Pinos parasoles, chopos plateados
festonean caminos y riveras
—enhiestas, resplandecientes lumbreras
que sombrean los florecidos prados—.
Una manada de toros jaspeados
y albos corceles de recias cimeras,
aburridos de añagazas y esperas,
en estampía salen, desmandados.
El fulgor de la tarde es ambarino.
Cuando mueren ¿adónde van los sueños?
En medio del silencio vespertino
pasa un cortejo de fruncidos ceños
y un féretro de madera de pino
con coronas de lotos y beleños.

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