70.-Emma me pregunta a bocajarro: “¿Tú crees en el perdón?”. Desconcertado y presuroso respondo: “Claro que sí. ¿Tú no?”.
Como es habitual en ella, se abstuvo de manifestar su opinión directamente, tal como yo hice. En vez de entrar al trapo, dio un capotazo y, al menos aparentemente, se puso a divagar.
“Es, por supuesto, algo de lo que se habla mucho, no sólo en las iglesias sino en cualquier sitio, incluidos los muros de facebook. Es una cuestión que da caché. A ver quién es el memo que se atreve a criticar el perdón. Todo el que aborda este tema lo hace en términos elogiosos, por no decir hiperbólicos, de forma que uno acaba percibiendo una sensación de impostura.
“Esa palabra debe de ser una de las más manoseadas del diccionario. Es una especie de comodín que se pone sobre la mesa para ganar la partida, para quedar superbién, para demostrar la superioridad moral. Así pues, aparece en la boca de cualquiera en el momento más inesperado para perplejidad del oyente que no da crédito a sus oídos.
“Las milagrosas propiedades del perdón no tienen cuento. En realidad, más que un comodín es una varita mágica. La coges, das un golpecito con ella en la cabeza del otro o en la tuya propia (autoperdón) y a disfrutar de sus innumerables beneficios.
“Al parecer hay que perdonar por egoísmo, para quedarse tranquilo, para descargarse de los malos humores, de las turbiedades, de las ansias de venganza y de todos esos sentimientos, emociones y propósitos dañinos que perjudican en primer lugar a uno mismo. La consigna es: “Perdona y suelta lastre”, condición “sine qua non” para alcanzar la felicidad. Hay que ser no malo sino tonto para obstinarse en no perdonar.
“Si perdonar conlleva liberarnos de ese peso interior que nos impide gozar plenamente, es incomprensible que no estemos de una vez por todas en la sociedad perfecta” “Quizá” apunto “porque antes que el perdón está la justicia” “Para los voceros del perdón la justicia es una cuestión secundaria. Digamos que la segunda queda subsumida en el primero, el cual cuanto más fetén más rápido la fagocita.
“A este respecto” prosigue Emma, “a lo único que podemos aspirar honestamente es a distanciarnos y a olvidar, si las circunstancias permiten poner en práctica esa estrategia. El tema de fondo es el mal, al que uno se ve enfrentado y ante el que hay que adoptar una actitud. Lo que yo propongo es distanciarnos del mal y olvidar el mal que nos han hecho. Es una gran verdad que el tiempo cura las heridas, o al menos mitiga los efectos de las experiencias dolorosas. El tiempo tornea las aristas y rebaja el nivel de virulencia.
“Teóricamente uno perdona cuando ha recibido un mal. Pero el mal es también una de las bases de la experiencia humana. Me explico: si alguien me da patadas en las espinillas, es lógico que saque la conclusión de que ese quídam es peligroso, y de que aprenda a resguardar mis espinillas. Si me dejo contagiar por el mal, trataré de devolver los puntapiés. Si soy un santo, perdonaré y ofreceré mis espinillas para que sigan coceándolas. Si soy una persona normal, más o menos juiciosa, procuraré apartarme (distanciarme y olvidar). No se me escapa que a veces hay que plantar cara al mal, no para pagarle con la misma moneda sino para restablecer el equilibrio, para impedir que la vida se convierta en un infierno».
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El perdón… Tal como dices, una de las palabras más manoseadas del diccionario, y aún así, a veces la menos entendida.
Me gusta tu conclusión. Gracias por compartir esto. Saludos.
Hay mucha impostura a este respecto. Seguiré hablando de este tema en próximos posts.
Gracias por tu comentario. Un abrazo.
Magistral texto, Antonio…perdonamos por nosotros mismos, ahí llevas toda la razón y sinceridad, nos cuesta hacerlo…pero al final según sea la melodía de tu corazón terminas perdonando no por ti sino por no plantar más semillas malas por no envenenar más la Tierra, y es necesario hacerlo.
