IV
Después de tanto tiempo,
la voz dentro de mí no encuentra su camino.
Y se agita y retuerce como aquel niño ahogado
que el río se llevó.
En las aguas verdosas se hundía, palmoteaba,
en las aguas verdosas donde se reflejaban
los árboles, las cañas
y el cielo, tan ajenos.
Nosotros, en la orilla, sin poder hacer nada,
contemplando impotentes en la mañana clara
el trágico accidente.
Tú gritabas con toda la fuerza de tu voz,
de tu vozarrón ronco.
Pero yo no te oía.
Estaba hipnotizado por el río y el niño,
por la higuera frondosa de grandes hojas ásperas
que cubría de sombra aquel rincón tranquilo,
que cubría de sombra tus giros en redondo,
tus gritos estentóreos en demanda de ayuda,
de alguien que viniera y salvara al chiquillo.
Pero nadie acudió.
Por más que desgarraste pulmones y garganta,
no hubo nada que hacer,
salvo ser los testigos de cómo la corriente
se cobraba la pieza, sin pena, indiferente.
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¡Magistral poema, Antonio!: » Después de tanto tiempo,
la voz dentro de mí no encuentra su camino», es como definir los momentos históricos en los que estamos…tristes, demasiado tristes.
Los momentos en los que estamos mudos, en los que la voz deserta. Los momentos en los que el autismo se apodera de nosotros. Momentos de muerte, en este poema hecha metáfora en el trágico accidente que sufre ese niño en el río.
¡Mudez cuando la gente está desactivada en lo emocional, porque es lo último que pueden perder!…ya no son…
Me detesto y me acuso por esa demencia de orgullo que me hace jadear en pos de la quimera. Un cuarto de hora después, todo ha cambiado; el corazón me late de alegría.” Flaubert.
¡Me parece que la ¨Vida nos está encaminado a la verdadera vida!
Un poco de alegría…
Genial poema existencial. Las imágenes con que lo desarrollas son profundas, impactantes y muy hermosas. La cadencia del verso es exquisita. Todo se conjunta para resaltar este mudo grito, tan contenido, por la desesperación de haber perdido en algún momento, en alguna circunstancia, nuestra esencia que solemos escuchar en esa voz interior.
Deliciosa entrega de esta parte de «El forjador de quimeras», que reflexiona sobre el tema único de la reflexión, a saber, el ser, y que empuja a a nuestra reflexión.
Con mucho cariño fraterno y toda la admiración te abrazobeso, caro Antonio.
Este poema es una recreación literaria de pasadas experiencias, de esas muertes simbólicas y parcialmente reales que jalonan la existencia.
En este caso, la muerte como pérdida de la voz, de la que tan generosamente dotado estaba Sebastián. La muerte como la paralización de la respuesta corporal ante una desgracia (o ante una agresión). Esta es la que sufre el narrador cuando ve cómo el río arrastra al niño sin que nadie pueda hacer nada.
El suyo, según tu expresión, es un «mudo grito». La suya es una congelación no sólo de la voz sino también de la sangre. Un abrazo,
Y que no dejan de ser muertes, cuyo duelo termina por regenerar o por destruir en definitiva.
El impacto de una experiencia terrible puede llegar a entumecer la mente y el corazón, por lo que lo único que mantiene en pie al sujeto es los instintos.
Buen cierre de semana rumbo a un placentero fin de semana. Abrazobeso fraterno y cariñoso.
Gracias, Antonio. Un abrazo
A ti, Ramón. Buenas noches.