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Posts Tagged ‘liturgia’

                                 II
Fue el sabelotodo de su marido quien le dio la clave para salir de ese atolladero, para seguir avanzando en la dirección correcta. Isaac estaba leyendo un libro sobre el origen de las religiones donde se decía que el hombre primitivo descubrió pronto el valor trascendente de los gestos. Este hecho constituía un denominador común de todas las manifestaciones religiosas.
Cuando Isaac hizo este comentario en el tono afectado que le granjeaba tantas antipatías, Laura lo miró con la esperanza reflejada en el rostro.
Su marido siguió hablando de ceremonias y rituales en los que los gestos ponían a los mortales en contacto con la divinidad. No eran movimientos gratuitos y proliferantes sino precisos y escuetos. No se expandían en todas las direcciones como una plaga sin control sino que se encaminaban a un fin.
El mundo profano se servía también de este poder santificador de los gestos como era dable observar en el acto de colocación de la primera piedra de un edificio civil o en la ceremonia de los Oscar, sin olvidar las tomas de posesión de cargos importantes, las aperturas solemnes de congresos y senados, los juegos florales y los juegos olímpicos o la peregrinación al mausoleo de Lenin.
En todas esas celebraciones, los gestos se elevaban a un nivel superior de significación, se santificaban.
Fuera civil o religioso, en cualquier ceremonial subyacía el mismo espíritu y dominaba la misma pretensión de neutralizar el sinsentido de la mímica y frenar su tendencia al desdoblamiento.
Laura reflexionó largamente sobre este asunto. Le iba en ello la cordura, la posibilidad de escapar a un destino de autómata o replicante, la vacuna contra la tentación teatrera.
Sospechaba que la erradicación total de las crisis era un sueño. Le bastaba con que la irracionalidad gesticuladora se mantuviese dentro de unos límites tolerables.
A veces, en la calle, en una tienda o en el autobús, un inesperado ademán la desestabilizaba, una pasmarotada abría las puertas del absurdo y sobrevenía la enajenación. Y en ocasiones la náusea. La terrible náusea que se instalaba en la boca del estómago.
Pero siguió esforzándose en ver las caras tras las caretas, en descubrir individuos en lugar de monigotes, en acogerse a la liturgia como un medio de preservar su integridad psíquica y sacralizar la existencia.

 

 

 

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