III
Tras el veredicto y la sentencia, se planteó el problema de quién le ponía el cascabel al oso. Automáticamente la tropa dio un paso atrás.
Por fortuna, las martas y los armiños habían previsto esta contingencia. Ellos conocían a una manada de lobos que estarían encantados no sólo de llevar el mandato de expulsión, sino de hacerlo cumplir.
Río de por medio, puesto que, por muchos pactos de convivencia que hubiese entre ellos, era más prudente mantener las distancias, desde su orilla, una delegación de mustélidos comunicó el fallo de la asamblea a los cánidos.
Los lobos entornaron sus ojos oblicuos y, mostrando sus afilados colmillos en una sonrisa que heló la sangre de los pequeños mamíferos, se despidieron asegurando a sus aliados que quedarían satisfechos.
“Ésos piensan darse una comilona” dijo un armiño. Ninguno de los presentes replicó nada.
Al día siguiente, río de por medio, volvieron a verse. Los dulces animales del bosque querían saber si sus socios habían cumplido el encargo, aunque no estuvieran interesados en saber cómo.
Los lobos no estaban de buen humor. Rebullían, se acercaban a la orilla del agua como si quisieran beber o saltar. No paraban de gruñir. ¿Qué les ocurría?
El jefe de la manada habló por fin. Empezó preguntando por qué los habían engañado. Los dulces animales, cada vez más nerviosos, no comprendían nada.
El lobo explicó que en la osera no había nadie. Esa cueva maloliente estaba vacía. “¿Qué quieres decir con que no hay nadie?” preguntó asombrada la comadreja. “Quiero decir exactamente eso” fue la cortante respuesta.
Los dulces animales se miraron unos a otros. La luz se hizo en su entendimiento. El oso se había ido. Él mismo había tomado la decisión de abandonar el bosque. Había llegado a la conclusión, a pesar de su cazurrería, de que era preferible vivir en un lugar menos fino pero más respetuoso.

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Si señor, es preferible vivir en sitios menos finos y más sinceros, respetuosos y que aceptan a los seres como son. Muy buen final. Felicidades.
Gracias, María. Para mí la palabra clave en las relaciones humanas (tendría que decir «animales» ateniéndome a los personajes del cuento, que es una fábula) es respeto. La palabra tolerancia me gusta mucho menos. Y la palabra amor se ha convertido en un comodín que sirve para todo. Hay cosas que no nos gustan, que no entendemos o que no aceptamos, lo cual no quiere decir que sean malas sino sólo diferentes.
Con frecuencia sentimos la tentación de querer acomodar a los demás a nuestros deseos o expectativas. El oso se rebeló y optó por seguir siendo un oso en otra parte. Un abrazo.
Buena decisión.
Interesante y diplomático final, estos enfrentamientos irresolubles, a veces, tienen fácil solución…lo difícil es tomar esa decisión, que en el fondo no deja de ser una cesión…
Disfruté mucho con Lucrecia y su enemiga gris, dos maravillosos personajes con un carácter indomable, aun sospechando cual sería el final, era previsible, dilaté lo mas posible la lectura de las últimas páginas, cuando algo me gusta tanto me fastidia que se acabe…disculpa el retraso con el que llego a todo, el trabajo me roba cada vez mas tiempo.
El libro es extraordinario, es una preciosa historia relatada con un lenguaje y un estilo impecable, me fascinan tus personajes, Los Hilandarios con su peculiar idiosincrasia son una caja de sorpresas, cualquiera de ellos está a la altura de los protagonistas,a Tomasa , por ejemplo, creo que le quedaron cosas por contar, de como su estancia en Pedrochico modeló ese carácter…es un personaje entrañable, no quiero extenderme mas pero si que sepas que me encantó!!
