Ella fue la primera de la serie y, de lejos, la más osada. El suyo no fue un adulterio consumado puntualmente como el de Anita Ozores ni tan delimitado en el tiempo como el de Luisa de Brito. Las relaciones de Emma no sólo son más duraderas, no sólo tiene dos amantes (Rodolfo Boulanger y, cuando este la deja, León) sino que, dada su inestabilidad emocional, sus demonios llevan siempre la voz cantante.
En cualquier sociedad habría tenido problemas con su carácter. En una ciudad provinciana del siglo XIX la situación se complica en extremo.
¿Qué hacer? Ignorar cortapisas y obligaciones. La rigidez y el puritanismo engendran individuos tramposos e inmorales.
No obstante, hay una barrera que, por más que lo intenta, Emma no podrá saltarse a la torera: la económica. Llegado a cierto punto esa pedestre realidad se impone.
Emma no acaba mal porque salgan a la luz sus infidelidades (esta cuestión tiene mucho más peso en Eça de Queirós y Clarín). Acaba mal porque no puede hacer frente a las deudas que ha contraído con Chereux, el tendero. Una orden de embargo es el detonante que desencadena su trágico final.
Incluso a la hora de morir madame Bovary es desaforada. Esta es otra diferencia notable con su homóloga portuguesa que expira en brazos de su marido. En cuanto a la española, se recupera de su enfermedad, aunque no sabemos si, tras el desvanecimiento sufrido cuando se entera de la pasión del Magistral, recae.
Flaubert propina una buena patada a la sociedad de su tiempo. Es posible que ese deseo de ajustarle las cuentas sea la génesis de este libro. Sus contemporáneos le respondieron con un proceso por ofensas a las buenas costumbres.
Las descripciones de interiores y exteriores así como la extensa galería de personajes secundarios, en la que destaca el cretino del boticario Homais, a quien Flaubert dedica por cierto las últimas líneas de su novela, son magníficas.
“Madame Bovary” es el relato de las andanzas de la protagonista hasta su suicidio por ingestión de cianuro. No hay un núcleo tensional complementario como en “El primo Basilio” (la relación criada – señora) o en “La Regenta” (la pasión del Magistral). Los delirios y vaivenes de Emma bastan y sobran.
Pienso que fue adúltera por puro aburrimiento. Un carácter tan intenso necesita algún estímulo y en aquella época las mujeres no tenían muchas oportunidades de escapar de la rutina de la vida doméstica.
El tedio siempre es mal consejero. Es cierto lo que dices, y también lo es que Emma Bovary tendía al descomedimiento. Quien la conocía acababa temiéndola y huyendo, salvo su marido, a quien ella despreciaba y que estuvo a su lado hasta el final.
Creo que hoy le habrían diagnosticado un TOC. Estaba obsesionada con París, hasta el punto de perder el sentido de la realidad.
Es un personaje que no suscita mi simpatía. Nada que ver con mi amiga Emma. Fraguó su desgracia y la de su familia. Su hija, en particular, me da mucha pena.
Que conste que de los dos grupos de “flaubertianos” pertenezco al que piensa que “Madame Bovary” es la obra más lograda del autor. Los otros consideran que es “La educación sentimental”.
Para ser sincero la novela de Flaubert que me ha gustado más es “Salambó”.
…Es un personaje que no suscita mi simpatía…¿ por ser infiel a su marido?
Me da lástima por ella. , la veo totalmente perdida. A que sí..” Salombo” me gustó muchsimo. Un abrazo.
No se trata de una cuestión de infidelidad sino de irresponsabilidad y egoísmo. Emma Bovary no se ocupaba de su hija, que fue de mal en peor, ni quería a su marido, al que dejó arruinado. Tenía una idea obsesiva (un TOC, diríamos ahora): París. Si miro a Ana Karenina, aprecio la gran diferencia. La rusa desafió las convenciones sociales y renunció a sus privilegios (incluso a su hijo, este fue su mayor sacrificio) por amor. Al igual que más tarde haría la española, Anita Ozores, que fue a enamorarse del guapo oficial de Vetusta. Emma Bovary y Luisa de Brito, la portuguesa, perdieron el sentido de la realidad por una quimera: ese París galante y soñado que, sin dura, era también muy caro.
Los maridos de estas adúlteras, salvo el ruso, son ejemplos de fidelidad. Lo fue hasta el final Charles, el palurdo cónyuge de Emma, y Jorge de Brito, en cuyos brazos murió su mujer, y Víctor Quintanar, el regente de la Audiencia. Y eso que los tres eran conscientes de su condición de cornúpetas.
Seguramente tú tienes distinta visión de este asunto. El comportamiento de madame Bovary escapa a mi comprensión. Ella utilizaba a sus amantes, o al menos lo intentaba. Por eso acababan huyendo. Su comportamiento sólo puedo entenderlo como un trastorno psíquico. ¿Quién está libre de sufrir uno? Que disfrutes de esta jornada dominical.
No sé que decirte…no es que tenga otra opinión, estoy totalmente de acuerdo contigo y , pese a ello ,en plan subconsiente la entiendo : es una isatisfacción con la realidad que la rodeaba y el inconformismo de la vida cotidiana,. Supongo que en París sería lo mismo. Hay otra obra de Chejov que me suena mucho en este sentido…”Gaviota” . Un abrazo , Antonio.
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