“No niego que haya individuos capaces de trascender el mal y otorgar un perdón genuino, pero el común de los mortales tiene cariño a sus espinillas y quiere protegerlas, lo cual no es más que una legítima reacción de defensa.
“En la vida diaria uno se atiene a lo que ha aprendido. Si tú sabes que mengano es nocivo, actuarás en consecuencia. Y si no, aunque haya perdón de por medio, atente con mansedumbre a lo que sobrevenga.
“Naturalmente existe la posibilidad del cambio, de la metanoia, que es una palabra que me encanta. Mengano puede haberse convertido en otra persona, en cuyo caso hay que actualizar los datos y modificar la opinión que nos merecía. Una de las características definitorias del ser humano es precisamente esa: la transformación. El hombre puede rehacerse, ser otro, arrepentirse, enmendarse. No seré yo la que diga que eso es tarea fácil. Pienso más bien que ese compromiso a largo plazo, tan largo que puede coincidir con los años que tenemos asignados, es nuestra misión primordial.
“Esto es tan válido para el ofensor como para el ofendido que equipara el perdón a la panacea universal. No hay que hurgar mucho para hacer aflorar la rabia y el malestar que ese brebaje mirífico no ha logrado disolver.
“Ese perdón absoluto, ese perdón por encima y a pesar de todo, está, supongo, al alcance de los santos y de los mártires, pero las personas normales carecen de esa capacidad. A lo más que estas llegan es a una buena gestión de los altibajos emocionales, de las añagazas, manipulaciones, zancadillas, desencuentros, abusos, faenas y otros embates del mal, de esa amplia panoplia de experiencias negativas que forman parte integrante e ineludible de la vida.
“¿Perdonar consiste en decir: “te perdono” o se trata de una predisposición interior que ni siquiera requiere ser verbalizada? Y me pregunto también: ¿Si perdono de la primera forma, la que podríamos calificar de egoísta, estoy contribuyendo con ello a la mejora del ofensor? ¿O esa transformación es un asunto que el interesado debe asumir, y, hasta que no se decida, de poco o nada valen las aportaciones externas?
“Es verdad que el perdón es una cosa y el arrepentimiento otra. El segundo (la conciencia de que se ha obrado mal) es la base del cambio. Si no hay contrición, no hay enmienda. La persona sigue siendo la misma, sus actuaciones se repetirán.
“Si no eres la Madre Teresa de Calcuta, por ejemplo, es probable que no soportes a ese sujeto o que tomes tus medidas, las cuales no coincidirán seguramente con las que ella enumera en su oración De Todos Modos” “A lo mejor con el perdón estamos ayudando a esa persona a su conversión, estamos allanándole el camino” “Sin duda esa es una buena razón” concede Emma.
“Pero yo pienso” prosigue “que somos responsables de nuestros actos, de modo que, cuando hacemos daño, no podemos refugiarnos en la ignorancia o la estupidez, las cuales tengo por dos formas del mal, o en cualquier coartada por muy rimbombante que sea su membrete. Quien no asume un principio tan elemental como el expuesto es difícilmente recuperable. El diablo seguirá haciendo de las suyas”.
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¡Excelente post! Pienso que el perdón le hace más bien al que perdona: es indudablemente sano y liberador abandonar el lastre de los resentimientos. Pero coincido en que perdonar no puede ser olvidar. A lo sumo, será un recordar sin involucrar las emociones… porque si no, sería como olvidar la experiencia, lo cual es improbable. Quizá, la experiencia (como síntesis de la vida) es la mayor razón de andar tan ocupados en esto de vivir.. Ha sido una lectura muy removedora. Gracias! 🙂
El perdonado, si no se enmienda, no cambia. Y si antes era una mala persona, eso mismo seguirá siendo.
Una cosa es gestionar las propias emociones, «el lastre de los resentimientos», que no es tarea fácil pero sí necesaria para el bienestar de cada uno, y otra otorgar un perdón que, seguramente, nos sobrepasa.