Enhorabuena Antonio, un abrazo
El cuento “El oso” es una fábula. Siempre me he manejado bien utilizando a los animales como personajes, como ocurre por ejemplo en “Lucrecia y la rata” y en otros libros que he escrito (“La colonia Memento” y un proyecto que tengo inacabado titulado precisamente “Asamblea en el bosque”). Esa fábula, como las de Esopo o Samaniego, salvando las distancias y sin ánimo de establecer comparaciones, son un reflejo de la vida humana y una reflexión, normalmente con moraleja. Las relaciones humanas, desde mi punto de vista, son complicadas. Hay que hacer cesiones, como tú señalas, tener paciencia, sentido del humor, y, principalmente, respeto para sobrellevarlas, ya sea a nivel familiar, laboral o amistoso. Pero prescindir de ellas es perder el sentido de la realidad, es decir, montarnos nuestro propio mundo, como Don Quijote, el cual poco tiene que ver con la realidad circundante, aunque su visión de los asuntos humanos sea infinitamente más generosa que la ramplonería y la mezquindad imperantes.
“Lucrecia y la rata” fue la primera novela que publiqué en papel (y en versión digital). Es como mi primer hijo, y aunque a todos los queremos, por este libro y por todos sus personajes tengo una predilección especial. Tú citas algunos, aparte de los principales, como Tomasa, Jardincito, la Filósofa y las congéneres de la Rata Gris… todos ellos conforman el universo de Las Hilandarias, ese pueblo imaginario de Andalucía Occidental en el que transcurre esta historia, ese enfrentamiento, me atrevería a decir, épico entre una comadre y una rata, las dos con una acusada personalidad.
Tu comentario me hizo muy feliz y me llevé una gran alegría cuando lo leí ayer. En efecto, esos personajes pueden dar más de sí. Y de hecho, no he podido privarme de volver a ellos. Algunos, literariamente hablando, estaban agotados, pero otros, como Tomasa, aparecen en otros trabajos en los que ella misma se ha colado sola.
Casi más que los personajes en sí, lo que he mantenido ha sido el marco, o sea, el escenario que ya está trazado, que es un universo en sí mismo, y que puede servir para desarrollar todas las historias de que mi talento sea capaz. Las Hilandarias, el cortijo de Pedrochico y otros elementos topográficos los he retomado y desarrollado en otra novela titulada “Exitus”, donde también un perro llamado “Dragón” tiene un papel importante, y sobre todo en una serie que había proyectado cuyo título genérico era y es “Políptico”. De momento sólo he escrito y publicado en papel el primer libro (Políptico I – Del color del fuego), y ahí me he quedado, aunque es verdad que tengo escritos doce capítulos del segundo libro cuyo título provisional es Políptico II – Mirando el azul. La idea de fondo era, simbólicamente, jugar con los colores. Por esa razón, la tercera y última entrega debería titularse Políptico III – El merendero de cristales de colores. Como ves, imaginación no me falta para poner títulos. También tengo tomadas numerosas notas. Pero falta lo más importante: las ganas, el entusiasmo, la implicación, el tiempo, la entrega…De todo lo cual estoy escaso, sobre todo de tiempo en esta época del año en que andamos de cabeza con los exámenes, las evaluaciones, las correcciones y todos los papeles que nos piden (el último un inventario del material del departamento). Gracias y un abrazo.
Coincido contigo en que las relaciones humanas son complicadas, de hecho creo que se basan en pequeñas cesiones como la de tu plantígrado.
Es cierto que se te dan bien las historias con animales, creas unos personajes entrañables, con una gran «personalidad», en ocasiones parece que asistiesen a alguna de las revolucionarias reuniones que relataba Orwell…leyendo las sesudas reflexiones de la Rata gris, se puede entrever el gran bagaje cultural que atesora su creador, te reitero mi felicitación!
Me alegra saber que mediante Exitus puedo mantener este hilo que me une a Las Hilandarias y a sus pobladores.
Como sospecho que es una cuestión mas de tiempo que de ánimos, yo te deseo suerte con tus proyectos, encontrarás el momento…
Confío en que la administración no te cause problemas por el excesivo uso de papel o el desmesurado consumo de lápices 🙂
Saludos.