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Posts Tagged ‘coreografía’

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El cielo pasó del rojo fuego al cárdeno y al gris, mezclando vetas y tonos, como un grandioso calidoscopio que girase lentamente.
Las copas de los árboles se apelmazaron en una compacta masa verdinegra.
Con las últimas luces del día, las bocas de las cuevas se pusieron a arrojar murciélagos en una regurgitación que parecía no tener fin.
Salían de estampía al exterior, como reses a las que hubiesen mantenido apretujadas en un corral y les hubiesen abierto la puerta.
Su vuelo irregular y alocado hacía que uno se preguntase cómo no chocaban unos con otros a pesar de entrecruzarse continuamente.
Considerando que se contaban por miles, un encontronazo se tendría que haber producido tarde o temprano. Pero esa eventualidad, contra todo pronóstico, no se materializó.
Tras desentumecer las alas, regresaron a la pared rocosa, donde se posaron.
En poco tiempo, el acantilado, convertido en gigantesca alcándara, quedó ocupado en su totalidad por los murciélagos.
Los ruidos de la selva se habían apagado. Sólo se escuchaba de tarde en tarde un chillido lejano que moría rápidamente.
Por un momento, la sensación de estar viviendo una pesadilla fue tan intensa que me faltó el aire.
Mucha gente encuentra a estos animales repulsivos e incluso siniestros. Vuelan pero carecen de la gracia de los pájaros. Sus costumbres, como la de pasarse el día colgado cabeza abajo, poco tienen que ver con las del resto de los mamíferos. En fin, son unos híbridos raros que inspiran escasa simpatía.

                          
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De repente, los orejudos abandonaron la cresta rocosa en silenciosas bandadas.
Sería falso afirmar que evolucionaban como un cuerpo de baile o que ejecutaban elegantes piruetas. Pero sus tumultuosos desplazamientos e inusitados giros sugerían los movimientos de una rudimentaria coreografía.
A veces, sin motivo que la justificase, se producía una espantada y los murciélagos salían disparados en todas las direcciones. Luego, se reagrupaban en multitudinarias formaciones en las que se apreciaba un cierto orden.
Sabía que se alimentaban de insectos y frutas, pero no vi un solo murciélago que se adentrara en la selva.
A pesar de sobrevolar constantemente los manglares, no se tenía tampoco la impresión de que estuvieran cazando mosquitos.
Fue entonces cuando uno de los quirópteros se destacó de la turbamulta y enfiló hacia el mirador.

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