He salido de campo estos últimos días de verano (que cuánto nos durará; hay que aprovechar) y ahí están los lentiscos enrojecidos. “El árbol de fuego”, lo nombré en mi mitología personal sobre esta tierra y este pueblo en el que vivo. Ahora que llega el otoño lenta pero inexorablemente, el lentisco lo anuncia con sus colores. Antes de que las demás plantas también se vistan de fuegos y ocres.
Y este ha sido uno de los pocos años en que he notado los frutos. Esos racimos ardientes de frutos. Mucho más que otros años; aquellas lluvias de primavera nos han colmado este año de flores y frutos carnosos y generosos… Y qué gusto da, ¿verdad?
En nada vuelvo a salir. Que hay que disfrutar también. Buen día, Antonio.
El verano no acaba de coger el portante. Pero el otoño ya se anuncia, si bien tímidamente, en la blandura nocturna y en el reconfortante olor a tierra húmeda. Sin duda, los lentiscos cargados de drupas rojas, carnosas y brillantes, son una magnífica imagen del verano moribundo y del naciente otoño.
Por supuesto hay que disfrutar de la naturaleza. Yo estoy saliendo poco. El campo está muy seco, aunque el fragante hinojo está florecido. Aquí se le utiliza para aliñar las aceitunas, que pronto se recolectarán. Un abrazo.
Preciosas fotos.
Gracias, Sartenada. Me alegro de que te hayan gustado.
He salido de campo estos últimos días de verano (que cuánto nos durará; hay que aprovechar) y ahí están los lentiscos enrojecidos. “El árbol de fuego”, lo nombré en mi mitología personal sobre esta tierra y este pueblo en el que vivo. Ahora que llega el otoño lenta pero inexorablemente, el lentisco lo anuncia con sus colores. Antes de que las demás plantas también se vistan de fuegos y ocres.
Y este ha sido uno de los pocos años en que he notado los frutos. Esos racimos ardientes de frutos. Mucho más que otros años; aquellas lluvias de primavera nos han colmado este año de flores y frutos carnosos y generosos… Y qué gusto da, ¿verdad?
En nada vuelvo a salir. Que hay que disfrutar también. Buen día, Antonio.
El verano no acaba de coger el portante. Pero el otoño ya se anuncia, si bien tímidamente, en la blandura nocturna y en el reconfortante olor a tierra húmeda. Sin duda, los lentiscos cargados de drupas rojas, carnosas y brillantes, son una magnífica imagen del verano moribundo y del naciente otoño.
Por supuesto hay que disfrutar de la naturaleza. Yo estoy saliendo poco. El campo está muy seco, aunque el fragante hinojo está florecido. Aquí se le utiliza para aliñar las aceitunas, que pronto se recolectarán. Un abrazo.
Tiene mucha historia y ese arbustro/arbol que llora.
Pues que se una al grupo. Ya somos cuatro: Eladio, tú, el lentisco y un servidor. Después del llanto tomamos una copa.