105.-Como si la hubiese provocado, Emma me replica tajante: “Sócrates no niega el mal. Él mantiene que nadie es malo voluntariamente. Quiere decir con eso que, si una persona conoce el bien o está lo bastante avanzada en ese camino, ese conocimiento la incapacita para hacer el mal. La imposibilita físicamente. Igual que si a ti te pidieran que levantases quinientos kilos”.
“O sea, que se es malo por ignorancia” “Eso es lo que afirma el marido de Jantipa. No equipara ignorancia y mal, que son dos realidades diferentes, aunque la primera es la puerta de entrada o facilita la emergencia del segundo, al cual no se le puede combatir o vedar el paso si uno permanece en ese estado de desconocimiento no de las ciencias o saberes prácticos sino de uno mismo. Y no de uno mismo en cuanto satisfacción de necesidades y placeres sino en cuanto exploración del misterio que somos.
“Cuando conoces el bien, no puedes hacer el mal. El conocimiento de lo que realmente te conviene es una traba que te impide realizar actos generadores de dolor y de pena. El mal encuentra en ti la puerta cerrada y no puede seguir extendiéndose».
“O sea, que cuando conocemos el bien, sólo podemos aspirar a él” “En efecto, pero ya he apuntado antes que por bien no hay que entender la anteposición de los deseos, la búsqueda de los beneficios personales, la imposición de mi voluntad, ese utilitarismo hedonista y miope tan en boga, ese subjetivismo nihilista que me sitúa en el centro del universo, transformándome en el único punto de referencia, ese antropocentrismo que, aunque se proclame optimista, no deja de ser una manifestación de egocentrismo y, en los casos graves, de egolatría.
“Normalmente tomo las decisiones a partir de ese planteamiento erróneo. Digo que es bueno aquello que lo es para mí, aunque arrastre consecuencias dañosas para otros. Esta es una forma de inflar monstruosamente el yo (hay auténticos globos aerostáticos flotando en las alturas) y de contribuir a la mala marcha del mundo. Pero esto no es bien ni siquiera a nivel casero.
“Sólo nos salva el conocimiento de lo que es esencial, de lo que nos desborda, de lo que nos supera, no siendo el ser humano más que un camino hacia esa verdad trascendente. Quien es consciente de esto, quien se orienta en esta dirección, el sabio, el verdadero filósofo, ese no obra el mal. Nadie tira piedras sobre su propio tejado.
“Pero no hace falta ser sabio o filósofo para compartir esta idea. Basta pararse un poco y pensar. ¿Hay algún otro medio de salir de atolladero existencial aparte de este?
“No se puede identificar la ignorancia, que es un estado, con el mal, que es una realidad. La ignorancia posibilita su expansión y desprecia sus estragos, pero el ignorante no es forzosamente malo. Ahora bien, el malo, además de serlo, es también un ignorante».
“¿Tú estás segura de que ese conocimiento de lo esencial es el antídoto del mal?” “Claro que sí. Yo soy socrática” Me mira con ojo crítico y añade: “Ya veo que eres otra víctima de la posmodernidad” “No niego haber sufrido mordeduras, pero de ahí a afirmar que estoy muerto hay mucha distancia” “Ya. Tú eres de los que quieren creer pero no pueden, un escéptico a pesar tuyo” “Estás cargando las tintas”.
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El bien es un estadio externo a nosotros, pero cuyo germen está en nuestro interior. En efecto, la ignorancia es madre del mal. Excelente reflexión; y, como siempre, abrevar de las fuentes originales (como lo es Sócrates) es el mejor alimento. El pasado, al contrario de lo que muchos relativizan (al generalizar), ni está muerto ni es malo, pues en él se puede encontrar el silencio y el reposo para desintoxicarse de esta posmodernidad egoísta, egocentrista, ególatra, sorda y harto necia, para luego retomar la caminata por el sendero adecuado.
Abrazobeso cariñoso, Antonio, y una muy feliz semana,
Parto del planteamiento que Platón pone en boca de Sócrates (en el diálogo «Menón»). No sabemos si el maestro piensa igual o diferente. Es probable que se sitúe en la misma línea.
Platón corrigió posteriormente esa equivalencia de mal e ignorancia (en el diálogo «Las Leyes») porque es evidente que los hechos contradicen esa visión, la cual, sin embargo, en profunda instancia, a mí me parece verdadera. Querer es querer el bien.
El pasado no está muerto. Sostengo que tanto este como el futuro se dan cita en el presente. El pasado es nuestra fuente, orígenes, raíces. Y lo actualizamos cada vez que hace falta, como yo modestamente en esta anotación. El futuro es el proyecto hacia el que tendemos. En el presente germinan las semillas de uno y otro.
Que tu semana sea fructífera y placentera. Un abrazo.
Y en el universo, pasado, presente y futuro son uno y lo mismo. Nuestra posición en aquél es lo que nos hace tener la sensación de esos tres momentos. ¡Bendito Einstein!
Concuerdo contigo en tu sentir socrático del bien.
Un deleite la lectura tanto del texto como del comentario con que respondes a mi divagación.
Abrazobeso lleno de fraternal cariño.
Lo mismo digo respecto de tus divagaciones, que son interpelaciones y fuente de inspiración para mí. Como ves, un intercambio dialéctico muy socrático. Un abrazo.
Te daría la razón si no hubiera conocido algunas personas nada ignorantes del bien que disfrutan haciendo el mal a otros.
Buena entrada.
Un saludo
Por supuesto. Tú y todos hemos conocido a sujetos de esa calaña.
Platón fue también consciente de eso. En Las Leyes admite que hay un mal voluntario y un mal involuntario. Sólo en el segundo caso, que es el de Edipo (mató a su padre y cometió incesto con su madre sin saberlo), la ignorancia como puerta del mal es un planteamiento comprensible o asumible.
Aun así, creo, la ignorancia no es eximente aunque sí atenuante. Edipo lo tenía claro al respecto: «Yo soy puro ante la ley puesto que lo ignoraba todo».
Edipo, que era un hombre de conciencia, cuando se entera de todo, no rehúye sin embargo el castigo. Es demasiado horroroso lo que ha hecho.
Demuestra con esto que el saber o el conocer implica la asunción de los propios actos y la elección del recto camino. Saludos cordiales.
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