Para mí no se trata de perdonar sino de distanciarme y olvidar para llevar una vida lo más fructífera y gozosa posible. Ese olvido y ese distanciamiento son una estrategia o una defensa.
En efecto, el objetivo, cuando se han tenido experiencias nocivas, es poder recordar sin que el ánimo se soliviante. Quizá eso sea el perdón: un recuerdo sereno de los daños sufridos, de los que hemos aprendido e incluso que nos han fortalecido.
Gracias por tu aportación a este tema tan complicado y polémico.
Todos tenemos algo que decir al respecto.
Tu definición del perdón como «un recordar sin involucrar las emociones» me ha gustado mucho.
Por supuesto, no se trata de olvidar la experiencia sino los efectos del mal para poder seguir viviendo sin turbiedades, con plenitud.
Gracias a ti, por plantear este tema con la belleza propia de tus escritos. Curiosamente, estoy ahora mismo intentando esa distancia obligada para el perdón, para «llevar una vida lo más fructífera y gozosa posible»… Como siempre, ha sido un placer leer el post y los comentarios que suscita. Un abrazo.
Espero que lo consigas.
Ahí el quid, no sólo para el perdón, sino para cualquier acto humano derivado de un valor ético, y te cito: “que somos responsables de nuestros actos, de modo que, cuando hacemos daño, no podemos refugiarnos en la ignorancia o la estupidez, las cuales tengo por dos formas del mal, o en cualquier coartada por muy rimbombante que sea su membrete. Quien no asume un principio tan elemental como el expuesto es difícilmente recuperable. El diablo seguirá haciendo de las suyas”.
La transformación renovadora del perdón sólo es posible en quien lo ejerce, y por el hecho de perdonar, que es transformación propia de un estado donde persiste la incomprensión de la circunstancia que merece perdón y, por ende, el resentimiento a la misma por los daños causados. Comprender (que no implica justificar) para perdonar transforma la mente, el corazón y el alma de quien perdona, no lo hace superior (que eso es soberbia), pero sí le madura a través de esa lección de vida. De esta forma, empieza a dar el primer paso para hacerse cargo de sus pensamientos, sentimientos y acciones. Por empatía, la transformación personal vía haber perdonado, se comparte con aquéllos que vibran en la misma frecuencia, y si en ésta se encuentra quien faltó, qué mejor.
Divagando, como siempre, motivado por tus palabras y lo que nos das de ti en ellas.
Antonio querido, brillante semana y un enorme abrazobeso para ti, con admiración y cariño firmes.
Y sabemos que no sólo lo que hacemos sino también lo que decimos cae dentro del ámbito de la responsabilidad personal.
Pero no conviene tampoco radicalizar este planteamiento. Hay, en efecto, pulsiones, pensamientos que surgen antes de pasar cualquier filtro ético, emociones que se desencadenan en determinadas circunstancias, que apenas o sencillamente no controlamos.
Vale, pero después de esa emergencia viene el individuo y asume las consecuencias de esas acciones que pertenecen al reino de las sombras.
Soy consciente de la dificultad que entraña esa lucha. La del héroe o la del santo. Yo no aspiro a convertirme en demonio o en cualquier otro engendro de las tinieblas.
Hay dos orientaciones básicas: una hacia la luz y otra hacia la oscuridad. Somos nosotros los que tomamos la decisión.
En el tema del perdón debemos centrarnos en el ofensor, que es el protagonista de esta película, más que en el ofendido. Es el primero quien debe transformarse. El segundo debe soltar lastre. Los dos deben cambiar, pero la asunción de ese cambio depende de cada uno. Si yo te perdono, no te cambio.
Tienes una visión amplia y generosa, lo que es habitual en ti, sobre este asunto.
El perdón (naturalmente el falso, el impostado) puede rozar fácilmente o confundirse con la soberbia, pero el auténtico nada tiene que ver con ella.
Hablas sobre todo de responsabilidad y de lucidez. Dar ese paso es encaminarse en la buena dirección. Un abrazo.
Hermosas reflexiones para degustarse despacio, cher Antonio. En sencillas palabras reflejas ese sentido de profundidad conque siempre abarcas lo que importa, a saber, la vida humana.
