En mi hombro reclinándose contempla
estos signos que no le pertenecen.
Cuando me lleve,
el fin será de mis garabateos.
Pero la insoslayable compañera
poder no tiene
para impedir que trace estos palotes,
este precipitado
de nuestra efímera fragilidad.
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Me ha gustado mucho, Antonio: tal vez si nos detuviésemos a pensar más en esa efímera fragilidad dejaríamos de malgastar nuestro tiempo en cosas absurdas…
Seguro que si fuésemos más reflexivos, mejoraríamos. Y si esa meditación se centrase en los cuatro días que vamos a estar aquí, seguro que éramos más razonables y felices. Un abrazo.
Palotes para explicarnos esa fragilidad nuestra.
Exactamente. Y para tratar de entender este galimatías.
Un poema muy interesante que me hace reflexionar sobre lo efímero (de nuestra vida) y lo eterno (de nuestros garabateos).
Et voilà le titre de ton blog: «L’éternel et l’éphémère», que me encanta y me parece muy acertado teniendo en cuenta su contenido. ¿Hay algo más escurridizo que las imágenes? Lo eterno y lo efímero son el haz y el envés de la misma realidad. Este es, sin duda, un buen tema de meditación. Que tengas un buen día.
Desde luego tienes talento, me ha encantado lo de «hay algo mas escurridizo que las imagenes?». Un saludo!!
Unos de tus versos más íntimos y tiernos. Exquisita forma de enfocar lo existencial. Hermosa pieza, bardo querido.
Enorme, cariñoso y siempre fiel abrazobeso, frater.
Muchas gracias, Ernesto, por tu valoración de este poema sobre la vida, la muerte y la escritura como una respuesta y una actividad genuinamente humanas. Feliz fin de semana. Un abrazo.
El mejor fin de semana para ti, Antonio querido.
Grande y cariñoso abraxobeso, frater.
Normalmente contemplamos la muerte lejana, sin percibir, como el título de tu poema, que está reclinándose sobre nuestro hombro, dispuesta a borrar nuestra existencia y garabateos. Pero, siempre que se piensa seriamente en ella, nos pasa lo que dijo Hermann Hesse en «Bajo la rueda» : Meditaba simplemente, tendido en el césped de la orilla, sobre el tema otoñal de la muerte, mientras el silbido del viento y el rumor de las hojas componían una sinfonía silvestre llena de melancólicos acordes.
La pelona es nuestra más fiel compañera, incluso cuando somos jóvenes, cuando la vemos remota. Seguro podemos estar de que no nos fallará. Ella, paradójicamente, hace que vivamos la vida con un mayor grado de conciencia. Quizá ese sea su principal cometido.
La escritura es un deseo de desenmarañar la madeja.
Me encanta la cita de Hermann Hesse que fue, y es, uno de mis autores favoritos precisamente cuando era (más) joven. «Demian» lo leí más de una vez, lo subrayé y lo comenté. También me impresionó «El lobo estepario» que tengo en una edición mexicana (Compañía General de Ediciones).