II
El oso, cuya paciencia tenía un límite, harto de explicaciones y acribillado de aguijonazos, reaccionó airadamente un día.
La gota que rebosó el vaso no fue otra picadura a traición, sino el sermón que encima tuvo que soportar.
Una avispa de cintura estrechísima y ojos azules le dijo sin parpadear que las dosis de veneno inyectadas eran por su bien, para que recuperase la conciencia social. En esos términos se expresó ese insecto redicho y presumido. “Hasta aquí hemos llegado” respondió el oso, al que también le reprochaban su vozarrón.
Ni iba a dejar de roncar, porque eso era algo que no dependía de su voluntad, ni iba a dejar de andar como lo hacía, porque era un oso y no una comadreja, ni tampoco iba a dulcificar su voz con jarabe de arce o haciendo gargarismos con una mezcla de agua caliente, zumo de limón y miel como le habían aconsejado. Los elefantes barritan, los pájaros pían y los osos tienen una voz retumbante. Sólo los peces y los muertos guardan perpetuo silencio.
En un arranque de cólera, el oso cogió un palo y se dirigió al nido de avispas derribándolo a trancazos limpios.
Descargó furibundos golpes y pisoteó los trozos que cayeron a su alrededor, de forma que sus moradoras más tardas en reaccionar, las menos avispadas, se podría decir, acabaron despachurradas en sus casillas de barro.
Este atentado con víctimas provocó un escándalo en el bosque. El oso fue criticado, censurado y denostado. Las avispas, por muy chinchorreras que fuesen, no se merecían ese castigo desproporcionado.
Las martas, llevándose las manos a la mancha amarilla del cuello, los armiños, alisándose su pelaje estival de color canela, las gráciles comadrejas que no podían estarse quietas, los turones, las garduñas, las somnolientas marmotas, todos los dulces animales del bosque reunidos en cónclave coincidieron en que el oso no era digno de vivir en comunidad.
Aunque era cierto que las avispas no caían simpáticas, y los dulces animales las rehuían, sobre todo los que habían probado el sabor de su veneno, para ellas sólo hubo palabras de aliento y de apoyo en su justa reivindicación de venganza.
A ese mostrenco achocolatado había que desterrarlo. Se oyeron gritos de: “¡Fuera! ¡Fuera!”. La solidaridad con las diezmadas avispas se tradujo en una condena unánime.
Todas las soluciones que habían propuesto al oso, habían caído en saco roto. Todas habían sido desatendidas. Los aguijonazos recibidos, que serían dolorosos pero que no eran mortales, estaban justificados.
Era un animal violento, incapaz de controlar sus estados de ánimo. Un peligro público como lo demostraban su conducta antisocial, su ofuscación asesina y su perseverancia en el error. La masacre perpetrada no podía quedar impune.

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Gracias, Sara, por regloguear la entrada. Y feliz día.
La desproporción…, pero esta claro que ahí lo que predominó fue el marketing….
Creo que no te entiendo 😕 El marketing es una técnica de venta o un estudio de mercado ¿no? Me has dejado intrigado.
Las avispas supieron hacer mejor su campaña, «somos las víctimas, sólo queríamos corregirlo, es un insociable…, etc». Se presentaron como buenas, santas, víctimas, inocentes, bien-intencionadas, etc. etc. pero no contaron sus provocaciones, sus malos modos, su afán por modificar el comportamiento de otros a su antojo…, de ese modo, manipularon la opinión de «la masa», las tuvieron de su parte, es decir, su campaña de marketing funcionó perfectamente frente al oso (abusión, insociable, etc. etc.). ¿Cómo crees que funcionan las campañas de «concienciación»? No es la verdad, es la verdad que te quieren contar…,
No se me había ocurrido ver la situación desde ese punto de vista «comercial». Desde luego el oso no sabe venderse. Es un ser demasiado primario, atento a la realidad inmediata, sin capacidad ni gusto para hacer planteamientos a medio o a largo plazo con el fin de obtener un beneficio. Es como es y así se acepta, se conforma y disfruta.
No es el caso de las avispas que, sagaces y calculadoras, crean una estrategia y la llevan a cabo. Tú lo explicas muy bien. Son ellas, en efecto, las que se salen con la suya. Los animales del bosque, incluso los que no les tienen aprecio, se ponen de su parte, las apoyan y secundan la condena del oso.
¡Aayyy! Ese es el problema, un buen marketing hace buena hasta la porquería…., jajaja