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Posts Tagged ‘las clases de solfeo’

Cuando salía de mi habitación, donde permanecía con la cortina echada y la lámpara apagada, a mis ojos les costaba trabajo acostumbrarse a la luz y a mis oídos a las voces.
Pero tarde o temprano tenía que cruzar la frontera de mi silencioso y oscuro reino y pasar al otro lado. Tarde o temprano tenía que poner los pies sobre la tierra, al decir de Jorge, para quien este asunto no tenía vuelta de hoja.
Además, no había dos mundos. El que yo forjaba al calor del brasero era ilusorio. Una triquiñuela para eludir la realidad. Un refugio.
Tenía que enfrentarme al verdadero, a ése que me parecía trazado con un tiralíneas, geométrico, lleno de aristas, maniqueo.
Fuera de mi recinto me sentía torpe. En los bares tropezaba con las patas de las mesas. Yo mismo reconocía mi ineptitud.
Sentado en el sillón, alargaba la mano y hurgaba en los papeles desparramados encima de la mesa. Cogía un folio y, sin encender el flexo, revolviendo libros, volcando el cenicero, buscaba un bolígrafo o un lápiz. También necesitaba una carpeta en la que apoyarme.
Tras estas accidentadas capturas, me concedía unos minutos de descanso. Luego garabateaba lo que se me fuera ocurriendo.
Los resultados de esta experiencia solían ser ininteligibles. Si conseguía desentrañar ese galimatías, la decepción era la recompensa.
Lugares comunes y sandeces originales constituían el cañamazo de esos textos redactados a oscuras cuyo destino era la papelera.
Si yo no salía, unos golpes en la puerta de la habitación me lo recordaban. Era mi madre anunciándome la hora de la clase de solfeo.

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