Entre los poemas “terapéuticos”, Si, de Rudyard Kipling, ocupa un lugar de honor. Debería ser obligatorio leer, e incluso memorizar, estos versos en la adolescencia, cuando la desorientación y el extravío, que siempre acechan, adquieren con frecuencia un tinte dramático.
Si actúa como una vacuna que contrarresta las penalidades de los viajes emprendidos por los navegantes bisoños.
De la primera a la última línea, que es el colofón o conclusión de la cadena de condiciones anteriores, no hay una sola que pueda considerarse superflua. Todas y cada una de ellas encierran verdades como puños.
La lectura periódica de este poema ayuda a enderezar el rumbo y a no dejarse atrapar por los cantos de las mortíferas sirenas. Ayuda a mantener la cabeza alta y la confianza en uno mismo.
Si es un compañero de andadura que no te regalará los oídos, que te dirá lo que tiene que decirte llana y directamente.
Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila
cuando todo a tu lado es cabeza perdida;
si en ti mismo tienes una fe que te niegan
y nunca desprecias las dudas que ellos tengan;
si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera;
si, engañado, no engañas;
si no buscas más odio que el odio que te tengan.
Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres;
si al hablar no exageras lo que sabes y quieres;
si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo;
si piensas y rechazas lo que piensas en vano;
si tropiezas con el triunfo, si llega la derrota
y a los dos impostores los tratas de igual forma;
si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofisma del orbe encanallado;
si vuelves al comienzo del trabajo perdido,
aunque esa obra sea la de toda tu vida;
si arriesgas al momento y lleno de alegría
tus ganancias de siempre a la suerte de un día,
y pierdes y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era;
si logras que tus nervios y tu corazón te asistan,
aun después de su fuga de tu cuerpo en fatiga,
y se agarren contigo cuando no quede nada,
porque tú lo deseas y lo quieres y mandas;
si hablas con el pueblo y guardas tu virtud;
si marchas junto a reyes a tu paso y tu luz;
si nadie que te ofenda llega a hacerte una herida;
si todos te reclaman, y ninguno te precisa;
si llenas un minuto envidiable y certero
de sesenta segundos que te lleven al cielo,
toda esta tierra será dominio tuyo
y aún mucho más,
serás hombre, hijo mío.
Hay un cuento de Kipling que se titula transgresión que me dejó marcado, es una historia de amor cruel. Hay escritores que no escriben, apuñalan con sus letras y su razón, y este es uno. Gracias por traerlo.
Sí, yo recuerdo también algún cuento de Kipling que me hizo pensar, o que me dejó perplejo. Al leer tu comentario, me han entrado ganas de releerlos, porque, cuando los lei, creo que no los aprecié en todo lo que valen. Así que gracias a ti por recordar al Kipling cuentista, en el sentido literario de esta palabra. Y, en particular, voy a buscar ese que citas: «Transgresión».