Dejando a un lado la intervención de lo maravilloso y el fasto que rodea a la mayoría de estos cuentos, llama la atención que ninguno de ellos tenga ni busque un final sorpresivo. La estupefacción que a veces producen está en relación con el planteamiento y el desarrollo, pero no con el desenlace en el que se mantiene el tono del relato.
Los finales no son culminaciones al estilo de los de una novela de intriga, sino el último tramo del camino narrativo que se recorre al mismo paso. Las partes más intensas se encuentran en otras etapas aunque, normalmente, todas tienen la misma importancia. Desde el principio el lector se siente atrapado.
Esta recopilación de cuentos demuestra ampliamente la capacidad de traslación de la literatura. La irrealidad se vuelve realidad o viceversa. O, sencillamente, la frontera entre ambas desaparece.
Cualquier cosa puede suceder. La libertad y la imaginación son los pilares de ese mundo sutil que burla y escapa a las leyes vigentes en el mundo material.
La traslación del lector a las alturas de la creación literaria se produce en pocas líneas, por no decir palabras. Esta depuración narrativa está relacionada con la brevedad de las composiciones. Las hay también largas, que caen en la trampa del retoricismo.
Esa afición a liarse y a repetir lo mismo por activa y por pasiva produce empalago, como ocurre en la historia de Nuredin-Alí y Bedredin-Hasán, de profesión pastelero. La cual, a pesar de contener tanta crema, no deja de interesar por su carácter equívoco.
No está ausente la penetración psicológica en este repertorio del siglo XII. La corta historia del jorobadito es una ilustración de cómo funciona el complejo de culpabilidad y de cómo se le neutraliza mediante la confesión. La culpa, además, no era de nadie. El jorobadito era el responsable de su propia desgracia, pero el miedo traicionó al sastre, al médico y al mercader.
El fragmento elegido para la ocasión pertenece a la historia del joven y enamorado cojo, al que curará de su enfermedad consuntiva una vieja experta y astuta. Ella se encargará de buscarle y administrarle la medicina que necesita para su recuperación. La acción transcurre en Bagdad que, junto con Basora, Damasco, El Cairo e incluso la India, constituye el mítico espacio geográfico de Las Mil Y Una Noches.
“Desesperaban ya de salvarme la vida cuando llegó una vieja, me examinó detenidamente y adivinó la causa de mi padecimiento. Entonces mandó que se retirasen todos los presentes, y cuando hubieron salido se sentó a la cabecera de mi lecho y me dijo:
-Hijo mío, os habéis obstinado hasta ahora en ocultar la causa de vuestra dolencia, pero yo no necesito que me la manifestéis: tengo suficiente experiencia de la vida para penetrar vuestro secreto y no lo negaréis, seguramente, cuando os diga que vuestra enfermedad es de amor. Yo os puedo curar si me decís el nombre de la afortunada (…). He venido con el exclusivo objeto de curaros. Espero que no rehuséis mis servicios”.
Lástima que, una vez concertada la primera cita, para que lo acicalase, el joven llamara a un barbero que era también médico, astrólogo, alquimista, gramático, retórico, matemático, lógico, historiador, poeta, novelista, además de filósofo, arquitecto y abogado. Con tantos títulos nada podía salir bien.
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Y yo que no he leído » Las mil y una noches»… pero gracias a tu estupenda reseña lo haré sin falta.
A mí no me gustan demasiado las historias con final sorpresivo, prefiero que lo que leo sea interesante por sí mismo, sin necesidad de truco final.
Es una suerte que exista algo, la literatura, que nos abra a otros mundos, a otras vidas.
Supongo que conoces «Alí Babá y los cuarenta ladrones», «Simbad el marino», «Aladino y la lámpara maravillosa» y tal vez otros cuentos de esta recopilación. No los he leído todos, pero los señalados fueron lecturas tempranas que me fascinaron.
En efecto, es una gran suerte que la literatura nos ofrezca todas las experiencias del ser humano, tanto las vividas como las soñadas, reales son unas y otras. Sea de donde sea el autor y pertenezca a la época que pertenezca. La literatura nos hermana.
De ese libro soy un fan, creo que el placer de leerlo depende mucho de una buena edición. Una buena reseña, Antonio. Un abrazo.
Las ediciones contribuyen a degustar el libro. Comprendo que seas un fan de «Las mil y una noches». Desde el punto de vista narrativo es un gran maestro con el que han disfrutado y aprendido innumerables generaciones. Gracias, Eladio. Otro abrazo.
Ohhh…no leí el libro . es que nunca me gustaba el género de cuento y tampoco de ficción . Claro que este libro es otra cosa ( me refiero del género) pero nunca me llamó atención. De todos modos, hay que leerlo para tener mi propia opinión. Gracias por animarme.
No es necesario que leas todos los cuentos que componen Las Mil Y Una Noches. Los más representativos, que forman parte del imaginario popular, seguro que los conoces.
De todas formas, como ya lo hablamos una vez, no hay ningún libro que sea de lectura obligatoria. Un abrazo.
Digamos que Las mil noches y una noche, como sería la traducción precisa del título original de esta compilación de relatos orientales, sería como el acceso de la mente occidental al pensar y sentir la realidad del mundo del Oriente Medio, tan ajeno a nosotros y, en su esencia, tan cercano.
Excelente artículo donde analizas puntual el fondo de esta magna obra de la cultura universal.
[Poniéndome al día, ya lo sabes.]
Mi abrazobeso con todo mi cariño fraterno y mi admiración, Antonius carissimus.
Eso es, un mundo tan lejano y tan cercano. En la literatura, desde luego, no hay fronteras. Los temas se entretejen. Algunos de estos cuentos forman parte del imaginario occidental, nos conforman. Simbad, Aladino, Alí Babá…recuerdo haber disfrutado mucho leyéndolos de niño.
Celebro tu vuelta a la blogosfera donde te echaba de menos. Un abrazo.