…estábamos sentados en la terraza de la cervecería Torre del Oro. Era una de esas reuniones sentimentales de antiguos compañeros de carrera. Primero tomaríamos una copa y luego iríamos a cenar. Habíamos convenido que los niños se quedarían con los abuelos o con un vecino complaciente. Las criaturas, aun siendo angelicales, se ponen latosas tarde o temprano.
De todas formas, hay niños y niños. El de Julián Rosales pertenece a la categoría de los insoportables. Julián y su mujer no habían encontrado a nadie con quien dejar al pequeño. Tampoco se les ocurrió contratar a una canguro. Insistieron en que lo sentían mucho.
Manolito empezó a dar la murga sin pérdida de tiempo. Traía una pelota que los padres, para congraciárselo, le habían comprado por el camino. El niño empezó a botarla cada vez más fuerte hasta que se le escapó de las manos y rompió un vaso. Los padres le riñeron y Manolito se puso a llorar al lado de Alfonso García, cuyo horror por la infancia no es ningún secreto.
El niño no paraba de berrear. Observamos que Julián estaba cada vez más nervioso. Poniendo a mal tiempo buena cara, le sugerimos que lo dejara desahogarse. Ya se cansaría.
Craso error por nuestra parte. Alfonso, que no sabía cómo quitárselo de encima, se metió la mano en el bolsillo y dio una moneda a Manolito a la par que le decía entre dientes: “Toma, ve a comprar algo y deja de llorar, que te pones más feo que una cotufa”.
El niño corrió adonde estaban sus padres para enseñarles el dinero. Tras restregarse los ojos y la nariz con el dorso de la mano, les preguntó: “¿Qué es una cotufa?” “Una qué. Habla claro” “Ese hombre me ha dicho”…
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In illo tempore (LVIII)
Posted in In illo tempore, tagged Alfonso García, cervecería Torre del Oro, Julián Rosales, Manolito on abril 25, 2012| Leave a Comment »