XI
Ciertamente era un asno, como tal rebuznaba.
Encogía los brazos,
enseñaba los dientes y soltaba un rebuzno.
No se puede decir que diera gusto verlo.
Narices palpitantes, húmedas, aplastadas,
frente y cara alargadas,
ojos inexpresivos de bestia resignada,
tenía en la barbilla cuatro pelos y medio.
Lo que se dice hablar, hilvanar una frase
o saber comportarse
eran cosas ajenas a este garañón,
no tenían que ver con su naturaleza.
A pesar de las coces,
de las locas carreras, de las ventosidades,
no era ningún peligro.
Era sólo un castigo.

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.