Eduardo, que tanto hablaba de comida, era el espíritu de la golosina. Lo que realmente le gustaba era ser el centro de atención y armar jaleo. En este aspecto me recordaba a Joselito, aunque sin la maldad de éste.
Joselito era un cizañero con la cabeza gorda y el pelo rizado. En nuestra adolescencia, durante las vacaciones navideñas, nos reuníamos en uno de los almacenes de Cirilo Cortés. Su padre los alquilaba, pero siempre había uno libre que utilizábamos para nuestras fiestas.
En esa ocasión disponíamos de un local que, como no tardamos en descubrir, comunicaba con otro cuyo arrendatario era un ropavejero.
La tentación estaba servida. Cirilo nos amenazó con echarnos si metíamos las narices donde no debíamos. Luego, cuando llegó el momento, él fue uno de los que participó con más ardor.
La noche se había cerrado en agua. Las chicas no habían salido. Nosotros, sin embargo, acudimos puntuales a la cita. El almacén, a pesar de la decoración y de las luces de colores, tenía un aire desangelado.
Había una mesa camilla con un brasero eléctrico, alrededor de la cual estábamos apelotonados, unos jugando a las cartas y otros mirando. Estábamos soberanamente aburridos pero resistiendo como valientes.
La idea partió de Joselito. Las cartas quedaron esparcidas en la mesa y se planteó la posibilidad prohibida. Las razones en contra alegadas por Cirilo fueron rebatidas con otras a menudo tortuosas. Pero, como en definitiva, él estaba también por la labor, cedió limitándose a señalar dos o tres condiciones de inexcusable cumplimiento, que nos apresuramos a acatar.
El chisgarabís de Joselito culebreaba entre nosotros, frotándose las manos y haciendo gestos ostentosos.
Luego empezó a contonearse y a abanicarse con un imaginario pericón que sostenía a la altura del ombligo, mientras se llevaba a los labios una invisible boquilla de la que aspiraba el humo con delectación. Éste fue el pistoletazo de salida.
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¡ Simpático nombre, Cirilo!, je, no puede faltar la simpatía en un texto.
Cirilo es un nombre de origen griego. Significa «señor».
«Kyrie eleison» «Señor, ten piedad».
¡Ay madre ya metí la pata!, bueno si es verdad que al leer el nombre de Cirilo me ha parecido simpático, pero al final me regalas algo más bonito Antonio, su verdadero significado, que no es poco…de la simpatía hemos pasado a la profundidad…» Señor ten piedad», y repetimos…» Señor ten piedad inclinando la cabeza». Un besito y Gracias por especificar tan maravilloso significado.
Es también un nombre simpático. Y puesto cariñosamente a este personaje.
Es interesante cómo una persona, ya sea por su conducta, su actitud o sus palabras nos lleva a relacionarla con alguien más, por su coincidencia con alguno de los rasgos mencionados… o con todos. Finalmente, caemos en cuenta de que nadie es único, incluidos nosotros.
«El camino de regreso», es como el retorno de Odiseo a su Ítaca, lento, tortuoso, con sus momentos de respiro.
Mi maestro, tu esfuerzo y compromiso por seguirnos regalando con toda regularidad tus líneas, aligera la pesadez que pueda estar uno cargando en el alma, gracias a su lectura.
Antonio querido, un grande abrazobeso con todo cariño y fraternidad.
Así ocurre en la vida y en la literatura, que se puede entender como un trasunto de aquella.
Una cosa lleva a otra, una persona recuerda a otra, un personaje trae de la mano a otro…y al final se teje una red más o menos densa, con variadas y sorprendentes implicaciones (como queda reflejado en las películas «Babel» o «Grand Canyon»).
No somos únicos. Una malla social envuelve, apresa a nuestra individualidad. Yo diría que no somos tan diferentes.
Es una buena imagen la de Odiseo regresando a Ítaca, la de Odiseo recorriendo los antiguos senderos que conducen al hogar (otro hilo conductor de este relato).
Si estas líneas sirven para aligerar la cargazón del alma, para proporcionar un poco de paz o gozo estético, este plumilla se considera generosamente pagado.
A partir de la semana que viene, puesto que ha finalizado la publicación de «Bestiario», aparecerán dos episodios de «El camino de regreso» (los lunes y los miércoles). Según el plan previsto, el último verá la luz (si el tiempo, la autoridad y los toros lo permiten, como decimos por aquí) el 7 de diciembre, día de Santa Burgundófora y también de San Ambrosio. Un abrazo.
Así será, Antonio querido.