El título es engañoso porque induce a suponer que se trata de una novela gótica o de terror, pero es solamente un rasgo de ironía, una muestra del humor inglés que se manifiesta desde antes de abrir el libro.
El tema desarrollado es el del artista secreto a quien sale el tiro por la culata. Priam Farll es un hombre tímido y sin ambiciones sociales, lo cual no quita que sea también un buen catador de los placeres terrenales. Le gusta pintar y acaba convirtiéndose en famoso.
Los compradores que desembolsan elevadas sumas de dinero por sus cuadros no están dispuestos a permitir que viva tranquilamente ejerciendo su oficio y disfrutando de la vida.
La admiración y los precios astronómicos de sus lienzos justifican que Priam Farll sea considerado una propiedad pública.
Las desgracias de Priam se disparan cuando, para escapar a esa aterradora realidad, se hace pasar por su ayuda de cámara muerto, a quien suplantaba también en vida.
Entre los enredos a que da lugar esa sustitución para vivir en el anonimato, destaca su matrimonio con Alice Challice, uno de los personajes motores de la obra.
“En pocos años se había convertido en una leyenda, en el adorno perdurable de un acertijo. Nadie lo conocía, nadie lo había visto, nadie se había casado con él. Siempre en el extranjero, jamás dejó de ser el centro de rumores encontrados. Sus agentes de Londres no conocían de él más que su letra (…). Los artistas jóvenes, absortos de admiración ante las obras maestras salidas de su pincel (…), soñaban con Priam Farll, lo adoraban (…) Le cayeron en suerte la distinción mayor y la prueba definitiva de que era un ser apreciado. La prensa se habituó a mencionar su nombre sin agregar ningún comentario explicativo (…). Priam Farll fue el primer pintor inglés que gozó de esa recompensa social suprema. Y ahora estaba metido dentro de su bata color pulga.
(…)
En Priam Farll existían dos hombres. Uno era el tímido que desde hacía mucho tiempo estaba persuadido de que hubiera preferido no mezclarse con los de su clase, y que había convertido su cobardía en virtud. El otro era el tipo arisco y temerario que gustaba de las aventuras atrevidas y tenía una pasión perfecta por el trato libre con la especie humana entera.
(…)
El gran pintor Priam Farll quería pasar el resto de sus días como un humilde ayuda de cámara. Así que engañó a todo el mundo: al médico, a su primo, a las autoridades públicas, al deán y al Capítulo de la Abadía de Westminster, a la nación, ¡al mundo entero! Se casó bajo el nombre de Henry Leek y como Henry Leek volvió a iniciar su tarea de pintor”.
Creo que hizo bien en » morir» para poder de nuevo » vivir». Nunca he sido famosa pero sospecho que no me gustaría y querría hacer lo que este pintor del que nos hablas.
Parece interesante la novela.
Bueno, a Priam Farll le horrorizaban los inconvenientes de la fama pero no desdeñaba sus ventajas. Siempre hay que pagar un precio. Yo prefiero también una vida retirada.
Es una novela socarrona.
No la conocía, Antonio, gracias por despertar mi interés. Un abrazo.
Esa novela es una muestra del humor inglés pero trata un tema serio. Un abrazo.
Banksy …el misterioso( un ingles supuestamente)grafitero invisible , algo parecido que tenemos en realidad. Nadie lo conoce , pero sus grafitis sí , los conoce todo el mundo. Muy buena reseña. Un abrazo.
Gracias, Tatiana. Según el epicureísmo, para ser feliz hay que vivir oculto, no mostrarse, no alardear, llevar una vida discreta, pasar desapercibido. Eso era lo que pretendía Priam Farll y, supongo, ese grafitero. Que no se fijen en uno, vivir a su aire. Un abrazo.
Cuanta razón llevan los de epicureismo, tanto me falta un poco de su modestia…
Me figuro que hay momentos en que la fama puede llegar a ser asfixiante. Pero a nadie le disgusta -pienso yo- que, alguna vez, se le tengan en cuenta sus méritos.
Me parece muy buena reseña. De las que animan a leer el libro
No sé que me ocurre con tu blog que es el único en el que tengo dificultad para entrar. Acabo de recibir unas clases telefónicas y parece que, por fin, he caído de la burra. Otro abrazo.
Estaría bien un mundo en el que se nos reconociesen nuestros méritos, y que esa fuese la premisa mayor desde el punto de vista social. Fue lo que vino a decir Cervantes con «Cada uno es hijo de sus obras» (y no de su linaje ni de su dinero ni de su influencia).
Me alegro de que hayas resuelto esa dificultad técnica. Yo no soy ducho en cuestiones informáticas. Siempre eres bien recibida. Buen fin de semana.