XI
Las palabras más duras
me tengo merecidas.
Me faltó la confianza
en mi voz interior, tan tenue, tan callada
como el dulce silencio de una noche estrellada.
La vendí por bien poco, por chatarra, por nada.
Me sobró necedad.
Capitulé asustado.
Las sagradas imágenes surgidas de mi centro
como azules volutas de ese divino fuego
que me reconcomía, encontraron desprecio.
¿Cómo tuve el valor de volverles la espalda,
de no reconocer que aquello que tomaba
con amargo sarcasmo por una fogarada,
era don o llamada?
Ciertamente merezco
los reproches más duros
por no reconocer
esa voz silenciosa, tenaz, insobornable.
El miedo pudo más,
el miedo a reservarle
el sitio preferente
que le correspondía,
y obrar en consecuencia.
Llámalo cobardía.
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Cuánto pesa a veces lo no hecho
Lo no hecho, lo no vivido. Cuánto pesa no haber sido fiel a uno mismo. Así es, pero sin dramatizar. La vida ofrece alternativas, otros caminos se abren, otras perspectivas. Todos arrojamos una sombra.
No es cobardía, es temor, miedo, porque las razones de esa voz sabia siempre implican dar el paso hacia lo incierto, y esa falta de garantía es lo que asusta. Échale la culpa a la sociedad formada en la falacia de que hay que buscar lo seguro, lo garantizado, lo estable, lo regulado. Ahí el origen de muchas de nuestras frustraciones y dolores. La realidad no funciona de ese modo, pero no estamos acostumbrados a verla y entenderla, sino a juzgarla y a luchar contra ella.
Abrazobeso grande, admirativo y colmado de fraternal cariño.
Hay miedos, claro, que se combaten con valor. No voy a decir que la voluntad lo puede todo, que no existen barreras ni límites porque ese planteamiento me parece descabellado, una prueba más de la estupidez de los tiempos actuales que te hacen creer que, con proponértelo, puedes ser astronauta y llegar a Marte o más lejos.
Hay una cuestión capital que es la supervivencia, y otra que no le va a la zaga, que son tus cualidades y tu constitución física, psicológica e intelectual, las cuales te permiten hacer frente a ciertas situaciones o no, llegar más cerca o más lejos.
Quizá hablar de cobardía sea excesivo, quizá sólo sea un exabrupto motivado por la conciencia de las pérdidas. Pero la vida es un camino. Se sigue uno o se sigue otro. Todos llevan a Roma, asegura el proverbio. Un abrazo.
Lo has escrito puntualmente. Coincido en cada letra contigo. No tengo nada más que agregar, bardo.
Feliz fin de semana lejos del mundanal ruido, querido Antonio. Abrazobeso cariñoso, frater.
Grande reflexión para quien quiera ser veraz
Reflexión y confesión. La primera para ver más claro. La segunda para ser más auténtico en este mundo embarullado.