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Posts Tagged ‘el niño de cara caballuna’

II

182.-El niño de cara caballuna se acercó a su compañero por detrás. Este se había agachado para atarse los cordones de los zapatos. Completamente ajeno a lo que se tramaba a sus espaldas, recibió una patada en el trasero que lo tiró al suelo. Cuando se volvió con la estupefacción pintada en el rostro, vio al agresor que reía a mandíbula batiente. Al ser preguntado por el motivo de ese acto violento, el niño de rasgos equinos negó que lo fuera. Dijo y redijo que sólo se trataba de una broma. Como el otro había adoptado una posición que invitaba a propinarle un puntapié, él se lo dio. Poco menos afirmó que la culpa era de la víctima por haber doblado el espinazo para hacerse el nudo de los zapatos. No sólo el agresor celebró esta canallada, otros niños presentes también la encontraron graciosa y corearon las risas.

Para los menos, incluido quien sufrió ese injustificable ataque, fue una maldad perpetrada a plena luz del día. El mal encontró un cauce o un adecuado ejecutor en el niño dentón y de frente estrecha que satisfizo así su necesidad de humillar y de adquirir, él que era inferior en todo, una superioridad espuria basada en la fuerza bruta y en el respaldo cobarde de los demás.

El niño de quijadas prominentes y mirada aviesa que no presagiaba nada bueno, ni corto ni perezoso, con la felicidad pintada en su rostro alargado, cuando el otro se inclinó, le arreó tal patada que le hizo perder el equilibrio y caer. Si no hocicó, fue porque le dio tiempo a poner las manos en el suelo.

No era la primera vez que el niño caballuno realizaba hazañas de este jaez. De él se podía decir que era un esbirro del diablo cuyas órdenes no desobedecía nunca. Cada vez que se le presentaba la ocasión de maltratar u ofender, la aprovechaba. No era ningún enfermo. Sencillamente se divertía de esa forma.

El acto realizado era gratuito y rezumaba genuina maldad. Y así era necesario reconocerlo por los demás si no querían convertirse a su vez en otros malnacidos. Ese era el primer paso: la identificación del mal. Era necesario llamarlo por su nombre.

El mal es un medio para alcanzar determinados fines (claro lo tenía Maquiavelo), pero también es un fin en sí mismo. El mal en función de determinados objetivos y el mal por el mal. El mal como instrumento y el mal como gozo.

La patada en el culo era un acto de maldad en estado puro. Su gratuidad era la prueba. En el caso de la maldad en función de un objetivo se pueden alegar razones y coartadas, uno puede acogerse a una causa justificatoria. En el caso de la coz no hay ningún beneficio de por medio, sólo la emoción o el placer que ese acto genera en el ejecutor.

Por la cabeza del niño de rasgos equinos no pasó la idea de disculparse puesto que ni siquiera admitía la crueldad de su comportamiento. Si hubiese solicitado un sincero perdón, el mal habría sido derrotado.

No sólo no se retractó sino que se afianzó en su postura. Se trataba de una broma y así había que aceptarlo aunque al otro no se lo pareciese en absoluto.

El niño de cara caballuna fue más lejos. Cuando la víctima le pidió cuentas, se engalló y dejó claro que estaba dispuesto a llegar a las manos si era preciso.

 

 

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