El corazón es testarudo también, no lo olvidemos. Para mí visto lo visto, hasta los poquitas personas que quedan dignas…son Santos.
Es por eso, Teresa, por no plantar más semillas venenosas en la Tierra, por lo que decidimos no hacer el juego al mal. Creo que perdonar es otra cosa que no está en las manos de la mayoría de nosotros. Pero sí podemos hacer, o al menos intentar, eso que tú dices.
Por supuesto, hay personas que tienen esa capacidad o que son honradas y dignas, que para los tiempos que corren no está nada mal. Tú conoces algunas. Bien merecen el calificativo de santas. Me alegro por ello.
Un abrazo y gracias por este rondó veneciano que nos alegra el corazón, ergo nos hace más buenos.
La utilización del » perdón», como bien dices es para quedar muy bien, así como cuando hay personas que presumen de la ética, una cosa es hablar de ella porque sea necesario y otra presumir de ello, y ya sabemos, Antonio, lo del refrán y la ventana de johari, al final el tiempo te lo demostrará…no preguntes por saber que el tiempo y la propia persona te lo demostrará…si existe concordancia, claro o ¿ NO?….
A menudo es así: una mera pose. Pero nuestros actos nos ponen en el sitio que nos corresponde.
Si hablar costase dinero, mediríamos nuestras palabras o callaríamos. Pero como es gratis, podemos decir todas las tonterías que se nos pasen por la cabeza.
Tampoco hay que cargar las tintas. A menudo expresamos deseos más que realidades. Lo que nos gustaría hacer o cómo nos gustaría ser, pero no lo que hacemos ni lo que somos.
Muy claro lo de la concordancia.
¿Es el perdón un valor intrínseco de la naturaleza humana, como el bien, la justicia, etc.? ¿No será acaso un constructo cultural, ideológico, antes que un valor ético, con el cual se procura soslayar la presencia sempiterna de la injusticia, la inequidad, la sojuzgación, ejercidas por alguien en ventaja contra otro(s) en desventaja, deteniendo el natural instinto de protección y defensa en contra de ellas, instinto que lo que buscaría sería regresar al equilibrio previo?
Inquietante nuevo texto en torno a Emma y su interlocutor protagonista. No das soluciones ni resuelves la cuestión, Antonio, dejas la puerta abierta a la argumentación, a la reflexión sobre tópico tan crucial.
No sobra decir que, como siempre, tus líneas son un regalo.
Divagando, como me es habitual (cada vez más habitual), salvo en mi apreciación de la línea anterior. Ahí afirmo sin duda alguna.
Abrazobeso enorme, frater querido, y brillante semana.
Yo diría que es más bien un valor extrínseco, en el sentido de que el perdón genuino y total nos sobrepasa. No es algo humano sino divino. Aunque hay hombres y mujeres que rozan o se internan en la divinidad.
Esta reflexión nos puede llevar lejos, da mucho de sí. De hecho, esta es la cuarta parte de la mía. Me ha salido tan largo este «ensayo» que, para no agobiar, lo iré publicando en semanas sucesivas. En esas otras entregas abordaré diferentes aspectos de esta cuestión tan traída y llevada.
Pienso que la justicia está antes que el perdón. La justicia es lo primero. De ninguna manera el perdón debe servir para ningunearla. El perdón es un asunto personal. La justicia es una necesidad social, una exigencia que nos atañe a todos. Tanto a los implicados directamente en un desafuero como a los que no lo están. Un abrazo.
Lo peculiar sobre el perdón es que es un valor extrínseco, como bien aseveras, y agrego que enarbolado especialmente por la moral judeo cristiana, aunque no es concepto exclusivo de ella. El problema del perdón es que de la manera como se describe, desde esa moral cristiana no deja de tener sesgos de soberbia, pues perdonar eleva, pone por encima del que ofende, más si se considera egoísta y deshonesto el perdonar por razón de salud personal, de tranquilidad propia, de quitarse lastres de encima. Perdonar al otro porque se es más generoso es poner en comparación a dos iguales, en donde se desequilibra la relación, al quedar en superioridad quien perdona y de inferioridad, el perdonado.