Gentil, generoso y paciente para con mis palabras, como ya te es habitual, frater.
Fuerte abrazobeso pleno de cariño y admiración.
Excelente reflexión ¿Hay que arrepentirse para solicitar ser perdonado? ¿Cuándo se perdona realmente? Digo de verdad, verdad… ¡Es el gran tema de la existencia! La magnitud de la ofensa, los estragos que deja y que solo sabe el agraviado, como sufrimiento, dolor y sus heridas abiertas, luego, el asunto del perdón ¿Cuántas Madres Teresa de Calcuta, hay o han habido? ¡No abundan corazones como ese! Sin embargo, siento que hay que considerarlo, por uno mismo, quizás con egoísmo ¡Quien vive lleno de resentimientos destruye sus segundos! … poco a poco, su brillo.
Igual creo que no es fácil, tal vez el auténtico perdón sea el olvido. Saludos, Scarlet
Asunto tuyo es asumir tu responsabilidad. A lo mejor ni siquiera eres consciente del mal que has infligido. Entonces ni hablamos.
Tienes que arrepentirte para enmendarte, no para solicitar ningún perdón. Elige tú misma: el bien o el mal.
A la cuestión «¿cuándo se perdona realmente?» respondo en la continuación de esta reflexión. Te adelanto que, para mí, perdonar no está en nuestras manos. Nosotros podemos distanciarnos y olvidar (ni siquiera voy a decir «comprender» porque esa pretensión me parece inaceptable, una muestra de cinismo; ¿por qué a quien ha sufrido encima hay que pedirle que comprenda?).
Me ha complacido mucho tu comentario, tan sincero y tan veraz, en consonancia con lo que escribes.
Madre Teresa hay pocas, personas confundidas muchas. Un abrazo.
Estoy convencida, racionalmente, que es indispensable comenzar con uno mismo ¡Ver la sombra! como aseveraba Jung, en el cosmos interior de cada quien, habita lo que nos gusta saber de nosotros mismo pero ¿Y lo otro? Las acciones que avergüenzan, el daño que se ha causado o se ha permitido, también, las heridas que nos han marcado, muchas de las cuales pueden generar odio y resentimientos, igual con las que hemos causado a otros.
Intuitiva y emocionalmente, ese lar no se abarca con conceptos, es un proceso sin fecha de caducidad ¡Cualquier momento es bueno para comenzar! Lamentable cuando no se tiene ni idea de animar esa introspección, la vida pasa y se acaba, lerda y torpe a nivel de la trascendencia y el despertar. La idea es saber que hay que estar alerta, ser, simultáneamente, el observador y a la vez, el objeto observado. Saludos
El individuo es la piedra angular. Si falla, el edificio social se derrumba por muy perfecto, hermoso o justo que fuese su diseño. Se podrían citar números ejemplos.
La clave está en la autoconciencia. O sea, en la línea señalada por Jung, en el «conócete a ti mismo» délfico y socrático, en el «intra te ipsum» agustiniano… Nada nuevo bajo el sol.
Si no somos capaces de arreglarnos a nosotros mismos, cómo vamos a solucionar problemas que están más allá.
La organización social es ineludible. El punto de partida es el individuo. De este se va a aquella. Ese es el camino correcto, creo.
Concuerdo con tu planteamiento que me parece de sentido común. Un abrazo.
Te cito: «Si no somos capaces de arreglarnos a nosotros mismos, cómo vamos a solucionar problemas que están más allá»
… de acuerdo, completamente. Saludos
Ha sido un placer nominarte al Premio Best Blog Awards ¡Felicitaciones por tan excelente blog!
Saludos, Scarlet
https://rosalde.wordpress.com/2016/01/18/premio-best-blog-awards/comment-page-1/#comment-2414
Muchas gracias, Scarlet, por haberte acordado de El Bosque Silencioso para concederle este premio. Un abrazo.
¡Me ha encantado nominarlo! Para mí, El Bosque Silencioso es un excelente lugar para estar, pensar, reflexionar, sentir… Abrazo, Scarlet