20.-Nadie tiene comprada la vida, pero el mañana llega. Lo sabemos por experiencia. Partiendo de este presupuesto le dio el consejo de ser previsor. Le recordó desenfadadamente viejas historias de vacas gordas y vacas flacas.
Pero esas consideraciones fueron catalogadas de monsergas. Desde luego, iban a contracorriente del pensamiento dominante que se puede resumir en tres palabras: vivir a tope.
Arramblar con todo lo que uno pueda aquí y ahora. Detrás no hay nada. Delante tampoco. ¿Por qué apurarse?
La rueda de la fortuna no para de dar vueltas. Unas veces se está arriba y otras abajo. Como esto es así y no puede ser de otra manera, la sugerencia de ser prudente provocó la emergencia de un muro doctrinario que cerraba el paso al diálogo.
Vivir el momento presente se ha convertido en una trampa para incautos y botarates, que no quieren ni oír hablar de distanciamiento para beneficiarse de un poco de perspectiva.
El momento presente, se quiera o no se quiera, de una u otra forma, disfrutándolo o sufriéndolo, lo vive todo el mundo. Pero esa perogrullada es la piedra angular de la posmodernidad.
Ese pleonasmo, hijo de la ignorancia y de la compulsión, ha sido elevado a los altares y se le inciensa como se ha hecho siempre con los ídolos de toda laya.
Ese atolondramiento que no admite razones, que se alza en armas en cuanto se cree amenazado, que no ve más allá de sus narices, es uno de los signos de nuestro tiempo.
Ese hedonismo intransigente es un cartepillar que aplasta lo que se interpone en su camino.
De esa manera lo único que se consigue es cegar la profundidad, la riqueza y la trascendencia del ahora.
Pero esta filosofía banal, sin horizonte, de miras tan estrechas y limitadas, arrasa. Es el nuevo caballo de Atila.

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