XIV
El lento atardecer,
las sombras alargadas,
las sonoras campanas desgranando sus notas,
las sábanas ondeando en blancas azoteas,
los montones de leña,
el vaho de la noche.
Sereno atardecer derramándose cárdeno,
malvas y jaramagos acunándose al viento,
cobertizos, almiares,
tiritera incipiente,
el blanco de los muros en grises deshaciéndose.
Y nosotros atentos
al rumor de la higuera,
al fulgor de la tarde,
al tacto de las piedras.
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Antonio, precioso poema y la foto me encanta. Feliz miercoles.
Gracias, Junior. Me alegro de que te gusten la foto y el poema. Saludos cordiales.
He disfrutado mucho leyendo este g poema, y aunque las tres estrofas me gustan, algo tiene la segunda que me entusiasma. Gracias.
Un abrazo.
Gracias a ti, Isabel. El poema, muy descriptivo, está construido con formas verbales impersonales. Sólo al final se introduce el nosotros que, por qué no, engloba también al lector, al que en este caso le ha placido especialmente la segunda estrofa. Un abrazo.
Lleno de evocaciones de antaño, que siempre, pero siempre, son un bálsamo dulce, este poema tiene un sabor para deleitarse despacito.
Hermosa entrega de «El forjador de quimeras».
Grande abrazobeso fraternal, trovador.
Gracias, Ernesto. En efecto, son evocaciones de antaño, de experiencias que siguen vivas en el alma.
Es agua que sigue manando de la fuente de la creatividad. Por eso es un bálsamo dulce, por eso es reparadora. Un abrazo.
Y así ha de ser siempre. Abrazobeso, frater.