De nuevo aletean las ilusiones de antaño,
las ilusiones que creías muertas
retoñan con inusitada energía.
Las habías desterrado
más allá de los límites de la conciencia.
Te portaste
como un príncipe contrariado y furioso
porque su hada madrina
se había negado a concederle un deseo.
Esa era la condena que merecían
esas engatusadoras,
que susurraban en tus oídos
promesas de felicidad,
que, entre risas y guiños de ojos,
ponían el mundo a tus pies.
Esas buhoneras
habían invadido con sus puestos de baratijas
el recinto de tus días,
ofreciendo sus collares de cuentas,
sus ajorcas doradas,
sus afeites, sus penachos de plumas.
Tenías que arrojarlas sin miramientos
fuera de tu vida,
si no querías quedar atrapado
en sus pregones.
Desde sus mercancías a sus palabras,
todo era falso.
Sus piedras preciosas
eran vidrios de colores,
sus juramentos
una sarta de mentiras.
Y este otoño,
como hace el mar en la playa
con su cargamento de algas,
ha depositado ante ti
esas denostadas,
y que hasta muertas creías,
ilusiones de antaño.

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Siempre vuelven las ilusiones de antaño, las no cumplidas, nos visitan en otros tiempos futuros, no sé si para recordarnos que en algo nos equivocamos o más bien para que no nos olvidemos de seguir con ilusiones, tienen sus peligros como no.
Al leer esto Antonio, me he acordado que hay también mercaderes de palabras, engañan a las personas con sus palabras y acciones falsas pero saben disimular bien y muchas personas quedan atrapadas en el cuento falso, por el contrario existen personas que utiliza las palabras para dar felicidad sin falsear nada, esas palabras no falseadas son las más preciosas, podrán estar equivocadas quizás pero son auténticas y más valiosas.
A un autor mercader de palabras no le sienta bien cuando le descubren…suelen censurar en sus blogs. Precioso poema. Saludos.
Cierto, Teresa, las ilusiones regresan como las golondrinas en primavera. Un día, sin esperarlo, las ves revolotear alrededor del campanario a unas, y surcando tu espacio vital a otras.
Este poema es una reacción bastante visceral contra esa ilusiones que uno quisiera olvidar, que incluso uno ha dado por muertas. Pero como ocurre en Don Juan Tenorio: «Esos muertos que vos matáis gozan de buena salud».
La autenticidad es, desde luego, la garantía de que, a pesar de errores, insuficiencias e imperfecciones, el autor o el ser humano están en el buen camino.
Encontrar su propia voz, aunque se suelten gallos o se chirríe como los grillos, es la tarea principal de cualquiera.
Como siempre, un comentario el tuyo inteligente y penetrante. Saludos cordiales.