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Posts Tagged ‘Rudyard Kipling’

La Bhagavad-Gita es el canto del Dios o el canto del Bienaventurado.

“Venerable poema sagrado, ciencia del Ser Supremo. Coloquio entre el venerable Krishna y Arjuna”.

En él suenan las trompetas a las que responden los cuernos. Se escucha el retumbar de los tambores y de los timbales. Y el vibrar de los címbalos. El estruendo de la guerra.
Aunque la derrota y la victoria importen lo mismo, el consejo del venerable Krishna a Arjuna antes de la contienda es terminante:

“¿Cómo tal abatimiento te domina en este trance difícil? Él es propio de villanos, él te aleja del paraíso; es infame. No llegues jamás a acobardarte, oh príncipe. Nunca la cobardía halle en ti asiento. Echa de tu corazón esa mezquina debilidad y levanta tu ánimo, oh tormento de tus enemigos”.

El placer y el dolor, la pérdida y la ganancia valen lo mismo. Lo decisivo es armarse para el combate.
No obstante, las acciones humanas deben ser desinteresadas. De lo contrario, quien las ejecuta se verá abocado a la transmigración, al destino nada apetecible de renacer una y otra vez en este mundo. La Bhagavad-Gita condena esta actitud de forma rotunda:

“Miserables son aquellos a quienes mueve a obrar el resultado de sus actos”.

Los paraísos, como motivación, quedan descartados. Y cuando se ofrecen, como el de Indra, a lo más que llegan es a residencia temporal. El bien supremo no mora en esos amenos lugares a la larga forzosa y mortalmente aburridos. La Bhagavad-Gita lo cifra en la total emancipación.
Aparte de cumpliendo con sus obligaciones, que es lo que encarecidamente Krishna recomienda a Arjuna, ese feliz objetivo se logra siendo indiferente a todas las cosas. Este es el telón de fondo de la Bhagavad-Gita. A los bienes y a los males, a la alegría y a la tristeza, al éxito y al fracaso, a todos esos impostores hay que tratarlos de igual modo (como señala también Rudyard Kipling en su poema “Si”). La moneda con la que hay que pagarles es la impasibilidad.
Si no se atiene a esta conducta, el ser humano será pasto de la transmigración, uno de los dogmas presentados en esta obra. Desgracia que sobreviene como colofón de la siguiente cadena:

“Del apego a los objetos sensibles se origina el deseo; el deseo engendra la pasión desordenada; la pasión desordenada es causa del error; el error perturba la memoria; perturbada la memoria, se destruye la razón; destruida la razón, perece el hombre”.

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Si

Entre los poemas “terapéuticos”, Si, de Rudyard Kipling, ocupa un lugar de honor. Debería ser obligatorio leer, e incluso memorizar, estos versos en la adolescencia, cuando la desorientación y el extravío, que siempre acechan, adquieren con frecuencia un tinte dramático.
Si actúa como una vacuna que contrarresta las penalidades de los viajes emprendidos por los navegantes bisoños.
De la primera a la última línea, que es el colofón o conclusión de la cadena de condiciones anteriores, no hay una sola que pueda considerarse superflua. Todas y cada una de ellas encierran verdades como puños.
La lectura periódica de este poema ayuda a enderezar el rumbo y a no dejarse atrapar por los cantos de las mortíferas sirenas. Ayuda a mantener la cabeza alta y la confianza en uno mismo.
Si es un compañero de andadura que no te regalará los oídos, que te dirá lo que tiene que decirte llana y directamente.

Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila
cuando todo a tu lado es cabeza perdida;
si en ti mismo tienes una fe que te niegan
y nunca desprecias las dudas que ellos tengan;
si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera;
si, engañado, no engañas;
si no buscas más odio que el odio que te tengan.
Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres;
si al hablar no exageras lo que sabes y quieres;
si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo;
si piensas y rechazas lo que piensas en vano;
si tropiezas con el triunfo, si llega la derrota
y a los dos impostores los tratas de igual forma;
si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofisma del orbe encanallado;
si vuelves al comienzo del trabajo perdido,
aunque esa obra sea la de toda tu vida;
si arriesgas al momento y lleno de alegría
tus ganancias de siempre a la suerte de un día,
y pierdes y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era;
si logras que tus nervios y tu corazón te asistan,
aun después de su fuga de tu cuerpo en fatiga,
y se agarren contigo cuando no quede nada,
porque tú lo deseas y lo quieres y mandas;
si hablas con el pueblo y guardas tu virtud;
si marchas junto a reyes a tu paso y tu luz;
si nadie que te ofenda llega a hacerte una herida;
si todos te reclaman, y ninguno te precisa;
si llenas un minuto envidiable y certero
de sesenta segundos que te lleven al cielo,
toda esta tierra será dominio tuyo
y aún mucho más,
serás hombre, hijo mío.

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