XII
La muerte en los zaguanes
oscuros y profundos,
con olor a humedad,
a tiempo detenido.
Al fondo, en un rincón,
la cabeza caída como una marioneta
después de la función,
guiñol desmadejado, muñeca desdichada,
se encontraba la vieja.
Esos rasgos marchitos,
esa absurda nariz como una arruga más
en mitad de la cara.
Esos ojos cegatos
mirando escrutadores, mirando sin ver nada,
persistiendo, no obstante.
Al más leve ruido
levanta la cabeza y empieza a balbucir.
¿Quién sabe lo que dice?
Tal vez lanza improperios.
Tal vez son maldiciones contra quienes osaron
interrumpir su sueño.
Aunque en verdad no duerme, tan sólo cabecea.
Sentada a la camilla,
las horas se le pasan en vigilia perpetua.
El olor a humedad,
a tiempo detenido,
a carne tumefacta,
a cuartos clausurados
desde Dios sabe cuándo,
inunda la morada.
Tú no tenías miedo
de las flores de trapo,
de los vetustos muebles,
de las fotos, las puertas.
Era un reto y, por tanto, había que asumirlo
con firmeza y coraje.
Que el miedo ser más fuerte.
Había que mirar cara a cara a la muerte.
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Me gusta, muy bueno.
Gracias, Isabel. Que pases una agradable velada.
Esa muerte que va desgastando los recuerdos, y que entre olores a humedad y a viejo transmite un sensación melancólica, por todo aquello que ya no está y que tuve mejores tiempos.
Excelente lírica, bardo. Gran y cariñoso abrazobeso, frater.
La muerte como desafío, como realidad que hay que enfrentar. En este caso encarnada en una vieja cegata que, como un fatídico ídolo, reposa al fondo de una casa profunda, con habitaciones y muebles oscuros, con ese olor rancio a decrepitud de los interiores clausurados. Un abrazo.
Escriben lindo les invito a mi blog a ver si dejan sus sugerencias gracias
Gracias. Con mucho gusto me pasaré por tu blog.
Fantástica sintonía, de una anciana decrépita como su morada, y el temor natural a la muerte que la persigue.
Saludos cordiales.
La pelona nos acecha a todos. Pero esta vieja, pese a estar medio ciega, la ve próxima. Para los niños, que la ven lejana, es un desafío. Un abrazo.