224.-Pregunto a Emma: “¿Tú eres optimista o pesimista?”. Rápida responde: “Esa cuestión me recuerda la que me planteaban de pequeña: ¿a quién quieres más, a tu padre o a tu madre? Imagínate mi reacción” “Ya entonces eras rebelde, supongo. Pero se trata de temas diferentes, no comparables”.
“Es otra de las muchas dicotomías en las que el ser humano se puede ver atrapado. Otra ratonera. Otra trampa en la que debatirnos. Otro par de etiquetas para lucir en la frente e ir pregonando el contenido del frasco. Otro motivo de discusión”.
Y sigue explicando: “Ya sabes que el optimista tiene una visión amable de la realidad. Tiende a ver el bien mientras que el pesimista tiene buen ojo para detectar el mal. Lógicamente su «Weltanschauung» es mucho más crítica. El primero se encuentra a gusto en su piel y no tiene problemas digestivos. Todo lo cual le hace creer en la existencia. El segundo es casi seguro que padece de urticaria o de dispepsia. Así que opta por la nada.
“Como, pongamos, ninguno de los dos es tonto, uno y otro son conscientes de los problemas sociales, económicos, convivenciales, etc., pero el optimista no deja de percibir un orden. Por detrás del guirigay, de los desafueros, de las miradas de odio, subyace una estructura, una red de gruesas cuerdas que soporta ese batiburrillo impidiendo su derrumbamiento. El pesimista sólo percibe una situación caótica. Si el mundo no ha saltado por los aires, es de puro milagro. Pero, tiempo al tiempo, acabará explotando y con un poco de mala suerte hasta conseguiremos ser testigos del… ¿cómo se dice ahora?”.
Quedo pensativo y respondo: “¿Evento?” “Eso: del evento”.
Volviendo al discurso de Emma, comento: “Lo que has expuesto se puede resumir en el ejemplo clásico de la botella que está medio llena o medio vacía, depende de quien la tase” “Bueno, ¿sabes lo que hago con esa voluble botella?”.
Calla, se lleva el vaso a la boca y da un largo trago de cerveza. “Esto. Y una vez trasegada la tiro al contenedor correspondiente”.
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Ay, pensaba dejar la lectura de tu entrada para esta noche (por eso de no cortar el flujo de trabajo, que luego me cuesta un mundo recuperarlo), pero en cuanto he visto el nombre de «Emma» en la primera línea, me ha sido imposible no lanzarme de cabeza a leerlo. Y me ha dado la risa, Antonio (aparte de encantarme, pero eso ya está descontado). Me hizo recordar cuando mi abuelo me hacía la pregunta que indica Emma. Jamás le respondí: no quería apenarle porque con seis años tenía muy claro quién era la santa de mi devoción. Luego he continuado con tu visión del pesimismo y sus manifestaciones y me he dado cuenta de que te falta un síntoma clave: la úlcera de duodeno (palabra de pesimista férrea y ulcerosa). Y que decir del final… ¡chapó por mi querida Emma!
No dejes que Emma interfiera en tu trabajo. Hasta ahí podía llegar la broma. No hace falta decir que ella se siente muy halagada con tu comentario, y feliz por haber provocado tu hilaridad. Es bueno reír: relaja y reconcilia con la vida.
A mí me hacían también la pregunta de marras que cuanto más la examino, más estúpida me parece, aparte de que pone al niño en un brete, en una situación comprometida. Esa pregunta es una faena, y todas las de ese mismo tipo, que Emma, irritada, aparta de sí.
Lamento que padezcas de úlcera. Te lo dice alguien que padece de dispepsia. Un abrazo.
Odiosa pregunta. La recuerdo con horror junto a «¿qué quieres ser de mayor?»
Se puede ser optimista algunos días y pesimista otros. O tener un pesimismo de base pero con capacidad para la alegría.
Mis saludos a Emma.
Esa pregunta también se las trae. La de tonterías que se podían responder para salir del paso.
Está bien lo del pesimismo de base pero con capacidad para la alegría. Un pesimismo que no impide disfrutar de la vida. Esa es una actitud vital asumible y sensata.
Se los doy de tu parte.
Ahí es donde coincido, contigo y con evavill. Y lo de la cerveza muy bien. Para que nos vamos a andar con remilgos. Un abrazo.
Supongo que te refieres a lo del pesimismo de base con capacidad para la alegría. Pues brindemos por eso hasta apurar la copa (soy más de vino), que es lo que haría Emma que de melindrosa no tiene nada. Un abrazo.
Sí, a eso me refería, Antonio. Salud.
Después de leer esto, quiero compartirte mi sentir: Narrar es un instinto. Soy yo quien determina si un libro o un texto escrito en blog tiene cabida en mi biblioteca o carpeta de mi computadora.
¿Te debo algo? Sí, mi admiración a tu prosa. Y aún más: tu criterio a la hora de seleccionar te define sicológicamente, cuenta tus temores, tus dudas; explica tus acciones, tus preferencias, tus vicios; te marca como te marca la huella de tu pulgar y como tú no hay dos iguales. Felicidades por tu texto. Gracias por hacer mi día más feliz.
PD. Antes de ganar mi primer premio de literatura a nivel internacional, empecé con un blog como este, el mismo nombre pero distinto contenido. Nadie creía en mí pero les di una sorpresa tremenda cuando la Academia de Letras de la India premió mi novela En La Piel de un Adicto. Si yo pude tú también puedes. ¡Sigue escribiendo!
Muchas gracias por tu comentario. Sin duda seguiré escribiendo. Saludos cordiales.
Adoro a Emma. Insisto.
Es a veces bastante obstinada. Yo la quiero también. Buen fin de semana.
por un optimismo lúcido
y un pesimismo sin úlceras
brindo con vosotros
Choquemos las copas (sin romperlas en un arrebato optimista o pesimista) y bebamos.