En cuanto enfilamos la carretera, le preguntamos: “¿Qué tal la boda?” “Vosotros sabéis que esas cosas me espantan”. Ella había sido nada más y nada menos que la madrina, pero explicó: “Le correspondía serlo a mi madre, pero como ella es más rara que yo, y como soy la única hermana, tuve que pasar por el aro” “Claro, te sentiste obligada a aceptar ese cargo” “Esa carga”.
Nos contó que, sin que sirviera de precedente, se había comprado para la ocasión un vestido largo de color berenjena en el que no se hallaba. Prosiguió diciendo que asumió esa responsabilidad con una condición: los trayectos se harían en coche, o sea, de la casa a la iglesia, y de la iglesia al salón de celebraciones a pesar de que las distancias en el pueblo no son largas y se pueden recorrer cómodamente a pie, opción que escogen algunas parejas.
Esto fue lo que pactó con su cuñada, a la que atemorizaba esa exhibición pública, y que se manifestó encantada con la idea confesando que se quitaba un peso de encima.
Todo transcurrió según lo previsto. Fueron motorizados a la parroquia. La ceremonia religiosa, en la que sonó la marcha nupcial de Mendelssohn, fue muy lucida. Todo se desarrolló tan estupendamente que, al final, tras contemplar a la concurrencia desde las gradas del altar mayor, la flamante recién casada se creció.
La madrina observó con aprensión que, cada vez más segura, sacaba el pecho mientras pasaba la mano, alisándolo o acariciándolo, por su hermoso vestido de raso con encajes de Chantilly.
Cuando su marido, mirándola tiernamente, le ofreció el brazo y le dijo: “Vamos, el coche nos está esperando”. Ella, viéndose con fuerzas, replicó: “En coche no. Andando”.
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Jajajajajaja. Nunca había leído un cuento de «bodas» tan pintoresco. La novia es todo un caso. La pobre ni quería ni se hallaba en el vestido, pero ir caminando sí, aunque él no quiera. Muy bueno. Me gusta el lenguaje que manejas (en este caso, contrario a tu verso), bastante sencillo.
La prosa es diferente al verso y el lenguaje que se emplea, lógicamente, también. En este caso es sobre todo descriptivo.
Me alegro de que el cuento te haya divertido. Ese era el objetivo: provocar una sonrisa o una carcajada. Saludos cordiales.
Me refiero a tu capacidad de manejar dos formas de lenguaje sin que una termine por irradiar a la otra (hay quien escribe poesía y su narrativa pareciera ser más poesía que otra cosa. Por eso lo dije).
Gracias por la aclaración.
Aunque no son dos compartimentos estancos, la poesía responde a una pulsión más inconsciente mientras que en la prosa hay más intencionalidad, más cálculo (también, para mí, más posibilidades de bloqueo). No son dos yoes diferentes (tal vez dos manifestaciones, entre las muchas posibles, del autor), pero cada uno tiene su propia dinámica y naturaleza.
Me gustó la alusión que hiciste en tu anterior comentario a la sencillez, porque ése es un objetivo tanto para la prosa como para el verso. Ser complicado es la tentación, lo fácil es enrollarse. Ser escueto y eficaz (sencillo) es lo difícil. Cordialmente.
Excelente final… esa vuelta de tuerca que tanto temía la madrina. Te quedó redondo el cuento, Antonio, Me encantó y me hace ser tu admirador fiel, amigo.
Te mando un grande, cálido y fraternísimo abrazo transoceánico, bardo.
Una de las irrefutables leyes de Murphy afirma que la tostada siempre cae al suelo por el lado de la mantequilla. Y otra podría ser, si no lo es ya, que siempre acaba ocurriendo lo que más nos tememos. Y eso le pasó a la madrina, a quien la novia asestó un golpe bajo.
Un gran abrazo y ten presente que sobre todo valoro tu amistad.
Existe la ley de la falsa expectativa (el desear que no pase algo que termina por acontecer) y confirma al pie de la letra lo que afirmas. Ten un excelente fin de semana y mucha energía creativa. Fuerte abrazo, amigo mío.