Los dorados amentos de la encina
refulgen sobre el oscuro follaje,
como temblorosos puntos de anclaje
que atraen la mirada con sordina.
En la gozosa quietud vespertina,
como caireles de un hermoso traje,
ponen notas de luz en el aguaje
de la arboleda solemne y cetrina.
Este efímero esquilmo que engalana
la adustez de la encina centenaria
—titilante joyel que se desgrana
con una prontitud estrafalaria—,
es la fuente cabal de donde mana
la eternidad con fuerza extraordinaria.
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Es un soneto precioso. ¿Me podrías confirmar si es la época de estos amentos de la encina? No tengo ninguna por aquí cerca para comprobarlo.
Gracias, Guido.
Sí, ahora es la época en que las encinas florecen y cuelgan de sus ramas esos racimos dorados, que se llaman amentos.
Uno de los aspectos que más respeto de tu trabajo literario es tu esfuerzo por encontrar la palabra justa para expresar lo que quieres. Además de eso la rima y la métrica! Muy buen trabajo, preciosos los versos, tan elocuentes que enaltecen a un árbol ya añoso, como se trata a los ancianos en muchas culturas.
Enhorabuena!
Tus palabras me hacen muy feliz.
En este trabajo hay todo eso que señalas: esfuerzo, dedicación, cariño. Como tú sabes, no es un trabajo fácil, haya o no haya rima de por medio. Pero en ello estamos, aun sabiendo que «nuestro arte es una cima inaccesible».
En cuanto a la encina, es un árbol que mi inspira mucho respeto. Es casi un tótem.
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