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Loto de mil pétalos
Espejo transparente
Cima de la montaña
Jerusalén celeste
Llama eterna
Nirvana
Tierra pura
La otra orilla alcanzada
27
Pasos resuenan
Noche, silencio
Calle desierta
Es sólo un eco
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Más de una vez encuentro en tus poemas un acercamiento a la mistica. Me gustan estos, de un minimalismo exquisito, que tienen un gusto de haiku, aunque formalmente no lo sean. Un abrazo, Antonio.
La mística, o más bien la trascendencia, es un tema que me interesa. Considero que es una de las vigas maestras de la literatura, de la existencia humana.
Estos pequeños poemas son haikus a mi manera, haikus liberados de constreñimientos formales (dicho sea de paso, siento una gran admiración por esa forma poética y por sus cultivadores). Un abrazo.
No hace falta que te anime a que sigas cultivándolo, sabes que tienes en mí a un lector. Un abrazo
Gracias, Eladio. Las palabras de ánimo son bien recibidas. Más aún si vienen de alguien que las utiliza creativamente. Un abrazo.
Estos poemas serán pequeños en dimensión, pero incomensurables en contenido y perspectivas de interpretación. En el primero es hermoso cómo mezclas la simbología oriental y judeocristiana (aunque con ello no quiero decir que es un poema religioso) para tocar la trascendencia y la existencia misma del humano en este lado de la realidad. En el segundo, logras tal grado de concreción para resaltar con imágenes puntuales la soledad. Como todo gran poeta, expones, pero nunca de los nuncas haces tesis, lo que en otro comentario dijiste y avalo es lo que echa a perder la creatividad artística.
Dos bellos ejemplos más de tu maestría trovadoresca. Chapeaux!
Abrazobeso fuerte, cariñoso, fraternal y fiel, magister carus.
El primero es un poema donde se conjugan diversas visiones de ese Punto Omega de que habló Teilhard de Chardin. En todas las culturas, en todas las religiones tienen una imagen trascendente, un ideal de absoluta realización.
Son símbolos muy potentes que ayudan a vivir en el más acá. De todos los expuestos el último, el fin de la travesía, que es hindú, lo encuentro particularmente dinámico y fecundo. De una u otra forma aflora en lo que escribo.
El segundo poema, más largo en su primera redacción y titulado «Poema de medianoche», recrea una calle de un pueblo de la sierra, ya tarde, de regreso a casa. Un abrazo.
Un Punto Omega que no es el fin, sino un principio. El grande Teilhard de Chardin supo darle una vuelta de tuerca a la visión un tanto anquilosada de la teología católica (que había olvidado desde hacía mucho el cuestionamiento y la argumentación heredadas de su filiación filosófica).
Y aunque en el segundo poema retrates ese camino de regreso, no deja de saborearse esa sensación de soledad (ni triste ni alegre, ni buena ni mala, simple soeldad).
Exquisita lectura, bardo querido.
Claro, es la soledad lo que se recrea, lo que se vive, en el segundo poema. Uno se adentra en ella y el silencio que esos pasos fantasmas hacen más profundo.
Pequeños grandes poemas. Bellísimos.
Gracias, Antonio.
Gracias a ti, Isabel, por tus siempre gratificantes apreciaciones. Que descanses si, como yo, no eres ave nocturna.