El capitán Marlow, que es el narrador, protagonista y privilegiado testigo, refiere los hechos a un grupo de atentos oyentes, que incluye a los ausentes lectores, formado por unos amigos sentados en la cubierta de un bergantín, en el estuario del Támesis.
Mientras esperan el cambio de la marea para proseguir la navegación, Marlow rememora la aventura vivida en el África profunda.
Con estilo denso y fluido, el narrador desgrana las peripecias de su viaje por un caudaloso río (en 1890 Joseph Conrad remontó el Congo) hasta llegar a una estación comercial en plena selva a cuyo cargo se encuentra Kurtz, el antagonista.
Comprando, cambiando, engañando, Kurtz se dedica a recoger todo el marfil de su zona de influencia. De hecho, Kurtz ha ido mucho más lejos convirtiéndose en un reyezuelo que ejerce un poder absoluto sobre las tribus de la región. El coronel Kurtz de “Apocalyse now”, que se llama igual en homenaje al personaje de Joseph Conrad, es su versión cinematográfica realizada por Francis Ford Coppola.
En el libro, como suele ser el caso en los relatos del autor polaco – británico, se aborda un conflicto interior de gran envergadura.
Kurtz, en el corazón de las tinieblas, ha sido ganado por ellas. Es un hombre de dotes extraordinarias como extraordinarias son también su vanidad y su soberbia. Es un hombre fuera de lo común llamado a ejecutar importantes obras, pero sus empresas, a la postre, quedan todas en agua de borrajas.
Tiene facultades para la pintura, la literatura, la política, el periodismo pero no es ni pintor ni escritor ni político ni periodista. Sólo se puede afirmar de él que se ha convertido en un sátrapa al que obedecen ciegamente los indígenas.
Marlow sufre la fascinación que irradia ese personaje. Bien es verdad que sus compañeros de viaje son tan mezquinos y vulgares que resulta imposible congeniar con ellos.
El rescate de Kurtz se lleva a cabo porque está muy enfermo. Contra su voluntad va a ser devuelto a la civilización. Pero por el camino muere. Marlow es el encargado de guardar sus papeles y administrar su memoria.
Es la novia de Kurtz, que vive en la inopia, la última persona con la que Marlow se entrevista. Se despide contándole una mentira para proteger la acaramelada imagen que de su prometido conserva la mujer.
La muerte de Kurtz
“No he visto nunca nada semejante al cambio que se operó en sus rasgos, y espero no volver a verlo. No es que me conmoviera. Estaba fascinado. Era como si se hubiera rasgado un velo. Vi sobre ese rostro de marfil la expresión de sombrío orgullo, de implacable poder, de pavoroso terror…, de una intensa e irredimible desesperación. ¿Volvía a vivir su vida, cada deseo, tentación y entrega, durante ese momento supremo de total lucidez? Gritó en un susurro a alguna imagen, a alguna visión, gritó dos veces, un grito que no era más que un suspiro: “¡Ah, el horror! ¡El horror!” Apagué de un soplo la vela y salí de la cabina”.
La reflexión de Marlow
“[…] Afirmo que Kurtz era un hombre notable. […] Desde el momento en que yo mismo me asomé al borde, comprendí mejor el sentido de su mirada, que no podía ver la llama de la vela, pero que era lo bastante amplia para abrazar el universo entero, lo bastante penetrante para introducirse en todos los corazones que laten en la oscuridad. Había resumido, había juzgado. “¡El horror!”[…] No es mi propia agonía lo que recuerdo mejor […] Es su agonía lo que me parece haber vivido. Cierto que él había dado el último paso, había traspuesto el borde, mientras que a mí me había sido permitido volver sobre mis pasos”.
Traducción: Sergio Pitol
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[…] a través de El corazón de las tinieblas – Joseph Conrad — El bosque silencioso […]
Gracias por rebloguear.
Puntual y exquisita reseña analítica de esta novela de Conrad. Sin duda, provocas la inmediata lectura o relectura de «El corazón de las tinieblas». Ha sido un deleite leer este post, Antonio querido.
Por cierto, Sergio Pitol, el traductor, fue un brillante novelista mexicano, catedrático universitario y enorme traductor literario.
Abrazobeso enorme, fraterno y siempre con invariable cariño, carus meus.
Esta novela corta pero intensa aborda el tema del mal, al que más adelante dedicaré algunas anotaciones, desde una doble vertiente.
Por un lado, la fascinación que provoca en el narrador. Por otro lado, la posesión, siendo Kurtz su presa.
Otro tema que trata en relación con el anterior del que es uno de sus más caudalosos ríos, tanto como el Congo, es el poder, el despótico poder que ejerce el agente comercial, el cual se entrega por entero a la ebriedad de la omnipotencia.
No sabía que Sergio Pitol fuera mexicano. Pensaba que era argentino porque la versión elegida es la propuesta por Borges en su Biblioteca Personal. Sin duda es una excelente traducción. Un abrazo.
Y qué juego de temas, siempre útiles para la literatura.
En efecto, Pitol fue mexicano y un gran orgullo para la cultura de este país, ajeno a todo el aparato, digamos, a lo Hollywood, de que gozaron las vacas sagradas.
Tu respuesta amplía más el análisis crítico y enriquece. Gracias, Antonio.
Fuerte, cálido, cariñoso y admirativo abrazobeso, frater.
Maravilloso relato y excelente reseña. Feliz día.
Es, en efecto, un magnífico relato. Gracias por tu comentario. Saludos cordiales.
Tu excelente resención me lleva a volver la vista atrás. Hace muy poco que leí El corazón de las tinieblas y pude percibir como Joseph Conrad deja al descubierto las raíces de lo humano, los excesos que supuso la colonización.
Has sido muy puntual en la descripción de los personajes y la trama del accidentado viaje al interior del continente africano.
Un abrazo.
El libro se puede entender como una crítica a los excesos y las crueldades de la colonización, en particular de la belga en el Congo (tratada por Vargas Llosa en «El sueño del celta»).
Para mí, el libro es sobre todo un descenso vertiginoso a las profundidades de la condición humana y allí habitan las tinieblas en el caso de Kurtz, las cuales ejercen además un terrible poder de fascinación. Un abrazo.