“Me hubiese gustado ser piloto aéreo y prestar mis servicios en una compañía cuyos aviones frecuentasen los aeropuertos de las ciudades más importantes de la Tierra.
“A menudo me entregaba a esta fantasía que con el tiempo fui perfilando.
“Me veía de uniforme subiendo la escalerilla de un Boeing, acompañado por el copiloto y el radiotelegrafista. Tres sonrientes azafatas nos recibían a la entrada de la aeronave.
“Imaginaba el momento del despegue, el silbido de las turbinas, las informaciones procedentes de la torre de control, la larga pista que enfilábamos con creciente velocidad, el tablero de mandos atestado de relojes e interruptores, el timón que manejaba con mano firme y la sacudida antes de que el aparato se elevase en el aire.
“Una vez estabilizado el avión, me dirigía a los pasajeros para darles la bienvenida y algunos datos de interés concernientes al vuelo, así como para desearles una feliz travesía.
“¿Eres capaz de concebir el placer de sobrevolar la Tierra de un extremo a otro? ¿De recorrerla en todas las direcciones? ¿De contemplar a tus pies el océano Atlántico como una suntuosa alfombra? ¿De anunciar a los viajeros que ese resplandor perdido en la lejanía es Zúrich o Ginebra o Berna y obligarlos a realizar ese acto de fe?
“La gente se deja cautivar por los nombres. No es raro que, cuando desembarcan, se lleven una decepción. No sólo los aeropuertos son parecidos. Las ciudades tienden también a confundirse unas con otras. Lo único que las diferencia es el casco antiguo y los monumentos típicos. Pero la mayor parte de las áreas urbanas está constituida por los mismos bloques de pisos, las mismas tiendas, las mismas calles…
“Como no pude realizar el sueño de convertirme en piloto, me enfrasqué en el estudio de la geografía. Todavía hoy soy capaz de localizar en un mapa mudo los archipiélagos de Oceanía o recitar las naciones de África con sus correspondientes capitales.
“Esa actividad que me absorbía plenamente, acabó convirtiéndose en un repaso de conocimientos adquiridos. Para evitar el aburrimiento pedí que me compraran nuevos atlas y libros a fin de espolear mi imaginación.
“No obstante, mi interés fue decayendo y cada vez me resultaba más difícil avivarlo.
“Pensé en hacer alpinismo, pero ese deporte planteaba muchos problemas. Así pues, seguí buscando hasta que encontré lo que necesitaba.
“Ocurrió por casualidad. Estaba desganado. Antes de que me venciese la apatía, mi madre tuvo la idea de regalarme maquetas desmontables de aviones antiguos, que eran pequeñas obras de arte.
“No me cansaba de mirarlas. Pasado ese primer momento de arrobo, me apliqué a desarmar uno de los modelos. Al principio me temblaban las manos, pero a medida que dejaba al descubierto los entresijos de la máquina, mi pulso se fue afianzando.
“Cuando acabé, me apresuré a recomponer el avioncito. Así fue como me inicié en el aeromodelismo.
“Este entretenimiento me sirvió también para aprender aerodinámica y mecánica de vuelo.
“Ahora quiero enseñarte una cosa. No tendremos que andar mucho».
Esa propuesta me cogió desprevenido. Aunque no tenía el menor interés, balbucí: “Si no está lejos…”.
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#relatos
Gracias por rebloguear. Saludos cordiales.
Joer. Pero qué bien está hilado el texto. Tas’ hecho un maestro 😉
En relación a ese texto me ha venido a la memoria un libro muy aéreo que te recomiendo «En tierra de hombres» de Sant Exupery. Germen sin duda del Principito.
Un saludo
Me vas a hacer sonrojar como a una quinceañera vergonzosa, si es que esa especie existe todavía. Eres un encanto, Manuel.
Y gracias por la recomendación. Ya conozco ese libro de Saint-Exupéry que, como todos los suyos, es tan auténtico. A lo mejor puede ser incluso un referente de este episodio y de los siguientes, un referente bastante paródico por cierto. Un abrazo.
Es verdad, las ciudades de cerca son muy parecidas.
Me gusta la voz del que narra y me ha hecho gracia la contestación del otro, tan desganada, «si no está lejos…»
Tan desganada porque realmente lo último que le apetece es acompañar a García Silva. De hecho está deseando quitárselo de encima.
Es importante encontrar la voz o el tono del relato ¿no crees?
Adoro suas palavras, não sei porque seu blog não estava aparecendo no meu feed de leitor, e no celular fica ruim de abrir, mas aqui agora consegui, e valeu a pena. Quanta perspicácia para colocar nas suas linhas! BeijoAbraço
Obrigado, Mara. És muito amável.
O mesmo acontece comigo. Há algum tempo
que não recebo os teus posts no meu correio. WordPress não está funcionando corretamente.
Estou feliz com este novo encontro. Um abraço.
Desde la fiesta de baile, a las «brujas» enlutadas, hasta la peculiaridad de García Silva, todo parece que hay una fuerza subyacente que insiste en desviar a nuestro protagonista de regresar a la realidad: el auto y sus amigos. Parece una fuerza que lo está abduciendo hacia otro mundo.
Relato harto disfrutable, maestro querido.
Abrazobeso cariñoso, fraternon et semper fidelis.
Sin duda hay una fuerza oculta que está actuando, que está forzando al conductor del seíta en una determinada dirección. Finalmente tendrá que enfrentarse a ella. Antes era invisible y se la podía ignorar. Ahora se ha personificado en García Silva. Un abrazo, cher ami.
Llevaba guardando este capítulo desde el lunes pasado a la espera de encontrar un momentito de tranquilidad en una semana dura y ¡por fin la he encontrado! La verdad es que nunca decepcionas. Este capítulo, en particular, tiene algo que lo hace distinto de los anteriores: la normalidad de la escena en un relato en el que todo ha sido hasta ahora anormal. Cada vez me siento más intrigada con el final de la historia… Por cierto, coincido con García: las ciudades empiezan a parecer un centro comercial, con esa sucesión interminable de franquicias (en el caso de Madrid, también en el casco antiguo). ¡Qué pena! Un abrazo, Antonio ¡y buen fin de semana!
Espero que descanses este fin de semana. Hay que reponer fuerzas para seguir en la brecha.
Este viaje tiene poco de normal y más que se va a complicar la cosa. Pero la historia que cuenta García Silva es semejante a otras de ese estilo. Habla de sus aspiraciones, de sus deseos más profundos. Y eso es algo muy humano.
Yo coincido también contigo y con el personaje. Las ciudades, en particular las grandes, se parecen entre ellas cada vez más. Encuentro deprimente esa uniformidad.
Gracias por tus palabras. El final de este relato se acerca. Quedan cuatro capítulos, es decir, las cuatro semanas de marzo. Un abrazo.