IX
Era bajo, ventrudo, igual que la tinaja
que tenía mi abuela en un rincón del patio.
Cuando contaba un chiste, se reía el primero
y salía corriendo, atragantado, hipando
por los golpes de risa.
Este lindo mostrenco creció, se acrisoló
para nuestra desdicha, engordó, descubrió
su auténtica afición, que eran el chismorreo
y la maledicencia.
El nene destacó, pues se dedicaba a ello
con verdadero empeño. Con dedo acusador
señalaba las faltas, los defectos, las pifias,
los pecados ajenos.
Cuando era necesario, llegaba a la mentira.
Una historia redonda exige desde luego
atar todos los cabos.
Era bajo, seboso, propalador de infundios.
Cuando estaba a cubierto, ponía de vuelta y media
a tirios y troyanos, trabucando palabras,
espurreando saliva, farfullando, ahogándose.

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La existencia de monstruitos a ocultas siempre han existido y les apasiona ser desapercibidos para hacer de las suyas. Cuánta razón llevas Antonio: » Una historia redonda exige desde luego atar todos los cabos.». Describes estupendamente esta clase de personas: » El nene destacó, pues se dedicaba a ello con verdadero empeño». Saludos.
Los monstruos, los fantasmas y los demonios forman parte del entramado de la vida. Y, en cuanto pueden, hacen de las suyas.
Sin duda, si uno pone empeño, destaca tanto para lo bueno como para lo malo. Este personaje eligió lo segundo. Saludos cordiales.
Y de repente me has recordado a la rica tradición poética española medieval, renacentista y barroca: Arcipreste de Hita, el Lazarillo de Tormes, Quevedo…
Digno heredero de tan fenomenal tradición, Antonio querido, renovando con tu estilo, tus significados, tus reflexiones, tu duende.
Este bestiario cada entrega se pone mejor.
Sabes que te abrazo muy fuerte, mein lieber Freund.
¡Qué gran honor me haces! Que este poema te haya recordado a esos autores, que este poema, de alguna manera, entronque con esa tradición, es para mí un timbre de gloria.
Los tres que citas, a los que yo añadiría Le Celestina, constituyen el fundamento del realismo español, de la literatura como trasunto de la sociedad que a cada uno de ellos le tocó vivir, a la que echan una mirada crítica, no demasiado compasiva (salvo la de Juan Ruiz), desveladora de tantas miserias y mezquindades, pero sobre todo veraz. Y la autenticidad es quid de toda creación artística, la que nos permite avanzar o profundizar, para el caso es lo mismo, en el conocimiento del ser humano, si esa pretensión no es una simple quimera.
Últimamente he estado leyendo El Buscón, que en su momento dejé inacabado, de seguro porque es un libro escatológico e implacable que revuelve las tripas. La novela picaresca me arranca una sonrisa forzada. En Quevedo hay además, para mi gusto, un exceso de humor negro que congela la sonrisa.
Un abrazo.
Así es, Quevedo es implacable y algunas veces raya en la crudeza más vulgar.
El honor más que merecido, tú mismo, con tu trabajo y talento, te lo das.
Por supuesto, La Celestina, la primer gran novela realista, erótica y no poco filosófica de la literatura en lengua española.
Gracias por regalarnos tus letras, Antonio. Abracísimo.