No estoy desvalorizando el acto de perdonar, ni el concepto en sí, Más bien, es buscar describir su esencia real y rescatar su rasgo de discreción, de privacidad.
Cher ami, tema para reflexionar y argumentar, mas no para contraponerse.
Será interesante seguir leyendo la continuación de tu escrito sobre el tema, como siempre por la elegancia de tu redacción y la belleza con la tejes y desenvuelves tus ideas.
He disfrutado mucho la lectura de tu comentario.
Ten una media semana positiva. Te abrazobeso con la admiración y el cariño fraterno de siempre,
El término bíblico que se traduce por “perdonar” también puede significar “abandonar”. Así que perdonar no siempre exige olvidar lo que pasó o minimizar las faltas. En ocasiones simplemente implica “abandonar” el tema. Cuando no se puede tomar distancia hay que procurar ser realista, razonable, comprender beneficios y consecuencias, desprenderse de esa idea recalcitrante que es el resentimiento.
Una tarea muy difícil que a mi me cuesta mucho y creo que en general al ser humano le es casi imposible frenar el mal, aún cuando el más beneficiado puede ser el ofendido. No sabemos perdonar nimiedades y mucho menos si se ve afectada nuestra integridad. Por ello en lugar de contravenir mal con bien se llega al extremo de dar la pena de muerte. Sera la presencia del maligno en la tierra ?
Un tema muy extenso que se agradece lo sigas tratando. Un abrazo.
Desde luego, no hay que minimizar ni justificar las faltas, los delitos o los crímenes. Cuando hablo de «olvidar», me refiero sobre todo a las consecuencias nefastas que implica la exposición al mal. Normalmente es difícil asumirlas, depende de la entereza y de la resistencia moral y física de la persona. No se le puede pedir a nadie que enfrente situaciones que lo sobrepasan, pero sí que se proteja alejándose y olvidando.
La otra opción trágica es que no pueda hacer eso, y que deba convivir con el Maligno.
Está muy bien esa segunda acepción de «perdonar» en el contexto bíblico. Más o menos es lo que propongo con el lema «distanciarse y olvidar», que es una forma de derrotar al mal. Porque el mal que no se realiza, fracasa.
El tema de fondo, como ves, es el mal. Y también el de la posible transformación, conversión o cambio.
El mal emerge o se hace presente, como se lee en el I Ching, y hay que tomar un actitud ante él.
¿Quien lo ejerce merece ser perdonado? ¿Esa es la solución? ¿De esta manera se le detiene o se le neutraliza? Un abrazo.
Si consideramos que hay un único y verdadero legislador, quién hasta a los santos ángeles ha dado preceptos divinos para seguir un orden jerárquico(Salmos 104:4); fuera de ahí, para nadie es sorpresa que la ley terrenal, muy necesaria ciertamente, es un pozo sin fondo; plagada de abusos, prejuicios e incongruencias que ha caído en el descrédito general.
Quienes practican la maldad, deberían de recibir, al igual que en la Ley de Dios: misericordia y equidad; con reglas estrictas de castigo según el delito, pero también, evaluar el arrepentimiento del pecador e instruirlo en el camino del bien.
Se ve pues muy difícil una solución mundanal para neutralizar el pecado, el mal. Todavía estamos muy lejos de esas instancias, propias de un gobierno perfecto.
Un abrazo.
Se ve que estás crítico con el sistema. No seré yo quien diga que exageras o no llevas razón.
Quienes practican la maldad, quienes abusan, manipulan, roban, matan, mienten…deben dar cuenta ante la ley de los hombres. Ante la de Dios todos la daremos cuando llegue el día del Juicio Final.
Creo que la justicia es el primer paso para construir el gobierno perfecto. Un abrazo.