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La redicha Conchita ¿qué habrá sido de ella?
La vida, ya se sabe, aplica correctivos,
a menudo severos.
Respondona, cortante, pasaba todo el tiempo
haciendo morisquetas, parpadeando, brincando,
como aquella famosa ratita presumida.
La faldita saltona, los músculos del cuello
tirantes, en relieve, por el continuo esfuerzo
de singularizarse, era la negación
de la espontaneidad.
A veces se las daba de chica de ciudad.
Ojos desencajados, dedos agarrotados,
hablando con finura marcaba las distancias,
nos dejaba perplejos.
Tenía sobre todo un recurso infalible
para desconcertarnos. Eran las frases hechas.
¿Dónde las aprendía? ¿De dónde las sacaba?
En el momento justo el tópico soltaba,
letal, devastador. “Esto no te compete”.
Estas rudas palabras dejaban confundido
a su destinatario, que ya fuera de juego,
sin saber qué decir ni cómo reaccionar,
remataba la escena haciendo una gansada
o con la boca abierta.

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