El guachancho
Animal redondo y lanudo, de ojos como cabezas de alfiler y patas muy cortas, rudimentarias.
Cuando anda, siempre a punto de perder el equilibrio, su esfuerzo resulta cómico. Avanza a duras penas y acaba sin resuello. La posición bípeda erecta constituye un martirio para él.
De pequeño es juguetón y le encanta echarse a rodar, no pudiendo detenerse hasta que choca contra la pared o contra un mueble, donde rebota como si fuera de goma.
De mayor sólo recurre a esa estrategia cuando tiene prisa o cuando quiere escapar a un peligro. Un guachancho adulto evita comportarse como una cría.
Pese a tener desarrollado el sentido de lo que es propio de cada edad, le encanta hacer cabriolas en la intimidad. Si casualmente es descubierto, se aflige tanto que puede llegar a enfermar.
Hablando con propiedad, no es un animal doméstico aunque se adapta a convivir con el hombre.
No es exigente en cuanto a su alimentación. Él mismo se desparasita en un rincón del patio. Nunca en la vida se atrevería a entrar en la casa con los pies sucios o chorreando agua.
Es leal y agradecido. Hace compañía y se le puede confiar una criatura en la seguridad de que velará por ella.
Para tenerlo contento basta hacerle un regalo de vez en cuando. No es necesario que sea caro. Lo que el animal tiene en cuenta es el detalle.
Lo que más le gusta son las cajas de música y las plantas (es un excelente jardinero). Detesta las cintas de colores y los cascabeles.
Pero tiene una sensibilidad a flor de piel. Éste es su principal inconveniente.
En el trato con él hay que ser cuidadoso. Es un termómetro que marca con exactitud el grado de alegría o tristeza ambiental. A sus ojillos ocultos tras los pelos no se les escapa nada.
No es aconsejable dejarlo ver la televisión ni escuchar la radio, pues las malas noticias lo deprimen.
Si no se toman estas medidas, es probable que el guachancho desaparezca y no acuda a nuestra llamada.
En este caso, para evitarle la vejación de nuestra indiferencia, hay que ponerse a buscarlo enseguida.
Lo encontraremos con toda seguridad en un rincón apartado y oscuro.
Con cariñosas palmadas y palabras de consuelo el guachancho se recupera. También surte efecto una argumentación convincente.
No se debe cometer la imprudencia de amarrarlo ni obligarlo a subir escaleras, que son sus enemigos naturales.
Este animal es sólo recomendable para aquellas personas que no pierden los estribos con facilidad. Si su dueño, en un rapto de ira o de mal humor, le levanta la mano, el guachancho muere en el acto.

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