Tengo tanto que hacer
a todas horas
que de dónde sacar
cinco minutos.
Tengo tanto que hacer
que acabo el día
mortalmente cansado.
Y después está la vida
social
(eso se sobreentiende)
que nos exige
estar siempre a la altura.
Y si bien nadie ignora,
por haberlo sufrido en carne propia,
que no hay mayor fastidio,
¿quién es el guapo que se planta?
Es difícil (imposible, diría)
encontrar ese tiempo necesario.
Lo curioso del caso
es que cinco minutos
pueden ser suficientes,
cinco minutos
sin peros ni evasivas,
sin dimes ni diretes,
sin rodeos ni engaños.
Lo curioso, lo trágico.

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported