos todopoderosos. Ni “supermen” ni “superwomen”. Consciente de que la resistencia humana tiene un límite. Pero soy de los que piensan que hay que luchar en la medida en que lo permitan nuestras fuerzas y posibilidades en lugar de abandonarnos entre lamentos y críticas acerbas.
Me estoy acordando, respecto a las traiciones infantiles que son las más incomprensibles y las que nos enfrentan de manera más brutal al absurdo, de otra cita evangélica que es taxativa al respecto: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y que lo echen al mar” (Mc 9, 42). Según la interpretación canónica, “a uno de esos pequeños que creen en Él, en Jesucristo”. Yo me tomo la libertad de hacer mi propia lectura y entender a “a uno de esos pequeños que creen en el Reino de los Cielos o en el Reino de Dios, como ya expliqué en el post. Aunque supongo que una y otra cosa vienen a ser lo mismo.
La vida es sumamente injusta y, desde mi punto de vista, la cuestión estriba en cómo administrar ese cúmulo de atropellos, sinsentidos y estupideces, qué actitud adoptar, qué hacer con nuestra vida aunque hayamos pasado por un campo de concentración.
¿Sabes? No tengo nada en contra del epicureísmo ni del hedonismo. Es verdad que en lugar de emplear esas palabras tan manoseadas prefiero hablar del gozo de vivir y de hacer los honores a los dones de la tierra, a los muchos frutos que ésta nos ofrece, tan placenteros. Despreciarlos o tenerlos en poco sería una deslealtad. Yo no me cuento entre esos ingratos. Pero está igualmente claro que no soy un juerguista. Las francachelas me producen rechazo, las encuentro triviales e insanas.
Por lo dicho anteriormente, espero que pronto nos reunamos unos cuantos amigos (pocos, pues yo no soy chico de grupo) y en La Abacería o en la Cerca San Diego, que tiene una agradable terraza, descorchemos una buena botella de vino y pasemos una amena velada. El vino es, por cierto, uno de los motores de la civilización y de la convivencia. Nos vuelve comunicativos, caldea los corazones, nos reconcilia con la vida. Quizá algún día tendremos la ocasión de compartir una copa de buen caldo, acompañada de algo sustancioso para controlar sus efectos, y comprobar que esto que digo es cierto. Chinchín.
P.D.-Creo haber entendido cabalmente lo que expresas en tu réplica. Sobre todo, esa última frase en que afirmas que te encuentras con mayores que viven en plenitud. No me cabe la menor duda. La vejez (tras una vida vivida y no malbaratada) es una etapa semejante a la infancia, pero con el aporte de muchos años de experiencia. Lo que dices me ha recordado a mis abuelos maternos, a los paternos no los conocí, y desde luego para mí ambos, cada uno en su estilo, constituyen indiscutibles puntos de referencia.
Sé que el español no es tu lengua materna, pero francamente lo dominas muy bien.
Corrección: Los años reales (contables) que dejaste atrás (la edad) puede que no sean tan tan importantes sino más bien el cómo los viviste y qué aprendiste (para bien o para mal).
Gracias por tu respuesta, Antonio.»El vino es, por cierto, uno de los motores de la civilización y de la convivencia.» Me encanta el vino, sobre todo el vino tinto. Ay el vino. Cosa tan bella. Tambien para dibujar.