Dulzura de las tardes invernales
al amor de la lluvia y el brasero,
cuando el viento se vuelve mensajero
de verdades ignotas y cabales.
Lentos atardeceres estivales,
vuestra gloria radiante yo venero,
cuando moroso el resplandor postrero
pone fuego en vidrieras y cristales.
Del otoño azuleando en el estero
y embalsamando el aire con sus sales,
me llegan su tibieza y su tempero.
Iridiscentes luces cenitales
confluyen e iluminan por entero
tulipanes, glicinias y rosales.

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