Sobre esa confusa historia a la que tu tía hizo mención, por mucho que he indagado, nada en claro he podido sacar. Con esto no quiero decir que ese conato de noviazgo sea producto de su mente calenturienta. Creo más bien que hubo algo. No sé qué. Ese refinamiento psicológico me supera.
Ciertamente me gustaría profundizar en esa alucinación o ese espejismo, pero me ocurre como al niño que trata de coger un chorro de agua con las manos.
No quiero, sin embargo, despachar esta bagatela sin señalar las consecuencias que se derivaron.
La vida pueblerina prueba la falsedad de la ley de causa y efecto. Aquí encontramos efectos sin causa o con una causa ridícula.
¿Dónde localizar la raíz del rencor que abrigas, dónde el origen de esa reticencia que aflora a propósito de todo lo que tu amiga dice o hace? De la que fuera tu mejor amiga, para ser exacto.
A pesar de ese cambio radical, la hipocresía y las buenas maneras, que a menudo es lo mismo, se impusieron. Ateniéndote a la costumbre, fuiste a visitar su nuevo hogar y a regalarle una chuchería, acompañada de tu hermana y de tu tía.
Mientras te acicalabas para cumplir con ese rito social, intuiste su trágico trasfondo. Todo estaba medido, sopesado, delineado. En ese momento sólo había un camino que llevaba de tu casa a la de tu amiga.
Te empolvaste con mano temblorosa. El espejo te devolvía una imagen poco halagüeña: patas de gallo e incipientes surcos que estriaban tu antaño terso cutis. Estabas envejeciendo prematuramente.
Te acometió el deseo de arrojar lejos de ti la maldita borla. Y el rímel. Y la barra de labios. Hubieses roto el espejo, arrancado la cortina de la ducha, propinado una patada al portaescobilla del váter.
Nada de eso hiciste. Por el contrario, cogiste el cepillo y diste una última pasada por tu abombada cabellera, alisaste tu vestido, te pusiste de perfil ante la bruñida superficie y te echaste una última ojeada. Tras un suspiro saliste del cuarto de baño.
Fuiste a tu dormitorio por el regalo de boda y regresaste adonde estaban conversando tu madre y tu hermana.
“Ya estoy lista” dijiste, “cuando quieras”.
A continuación fuisteis a recoger a vuestra tía que no había acabado aún de componerse. Esperasteis. Mientras iba de aquí para allá, os atosigó con su cháchara.
Vosotras hicisteis oídos sordos y os pusisteis a hablar con vuestro primo que estaba estudiando en la mesa del comedor.
Pero vuestra tía es susceptible y tarde o temprano hay que prestarle atención so pena de que se disguste ante una indiferencia tan manifiesta.
Tu hermana, con el brazo echado por los hombros de vuestro primo, leía el manual sin hacer caso de las idas y venidas de vuestra tía y todavía menos de su estela verbal.
Fuiste tú, pues, quien se interesó por el motivo o los motivos, porque seguramente eran varios, de su agitación.
Aquejada de migraña, había permanecido en la cama la mayor parte del día. Ni siquiera había cocinado. Pero su marido llegó diciendo que tenía hambre.
“Me tuve que levantar y hacerle una tortilla y a ese –por el hijo– otra. Con unos mareos y un dolor de cabeza que todavía me duran. Pero no tienen consideración. Ellos a lo suyo aunque la vean a una muriéndose”.
Reprimiendo un gesto de hastío, repusiste: “Tú siempre igual” “¿Yo siempre igual? Los mismos son ellos. Que estoy hecha una esclava…” “¿Acabarás hoy o mañana?” la interrumpió tu hermana” “Cuando queráis, nos vamos”.
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Me gusta cómo se van perfilando las personalidades de cada uno y a través de sus relaciones.
Da un poco de claustrofobia esa familia. Todas en realidad tienen algo de claustrofóbico.
Sí, se trata sobre todo de un estudio de personajes. Por eso, cuando la editorial no aceptó el manuscrito, el lector me recomendó que añadiera más episodios, que hiciera más sólida la historia.
El título «Entre nosotros» (el original era «Inter nos», que es lo mismo pero dicho en latín) alude a ese ambiente cerrado.
Que texto inspirador amigo Sr. Antonio, eu tenho estudado a compor personagens e em momento precursor de criação de novo livro, mas meu amigo, quando puderes de-me dicas para publicação de livros, pois tem sido desalentadora a realidade. Eu adoraria comprar teus livros, não posso ainda, procuro ter esperança que um dia eu possa e possa remeter um meu a ti, com minha gratidão aos teus textos primorosos. Abraços!!!
Gracias, Mara. El mundo de la publicación no es fácil. Abrirse camino en él es, como tú misma dices, desalentador. Para mí es una decisión personal. Escribo porque me gusta y porque lo necesito. En español diríamos porque sí. Si algo más tiene que venir, que venga. Mientras tanto, yo seguiré escribiendo.
Mis libros, no todos, están en Amazon. Si me dices cómo o dónde puedo conseguir el tuyo, lo compraré y lo leeré encantado. Suerte y abrazos.
…. la hipocresía y las buenas maneras, que a menudo es lo mismo, …¡ que bueno! Van muy lento tus raras personajes y el protagonista observando. Un abrazo.
No es una novela de acción. Lo más importante es lo que pasa por dentro. Este libro es una inmersión en la vida de un pueblo andaluz, en los años sesenta. Y allí y en ese momento no ocurrían grandes cosas, al menos vistas desde fuera. Un abrazo.